miércoles, 1 de junio de 2016

La (necesaria) tristeza eterna para el mito

«Es triste, pero parece que siempre nos atraen más los personajes desdichados que los felices». Con estas palabras, Marta Rivera de la Cruz, autora de 'Tristezas de amor', pretende explicar cómo Marilyn Monroe, 50 años después de su desaparición, está más viva que nunca. Su cabellera rubia, su vaporoso vestido blanco o, incluso, aquel lunar que Andy Warhol supo plasmar con singular acierto en sus composiciones artísticas, se han convertido en los signos distintivos de uno de los iconos culturales más importantes de todos los tiempos.


Actrices, cantantes, modelos y un sinfín de celebridades más han querido en algún momento ponerse en la piel de Norma Jean Baker. Y es que, si Madonna se inspiró en el número musical de 'Diamonds Are a Girl's Best Friend' para su videoclip 'Material Girl', Scarlet Johansson, Angelina Jolie, Lindsay Lohan, Britney Spears, Rihanna, Nicole Kidman, Christina Aguilera, Charlize Theron, Gwen Stefani, Kate Moss, Jessica Simpson, Paris Hilton, Naomi Watts, Lisa Marie Presley o Kylie Minoge son otras de las divas —y hay muchas más— que han reencarnado a la protagonista de 'Los caballeros las prefieren rubias'.
Una de las últimas en unirse a esta larga lista ha sido Michelle Williams, que ha dado vida a la actriz en 'Mi semana con Marilyn' y fue nominada al Oscar por su interpretación. La propia Williams desveló que, en su adolescencia, un póster de Marilyn adornaba una de las paredes de su habitación. Y es que estamos ante un símbolo que no conoce de épocas ni de fronteras. Marilyn sigue siendo hoy todo un icono, incluso en el mundo de la publicidad. Tal y como expone Vicent Garel, responsable de la reciente campaña de Dior en la que Charlize Theron aparece acompañada de grandes musas del cine como la propia Marilyn, es precisamente esta «universalidad» la que hace a la desaparecida actriz idónea para promocionar la prestigiosa marca: «Estamos ante un potente icono porque, en un mundo cada vez más fragmentado, ella es una figura reconocible. Se identifica en países y culturas que son muy diferentes y con historias muy distintas. Su imagen es uno los pocos símbolos culturales que puede compartir todo el planeta». 
Belén López Vázquez, autora de 'Publicidad emocional', explica cómo Marilyn y otros famosos comoJames Dean o Elvis Presley salieron del anonimato y, gracias a los medios de comunicación, pasaron a la Historia: «Al tratarse de un personaje tan famoso, es capaz de generar una enorme confianza. Es un gancho para el consumidor por la cercanía que transmite». Pero Marilyn es algo más que una cara bonita, y es ese algo lo que la hace tan especial: «Ella es capaz de despertar sentimientos y por eso su imagen vale más que mil palabras, porque son las imágenes emotivas las que mejor se registran en el cerebro y las que mejor se recuerdan», añade.
Ese mismo recuerdo es el que mantiene a Marilyn eternamente joven. «Pase lo que pase, siempre seguirá siendo sexy», asegura Mencía de Garcillán, autora de 'Marketing y Cosmética' y directora del Departamento de Marketing de Laboratorios Esseka. «Por muchos años que pasen, un personaje de tanta belleza y sensualidad siempre será una gran prescriptora». Además, tal y como explica esta profesora de la Universidad Complutense, otro de los valores con tendencia al alza que posee Marilyn es «la nostalgia», que permite que las marcas se vuelvan «atemporales, siempre reconocibles y con valores que superen los cambios de moda».
Pero, ¿qué habría pasado si Marilyn no hubiera muerto tan joven? José Cabrera, escritor y médico forense autor de 'CSI: Marilyn', tiene muy clara su postura: «Si hoy tuviera los 86 años que debería, retirada en alguna mansión de Los Ángeles, no sería lo mismo. La muerte súbita, abrupta y misteriosa en un momento crucial de su vida personal la hizo eterna. Este halo de misterio romántico es el que la ha hecho inmortal». Algo parecido piensa Marta Rivera de la Cruz, convencida de que, en torno a esta actriz, siempre hubo ciertas dosis de «malditismo» que contribuyeron a que su figura nunca cayera en el olvido. «Cualquier artista que muere joven se convierte en una pieza de leyenda. En el caso de Marilyn, a la hora de convertirse en un mito, además de su físico explosivo y rotundo, también contribuyó el hecho de que ella sentía que estaba predestinada a la desgracia», afirma. Y, probablemente, ella no imaginó que, décadas después, seguiría siendo tan recordada. «Por su extracción humilde, por su vida de niña y de adolescente y por todo lo que se fatigó, dudo que ella pensase que se iba a convertir en un mito», asegura Ignacio Carrión, autor de 'Buscando a Marilyn'.
Esta conversión de mujer a icono eterno es la responsable de que podamos encontrarnos con Marilyn al doblar cualquier esquina: «Estamos ante un mito absolutamente trágico: nos purgamos de nuestros terrores a través de la emoción y ante el espanto de la vida de esa pobre actriz. El paso de mujer a símbolo es como un ritual de sacrificio humano, ya que nuestra necesidad de mitos trágicos para explicarnos nuestra vida o purgar nuestro miedo crea esos mitos y luego los destroza», afirma Rafael Reig, autor de una de sus autbiografías.
¿Conocerá el mundo algún día otra Marilyn que deje una huella imborrable? Rivera de la Cruz tiene sus dudas: «No creo que ningún famoso contemporáneo tenga algún día la misma relevancia. La televisión ha desmitificado a las novias del cine. Antes, los actores eran seres maravillosos e inalcanzables. Hoy entran en nuestros salones, y eso les quita ese aura. ¿Cuándo podríamos haber visto a Marilyn con una coleta, un pantalón corto o unas zapatillas de deporte?». José Cabrera afirma lo mismo con rotundidad: «No creo que nadie arrastre hoy en este mundo mediocre la fuerza que Marilyn tenía, ni dejar esa huella mágica que dejó».
¿Desaparecerá el espíritu de Norma Jean algún día de nuestra memoria? Para Reig, «nada está a salvo del olvido. Cuando les dejemos en paz, Marilyn y Shakespeare, por fin olvidados y a salvo, se tomarán juntos una botella de champán, seguro. Y quizá la compartan con el Che Guevara».
por VICTORIA GALLARDO


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