Los han llamado "lugares soleados para gente sombría".
En los últimos años, los paraísos fiscales han enfrentado los embates de gobiernos de todo el mundo, a una batería de nuevas regulaciones internacionales para volverlos más transparentes y a numerosas campañas de ciudadanos de a pie, indignados por la evasión de impuestos de los ricos y las grandes empresas.
Pero estos sitios, lejos de desaparecer, siguen ahí. Y, de hecho, están más fuertes que nunca.
Se estima que la suma total de dinero escondido en estas jurisdicciones que ofrecen una carga tributaria baja o nula en todo el mundo asciende a US$21 billones. Esto equivale a la producción económica anual de EE.UU. y Japón juntos.
Entonces, la pregunta del millón es por qué estos centros financieros continúan existiendo a pesar de la creciente oposición que despiertan, liderada por el presidente de EE.UU., Barack Obama, entre otros gobernantes.
Para responderla, hay que comenzar desde el principio.
El primer paraíso fiscal
Era un día tormentoso a fines del siglo XIX cuando una flota británica encalló en un arrecife en el Caribe occidental.
La mayoría de los pasajeros y la tripulación, incluyendo un príncipe, habrían muerto de no haber sido por el heroísmo de los pobladores de una isla cercana que se apresuraron a rescatarlos.
Como muestra de su gratitud, el rey Jorge III de Inglaterra prometió que la isla, Gran Caimán, nunca más pagaría impuestos. Y así nació el primer paraíso fiscal del mundo.
Esta es la historia que repiten en las Islas Caimán para justificar que, desde entonces, no cobran tributos a los ingresos, a las ganancias de capital o a la riqueza.
Pero los 55.000 residentes de Gran Caimán –la isla más grande del archipiélago– no son los únicos que se benefician de este privilegio, sino también unas 80.000 compañías, muchas de ellas subsidiarias de empresas extranjeras que, en su inmensa mayoría, no realizan negocio alguno en la isla.
Al conteo hay que agregar numerosos bancos con activos totales de US$1,4 billones.
¿Sólo evasión de impuestos?
"Gran Caimán tiene bellas playas y bonitos hoteles. Es un paraíso tropical", le dice a la BBC Anthony Travers, un abogado británico que abandonó Reino Unido hace 40 años, luego de graduarse en la Universidad de Cambridge.
"Vine aquí a mediados de los años 70 –soy uno de los dinosaurios– para escapar de los altos impuestos en Reino Unido, que en aquel momento eran prohibitivos", recuerda.
La historia de vida de Travers, actualmente el presidente de la Bolsa de Valores de las Islas Caimán, resume bien la característica principal de los paraísos fiscales.
Te mudas, como él, a un centro financiero en el extranjero o simplemente mudas tu dinero allí. En ambos casos, el efecto parece ser el mismo: privar a otro país de ingresos en concepto de impuestos.
Una investigación de la Red para la Justicia Fiscal (Tax Justice Network), un grupo activista internacional, calcula que si las ganancias enviadas a los paraísos fiscales se quedaran donde realmente fueron generadas, muchos países en desarrollo tendrían la posibilidad de pagar todas sus deudas.
Pero Travers asegura que la idea de que estos centros financieros ofrecen un estructura impositiva diseñada específicamente para explotar la demanda mundial por evadir impuestos es errónea.
"Esta vision está fuera de moda. Las corporaciones no vienen a las Islas Caimán para eludir el pago de tributos. Las empresas que operan aquí pagan impuestos en las jurisdicciones que les corresponde".
"En realidad, las compañías que fijan domicilio en las Islas Caimán, en particular los fondos de cobertura (hedge funds), lo hacen por razones comúnmente relacionadas con las legislaciones de los distintos países. Buscan estabilidad y ausencia de normas intrusivas", explica.
La principal atracción de las Islas Caimán y otros centros financieros es, según Travers, que son una jurisdicción donde los activos pueden ser retirados sin incurrir en un nivel extra de gravámenes para luego ser invertidos en otra parte del mundo.
"Es un delirio creer que en esta isla hay un enorme cofre lleno de oro proveniente de otros lugares del mundo. El dinero de los hedge funds u otras fuentes es invertido y reinvertido".
Mutación
Debido a la presión EE.UU. y otros gobiernos del mundo, los paraísos fiscales se han visto obligados a dar acceso a la información bancaria de sus residentes.
Las autoridades de las Islas Caimán dicen que ahora es más sencillo saber quiénes son los dueños de los activos y hacia dónde va el dinero, e insisten en que esos fondos pagan impuestos en los respectivos países.
Entonces, ¿por qué tanto escándalo? ¿Será que los paraísos fiscales se subsisten porque no tienen nada de malo?
¿Serán incluso útiles para ayudar a bombear capital al sistema global, como el corazón lo hace con la sangre en el cuerpo?
El fundador de la Red para la Justicia Fiscal, el contador británico Richard Murphy, le dice a la BBC que la forma en la que operan los paraísos fiscales se ha vuelto mucho más compleja: "Han cambiado radicalmente a partir de 2005".
"La evasión fiscal ya no es su principal propósito", asegura.
"Su justificación es otra: como las regulaciones siguen favoreciendo a las grandes compañías que quieren mantenerse lejos de la mirada de los reguladores, las empresas ven en los paraísos fiscales una solución para salir bien paradas comercialmente, con menos costos que si operaran en otros sitios".
Jugar a las escondidas
En otras palabras, la consigna sigue siendo eludir impuestos pero de manera legal y de un modo muchísimo más intrincado: mover el dinero fuera de un país determinado y colocarlo en una cuenta bancaria difícil de rastrear.
Según Murphy, los paraísos fiscales aún existen porque les permiten a las grandes compañías dividir sus operaciones –sólo en los papeles, por supuesto– para evitar ser reguladas en los sitios donde realmente llevan a cabo sus actividades.
Existen específicamente para enturbiar las cosas, agrega.
Paraísos fiscales
Algunas cifras
U$21 billones
El dinero que, se estima, está oculto en paraísos fiscales
80.000
El número de empresas registradas en las Islas Caimán
- US$1,4 billones Los activos de los bancos que operan en las Islas Caimán
"Pongamos el ejemplo de una compañía que está registrada en las Islas Caimán pero opera en Reino Unido, lo cual es bastante frecuente", explica Murphy.
"Si el gobierno británico sospecha de esa compañía y quiere hacer preguntas, primero debe dar un buen motivo sobre por qué necesita esa información. Y, para complicar las cosas, las Islas Caimán también deben dar una buena razón para vincular a esa compañía con Reino Unido. El problema es que toda la estructura está armada para evitar que se unan cabos".
Claro que los gobiernos también deben querer hacer preguntas.
Los críticos sospechan que algunos gobiernos juegan a las escondidas de una forma particular: como si el niño que busca al resto pasara al lado de uno de los niños ocultos y deliberadamente mirase hacia otro lado, porque lo que quiere es seguir jugando más tiempo.
Murphy dice estar convencido de que algunos gobiernos quieren que el juego de los paraísos fiscales continúe.
"Creen que vale la pena permitir que la City de Londres y Wall Street realicen parte de sus actividades fuera de la mirada de los reguladores, para que puedan competir de una forma que consideran más innovadora y les hagan ganar mucho dinero a los mercados financieros globales, lejos de un ambiente regulado".
El caso de Google
En otras palabras, no son sólo los paraísos fiscales son los responsables de que sigan existiendo los paraísos fiscales. También tiene su cuota de responsabilidad los gobiernos...
... Y las empresas multinacionales.
Uno de los casos que más ha llamado la atención de los reguladores financieros en Europa y EE.UU. es el del gigante de internet Google.
La compañía estadounidense ha logrado minimizar su factura impositiva en Reino Unido y otros países donde opera registrando casi todas sus ventas en el exterior –y por lo tanto sus ganancias– en Irlanda.
Ese dinero es canalizado legalmente hacia Bermuda, donde paga muy pocos tributos, previo paso por Holanda.
Google asegura que actúa dentro de la ley.
Y en eso tiene razón: puede manejarse de esa manera no sólo por las regulaciones vigentes en Bermuda, sino también porque las normas irlandesas y holandesas –o sus vacíos legales, si se quiere– permiten que los beneficios abandonen esos países sin que se hagan muchas preguntas al respecto.
De modo que los paraísos fiscales offshore existen porque frecuentemente a otros naciones les conviene que existan.
Y lo curioso es que esos otros países también han comenzado a mostrar algunas características de los paraísos fiscales y hasta compiten con algunos centros financieros offshore.
"Hablamos de Holanda, Suiza, cada vez más Reino Unido, Luxemburgo", le dice a la BBC la legisladora Margaret Hodge, que preside el Comité de Cuentas Públicas del Parlamento británico, el cual ha tenido en la mira a gigantes como Google.
"Todos estos países creen que, al ofrecer impuestos bajos o la posibilidad de que compañías globales no los paguen, atraerán más negocios a su territorio. Y la realidad es que no atraen negocio alguno. Más bien son usados para canalizar ganancias y, de paso, pierden recaudación impositiva".
¿En todos lados?
Al parecer, los paraísos fiscales están en casi todos lados. Y el estado de Delaware, en Estados Unidos, es un buen ejemplo de ello.
¿Por qué escandalizarse por las Islas Caimán, que tienen 80.000 compañías registradas, muchas –o la mayoría– "con estanterías vacías", si Delaware registra 945.000 empresas y tan sólo cuenta con una población de 920.000 habitantes?
Se trata de un paraíso fiscal que actúa bajo las narices de Barack Obama, que es de los mayores críticos de estos centros financieros.
¿Será entonces que los paraísos fiscales continúan existiendo porque hay muchos intereses en juego y los políticos no pueden –o no quieren– hacer nada contra ellos?
¿O hay algo que no entendemos, por ejemplo, que pueden tener un lado bueno?
Jamie Whyte, filósofo y exasesor financiero, ha promovido la idea de que su país, Nueva Zelanda, se convierta en un paraíso fiscal.
Trató de instalar el tema cuando lideró un partido pronegocios en las últimas elecciones generales del país, en 2014, pero su agrupación fracasó estrepitosamente y su carrera política quedó trunca.
"Yo soy un simpatizante de los paraísos fiscales por una cuestión de competencia", asegura.
"Básicamente, aprovechan el hecho de mucha gente en otros países quiere pagar menos impuestos. Así que ofrecen esa posibilidad y las regulaciones se lo permiten. Sin ellos, quién sabe dónde terminaría ese dinero".
"Entiendo que a la mayoría de las personas odien los paraísos fiscales porque creen que el dinero debería quedarse en sus países. Pero su existencia no es, por así decirlo, democrática. El hecho de que la gente reclame esos fondos no significa que tenga derecho a ellos", dice Whyte.
En los últimos tiempos, los paraísos fiscales acordaron realizar reformas para evitar ser usados para actividades criminales.
Y con su nuevo rostro se han ganado numerosos defensores en todo el mundo. Como lo es Whyte.
Esto puede significar que eliminarlos por completo podría ser más complicado de lo que se piensa desde el punto de vista político.
Además, hay una cuestión práctica: incluso si logran suprimirse algunos paraísos fiscales, los que queden en pie seguramente acabarán teniendo mayores beneficios e irán volviéndose más atractivos.
Si algo queda claro, eso es que los paraísos fiscales han demostrado una gran capacidad de adaptación ante los cuestionamientos en todo el mundo sobre sobre su existencia.
Y que a los críticos y a los reguladores no les queda otro remedio que seguir ajustando sus estrategias.