Misty Copeland, de 32 años, es la única artista afroamericana que ocupa un papel principal en la institución en 75 años
Una bailarina negra, Misty Copeland (Kansas, 1982) ha llegado a la máxima categoría en la principal compañía de ballet de los Estados Unidos: el American Ballet Theatre (ABT). En Estados Unidos no hay compañía nacional como tal, pero el ABT cumple estas funciones protocolares e históricas. La selección llega en un momento difícil para la compañía, muy atacada por la prensa neoyorquina. Kevin MacKenzie, director artístico, ha forzado a la dimisión por edad de las tres estrellas femeninas del conjunto, muy queridas por el poderoso público balletómano de la ciudad de los rascacielos: la cubana Xiomara Reyes, la argentina Paloma Herrera y la estadounidense Julie Kent. Así se creó el espacio para nuevos puestos de primeras figuras, y junto a Copeland han ascendido Stella Abrera, la rusa Maria Konchetlova y el danés Alban Lendordf. Copeland ha tenido una mentora a su lado todos estos años de duro bregar entre blancas: la bailarina y maestra negra Raven Wilkinson (Nueva York, 1935), que subió ayer a la escena del Metropolitan al final de la función deEl lago de los cisnes, donde Copeland recibió la consagración con una ovación, para hacerle una profunda reverencia. Hoy se difundido el comunicado oficial firmado por MacKenzie.
Pero las cosas en el ballet norteamericano nunca fueron fáciles para los negros. En la década fundacional de los años cuarenta del siglo pasado, en el American Ballet Theatre existía el llamado Black Dance Group, a insistencia de sus promotores, pero tenían que bailar aparte. Agnes de Mille (la sobrina de Cecil, el cineasta, y que había nacido en Harlem) les creó Black ritual: primigenia obra coréutica para negros hecha por una blanca. Cuando una bailarina negra enfermaba, la sustituía Margarite de Anguerro, a la que le pintaban la cara y le ponían unos guantes, negros por fuera, crema claro por dentro. Anguerro misma contó después los chistes que le hacían sus camaradas de compañía.
Un caso importante y a tener en cuenta es el de la maestra impulsora de Copeland, Raven Wilkinson, miembro del Ballet Russe de Monte Carlo entre 1955 y 1961, su última etapa estadounidense. Wilkinson comenzó a estudiar ballet a los 9 años, después de ser rechazada de varias escuelas por el color de su piel tanto en Chicago como en Nueva York. Solo Sergei Denham la admitió en el aula de Vecheslov Swoboda.
En 1954 Wilkinson, adolescente de 14 años dotadísima para el ballet y que posee una musicalidad y un oído excepcional, obtiene un contrato, siendo la primera afronorteamericana que forma parte de una compañía de ballet clásico; también fue la primera negra que bailó un papel solista (el primer vals) en Las sílfides de Fokin. Permaneció seis años [ABT]en Ballet Russe de Monte Carlo[/ABT].
En 1967 Wilkinson se trasladó a Holanda, donde formó parte del Ducht National Ballet. Allí hizo carrera. Raven Wilkinson ha contado cómo se tenía que aprender todos los papeles antes que las otras para competir por un puesto para salir a escena, y que se inspiraba “en las mayores” siguiendo su trabajo a hurtadillas y espiándolas. En 2014, fue la encargada de dar el Premio Dance Magazine a Copeland. Además ha dibujado y escrito un libro de ballet para niños, y lidera el proyecto Project Plié para favorecer la integración en la danza y el ballet.
Misty no lo ha tenido más fácil que su maestra. Luchó por entrar en ABT y lo consiguió a los 24 años. Como solista, ya bailó Romeo y Julieta y El pájaro de fuego, entre otros roles. Cuando habla del tema del racismo, no se olvida de sus amigos de otros conjuntos, como los del New York City Ballet, más tolerante, donde brilló Arthur Mitchell, fundador del Ballet de Harlem, o Myna Kamara, que no faltó esta semana a este Lago de los cisnes histórico.
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