lunes, 29 de julio de 2013

Fragmentos de "Simbad el Marino", de Cuentos de las Mil y una Noches


Inquieto y con ganas de viajes y aventuras, Simbad, zarpa de nuevo desde Basora. Pero, por casualidad, él y sus compañeros llegan a una isla, donde son capturados por "una enorme criatura a la semejanza de un hombre, de color negro, ... con los ojos como brasas de fuego y los dientes como colmillos de jabalí y una gran mandíbula, como la boca de un pozo. Por otra parte, tiene labios como de camello, colgando hacia abajo hasta su pecho, las orejas caen sobre sus hombros y las uñas de sus manos, eran como las garras de un león". Este monstruo, empieza a comerse a la tripulación, siendo el primer bocado, el Maestro, que es el más gordo (en la edición de Burton, el autor, toma nota de que el gigante "es claramente: Polifemo").
Simbad, piensa un plan para cegar al gigante con un hierro al rojo vivo. Así, todos pudieron escapar. Después de nuevas aventuras,entre ellas una gigantesca pitón, de la cual Simbad escapa gracias a su rápido ingenio; regresa a Bagdad, más rico que nunca, donde "le dieron limosna y generosidad a la viuda y el huérfano, a modo de acción de gracias, por mi feliz regreso y se olvidaron todas las penurias, mientras que comía bien y bebía bien y me vestía bien, luego de todo lo que había caído sobre mí y todos los peligros y penurias que había sufrido".

Impulsado por la inquietud, Simbad, se hace a la mar otra vez y como de costumbre, naufraga. Se encuentra entre salvajes desnudos, caníbales que alimentan a sus presas con una hierba, que los priva de la razón (similar a los frutos de los lotófagos) y los engorda para la mesa. Simbad se niega a comer las locuras de la inducción de las plantas y cuando los caníbales han perdido interés en él, se escapa. Una tripulación de recolectores de pimienta, le transporta a una isla, donde el rey se hace su amigo y le da una hermosa y acaudalada mujer.
Demasiado tarde, Simbad, descubre una peculiar costumbre de esa tierra: sobre la muerte de un cónyuge, el otro es sepultado en vida, con sus mejores ropas y joyas más costosas. La esposa de Simbad cae enferma y muere poco después, dejando a Simbad atrapado en una caverna subterránea, una tumba comunal, con una jarra de agua y siete piezas de pan. Cuando estos suministros escasos casi se agotan, otra pareja es arrojada a la caverna: el marido muerto, la mujer con vida. Simbad la golpea hasta la muerte y se lleva sus raciones.
Tales episodios siguen; pronto él tiene una importante reserva de pan y agua, así como de oro y joyas de los cadáveres, pero no ha podido escapar, hasta que un día un animal salvaje le muestra un pasaje hacia el exterior, muy por encima de la mar. Desde aquí, pasa un buque que lo rescata y le lleva de vuelta a Bagdad, donde da limosna a los pobres y reanude su vida de placer. (La nota de Burton comenta: "Este cuento es, evidentemente, tomado de la fuga de Aristómenes, el Mesenio, de la fosa en que había sido arrojado, un zorro fue su guía. Los árabes fueron ávidos estudiantes de las literaturas griegas").

"Cuando yo había estado un tiempo en tierra después de mi cuarto viaje, y cuando, en mi comodidad y los placeres llenos de posibilidades y en mi alegría de mis grandes ganancias y beneficios, me había olvidado todo lo que había padecido de peligros y sufrimientos, el carnal hombre fue cautivado una vez más con el anhelo de viajar y ver a los países extranjeros y las islas". Simbad al poco tiempo se halló en el mar una vez más y cuando pasa por una isla desierta, la tripulación de Simbad encuentra un gigantesco huevo que Simbad reconoce como perteneciente a un ave Roj. Por curiosidad, el buque desembarca para ver el huevo, sólo, para terminar rompiéndolo y utilizando al pollo como comida. Simbad reconoce inmediatamente la locura de su comportamiento y ordena que todos suban a bordo.
Sin embargo, los padres Rojs, enfurecidos, pronto se dan cuenta y tratan de destruir el buque, dejando caer rocas gigantes que portan en sus garras. Naufragando una vez más, Simbad es esclavizado por el Viejo del Mar, que cabalgando sobre sus hombros, con sus piernas torcidas, rodea el cuello de Simbad y no lo deja escapar. De día y de noche, cabalga, Simbad vería con agrado su muerte.
Finalmente, Simbad elabora vino y convence al Viejo del Mar de beberlo; entonces, cuando se descuida, después de haberse emborrachado, lo mata y escapa. Un barco lo lleva a la ciudad de los Simios, un lugar cuyos habitantes pasan cada noche en embarcaciones, mientras que su ciudad se abandona a la merced de unos monos antropófagos. Sin embargo, mediante un ingenioso truco, a través de los simios Simbad va recuperado su fortuna y encuentra un barco que lo lleva, una vez más, a Bagdad.

"Mi alma anhela los viajes y el tráfico". Simbad naufragó una vez más, esta vez tan violenta, que su buque se esfumó en pedazos por acantilados de gran altura. No había alimentos en ninguna parte y los compañeros de Simbad mueren de hambre, hasta que sólo él queda vivo. Descubre un río y construye una balsa, que pasa por una caverna, debajo de los acantilados. El arroyo parece estar lleno de piedras preciosas y se percata de que la isla tiene más de iguales características. Simbad se queda dormido por los viajes a través de la oscuridad y se despierta en la ciudad del rey de "los diamantes se encuentran en sus ríos y las perlas están en sus valles". El rey brilla por lo que le dice Simbad del gran Haroun al-Rashid y le pide que adopte un regalo de vuelta a Bagdad en su nombre, una copa tallada de un solo rubí, con otros regalos, entre ellos una cama hecha de la piel de una serpiente que puede ingerir un elefante" y "un centenar de miles de indios miskals de lign-aloesa", y una niña esclava "brillante como la luna". Y así, Simbad regresa a Bagdad, donde el Califa pregunta mucho por los informes que Simbad da de las tierras de Ceilán.

El siempre inquieto Simbad zarpa, una vez más, con el resultado habitual. Solo, en una tierra desolada, Simbad hace una balsa y se embarca en un río cercano llegando a una gran ciudad. El jefe mercader une a su hija con Simbad y los nombra sus herederos y, convenientemente, muere. Los habitantes de esta ciudad se transforman una vez al mes en aves y Simbad se sube a una de las personas-ave, que le lleva hasta la parte superior del cielo, donde hasta se oye a los ángeles que glorifican a Dios: "me asombraba y exclamé: ¡Alabado sea Alá! Alabar a la perfección de Alá!". Pero antes de terminar estas palabras llegó un fuego del cielo, que consumió a todos los hombres-ave. El hombre-pájaro está enojado con Simbad y lo deja sobre una montaña, donde se reúne con dos jóvenes. Son los sirvientes de Alá que le dan una vara dorada, para rescatar a uno de los hombres pájaro de las fauces de una gigantesca serpiente; al regresar a la ciudad, Simbad aprende de su esposa que los hombres-pájaro son demonios, aunque ella y su padre no son de su especie. Y así, a sugerencia de su esposa, Simbad vende todas sus posesiones y regresa con ella a Bagdad, donde por fin se decide vivir tranquilamente en el disfrute de su riqueza y a no buscar más aventuras.
(Burton incluye una variante del séptimo cuento, en el que Haroun al-Rashid le pide a Simbad llevar un regalo al rey de Serendib. Simbad responde: "Por Alá el Omnipotente, Oh mi señor, he tomado una aversión a los viajes y cuando oigo la palabra "Viaje", mis extremidades tiemblan". Luego le dice al Califa de sus desafortunados viajes; Haroun se pone de acuerdo en que con una historia de este tipo "sólo él tiene derecho ni siquiera de hablar de los viajes". Sin embargo, un comando del Califa que no se complace le convence y se establece en éste, su único viaje diplomático. El rey de Serendip está muy complacido con los regalos.Que incluyen, entre otras cosas, la bandeja de comida del rey Salomón. En el viaje de vuelta ocurre la habitual catástrofe: Simbad es capturado y vendido como esclavo. Junto con su maestro le dispara a unos elefantes con un arco y flecha, lo hace hasta que el rey de los elefantes, le lleva al cementerio de los elefantes. El maestro está tan complacido con las enormes cantidades de marfil que ha acumulado gracias a la habilidad del aventurero que le libera, regresando a Bagdad, rico en oro y marfil. "Aquí me fui para el Califa y después de saludarlo y besar sus manos, le informé de todo lo que me había ocurrido; lo cual él se alegró por mi seguridad y dio las gracias a Alá Todopoderoso y ha hecho que mi historia sea escrita en letras de oro. Entonces me llevó a mi casa y se reunió con mi familia y hermanos y tal es el fin de que la historia que me pasó durante mis siete viajes. Alabado sea Alá, el Uno, el Creador, el Creador de todas las cosas en el Cielo y la Tierra!".
Aquí Scheherazade concluye los cuentos de Simbad, el Marino, con el rey Shahryar bien complacido y sin hacer más mención de Simbad, el Porteador.

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