viernes, 21 de julio de 2017
Le damos la bienvenida a esta nueva versión de "Si ella me faltara alguna vez"
Esta combinación de voces es lo mejor!
Felicidades a Julieta Venegas y Haydée Milanés.
Vicente García lanza "A la mar", un álbum caribeño, africano y actual
El dominicano comenzó su carrera profesional en 2002 como primera voz de Calor Urbano, una banda dominicana de funk/soul y en 2010 decidió lanzarse como solista con su álbum "Melodrama". Este es su segundo trabajo discográfico.
El cantautor dominicano Vicente García lanzó este jueves su nueva aventura musical, "A la mar", un disco inspirado en ritmos autóctonos caribeños y antillanos en el que logra conectar las tendencias actuales con la herencia africana. (Lea: “Carmesí” una celebración al amor: Vicente García)
"El disco es como ir por el mar caribe navegando y cada canción es como una imagen del trayecto", dijo García en una entrevista telefónica a Efe desde España.
"A la mar" es el segundo trabajo musical de García que pasó seis años empapándose de las raíces musicales de su patria y otros países vecinos para componer y grabar los doce temas que lo componen.
"Este trabajo tiene un poco de son cubano, bachata, bolero, reggae de Jamaica, ritmos haitianos como el gaga, de Colombia y Las Antillas. Es un homenaje a lo que significa ser caribeño", explicó.
"Yo había escuchado el trabajo de Vicente, pero en este disco lo conocí y pude identificar que había grandes temas, grandes ideas", aseguró el productor del álbum Eduardo Cabra, más conocido como "Visitante" deCalle 13.
También el trabajo de grandes músicos que popularizaron la música caribeña como Juan Luis Guerra, han inspirado a García.
"Pude abrir algunos de sus conciertos y me di cuenta que su música es como el sentir de lo que somos los dominicanos y me gustó eso", explica el artista, de 33 años.
El dominicano comenzó su carrera profesional en 2002 como primera voz de Calor Urbano, una banda dominicana de funk/soul y en 2010 decidió lanzarse como solista con su álbum "Melodrama".
El éxito llegó rápidamente cuando su sencillo "Te Soñé" logró registrar 36 millones de visitas en las redes sociales.
Con el primer sencillo "Carmesí" de su nuevo álbum, García ha registrado hasta el momento 6 millones de vistas, un número elevado para un artista que apenas está lanzando el nuevo material.
Músicos y grupos folclóricos como los Gaiteros de San Jacinto de Colombia, colaboraron en la propuesta que se muestra como una alabanza a las raíces de los ritmos musicales nativos del caribe.
"Mi música no tiene un público específico, he visto tres generaciones de una misma familia en mis conciertos y veo que a todos les gusta, y es que es importante sentirse conectado con nuestros orígenes", concluyó.
García se encuentra en España desde donde regresará a Estados Unidos en agosto como parte de su gira promocional que los llevará a Miami y Nueva York.
domingo, 9 de julio de 2017
Roa, contado por el autor
El célebre autor compatriota Augusto Roa Bastos en numerosas entrevistas fue develando aspectos de su vida que sirven para ahondar en su forma de ser. En vida hay una infancia olvidada al igual que dos obras, pero también recuerdos imborrables de fuego.
A lo largo de su existencia Roa Bastos fue indagado en diversas entrevistas sobre aspectos de su vida que lo marcaron, los cuales a veces con cuentagotas y otras con una providente elocuencia fue develando muy a su estilo, en una mezcla de mitos y realidades, un esbozo de su personalidad y forma de pensar sobre temas como Paraguay, el guaraní, los derechos de las mujeres, la manera en que lo marcó la Guerra del Chaco y la Segunda Guerra Mundial, el exilio, y otros aspectos que no se limitaban a lo literario, pero que sin duda lo forjaron como autor.
Infancia rescatada del olvido en un féretro
El propio Roa Bastos afirmó recordar poco de su infancia, la cual en gran parte pasó en la ciudad de Iturbe, Guairá, tanto así que sus memorias las considera más bien leyendas que le fueron legadas más que guardadas por sí mismo.
“Las leyendas que me contaron sobre mi venida al mundo han sido muy poco divertidas, de manera que guardo muy poco recuerdo. Además para mí la vida ha sido un olvido continuado, de manera que recuerdo muy pocas cosas, salvo alguna que otra de mi infancia en un pueblecito de Paraguay, un país que es más una incógnita en América Latina, que es un país desconocido incluso en su ubicación geográfica, a tal punto que creo que es un lugar mágico que han inventado los novelistas y escritores, esta gente que hace magia con la realidad”, indicó el autor en una entrevista en España, aún cuando sufría el exilio obligado en París a causa de la dictadura.
Casi como un sueño más que un recuerdo, Roa relata uno de los pocos aspectos significativos de sus primeros años, algo que no se logra dilucidar si es un mito, pero que no obstante describe la realidad del paraguayo, un ser generoso hasta en las mayores tragedias, situación tan vigente hoy como en ese entonces, palpable por ejemplo en casos como la inundación que afecta actualmente al sur del país.
Roa recuerda el caso de un anciano en Iturbe, que “durante 20 años no ha podido dormir, y durante las noches se entretenía en fabricar su ataúd de una madera llamada palo santo (explicando al periodista español que se trata de una madera de las más finas y aromáticas que existe), y este viejecito, en las épocas de crecidas, se embarca en este ataúd a recoger (y rescatar) gallinas, colchones y chicos. Este servicio con un elemento aparentemente lúgubre de un ataúd, con el sonido del martillo y el escoplo que lo oían en todo el pueblo pero ya nadie lo oía luego de 20 años, servía para hacer un servicio”.
Para el magnánimo autor compatriota, este hecho describe en cuerpo entero al paraguayo ya que “desde el fondo de la muerte el paraguayo siente esa necesidad de salir en ayuda del semejante que está en dificultad, esta es una de las grandes impresiones de mi infancia, sobre todo es una de las influencias que me llevaron a ver en el ejercicio de la literatura, la posibilidad de creación de mitos reveladores de la realidad de una comunidad”, afirmó, algo que siguió perfeccionando en Hijo de Hombre y Yo el supremo entre otras varias de sus obras.
Otra de las cosas que lo marcaron a fuego desde sus primeros momentos fue su crianza fuertemente matriarcal, y no solo de parte de la que lo dio a luz, sino de su “segunda madre” como describe a su tía que lo acogió en la Capital cuando vino a estudiar. Fui acogido “cuando tuve que dejar este pueblecito por una de estas tías generosas, que tiene alma de abuela, muy generosa, fue mi segunda madre”, destaca. Esto hizo que desarrolle un profundo respeto y admiración por la mujer.
Una de sus obras, Madama Sui, inspirada en una musa real, justamente explora aspectos de la mujer que Roa Bastos destaca y remarca. Fue tras recoger esa historia que “comprendí un aspecto de la mujer, que atravesando cualquier tipo de vicisitudes, incluso las más aberrantes, puede mantener su dignidad íntima, prácticamente una inocencia innata (...)”. Considera que la prevalencia de la mujer está inclusive justificada por una “superioridad biológica” al ser portadora de la vida.
SUS PRIMERAS OBRAS, A LAS CALDERAS DEL OLVIDO PREMEDITADO
Si hay algo que Roa Bastos afirma querer incinerar de su propia mente son sus primeros trabajos publicados. El ruiseñor de la aurora (1942) “ese es un libro que he puesto especial cuidado en que quedara oculto, porque eran, claro, las primeras tentativas de un muchacho por expresarse en un lenguaje que no fuera el cotidiano”, indicó, y afirmó estar tranquilo de que no quedan vestigios de esa publicación, y si alguien lo tiene seguro figura como obra “de un autor desconocido”.
Fulgencio Miranda (1941) es otra obra que en este caso el azar se encargó de desterrar ante el beneplácito del autor, pese a que le valió uno de sus primeros reconocimientos como escritor. “Este libro también felizmente se ha perdido, es una novela que yo presenté siendo muchacho en un concurso en un ateneo, el único que existía en Asunción, en ese tiempo obtuve un premio pero no me pudo siquiera ser devuelto el original porque se había extraviado, de manera que estoy en la duda si el premio fue justo o no”, afirmó.
AUTOR FORJADO A POLVO Y BOMBAS ATÓMICAS
Augusto Roa Bastos tuvo la desdicha de coincidir y ser partícipe en mayor o menor medida de la Guerra del Chaco y de la Segunda Guerra Mundial. En la primera afirma que le impactó la muerte más aún entre hermanos; en la segunda, la noción de que nada volvería a ser igual tras el inicio de la era nuclear.
En la Guerra del Chaco participó a sus cortos 14 años, escapando del colegio y yendo a parar a la retaguardia, un lugar igual o más duro que el frente y las trincheras. El solo Chaco Paraguayo es un lugar que marca el temple de cualquiera ya que es “una región que por momentos parece tener un paisaje casi lunar de cráteres encendidos por ese sol de hierro que es el que marca el clima paraguayo, una guerra dura en todos los sentidos”, según consideró alguna vez.
En la Guerra del Chaco “estuve muy jovencito, me largué ahí como un polizón en un barco, tenía 14 años, de tal manera que me dejaron en los servicios auxiliares, yo quería ir al frente, porque para mí la gran aventura estaba allá, sonaba a cañón, pero la retaguardia es el peor lugar de la guerra, porque ahí vienen los desechos, los heridos, esas cosas que vas heredando de la guerra como un material en descomposición, terrible es la retaguardia”, recordó.
En la Segunda Guerra Mundial también le tocó ser partícipe, ya como corresponsal del Diario El País, del cual era editor en jefe. Pese a haber entrevistado a personalidades como Charles De Gaulle, célebre presidente francés, lo que realmente lo marcó de esta guerra fue el pueblo británico.
“Yo vi caer una (bomba) en la entrada subterránea del tren de Londres, deslizarse hasta el fondo y provocar una explosión que mató a millares de personas. Pero lo que dejó una marca en mí no fue tanto la crueldad de la guerra, porque le digo, Inglaterra daba la impresión de un gran barco en alta mar tomado por una gran tempestad, pero cuyos habitantes eran marinos muy disciplinados”, y es ese temple colectivo el que impresionó a Roa Bastos.
Pero nada supera a la impresión de haber vivido de cerca las primeras explosiones y consecuencia de la bombas nucleares. “Lo que no voy a olvidar nunca es esa especie de ráfaga casi apocalíptica que cayó sobre la multitud que se congregó en las calles a celebrar el armisticio. Era una mezcla indefinible, una sensación multitudinaria, donde se celebraba que la guerra había llegado a un fin, (...) y por otro lado una sensación tremenda de que comenzaba otra época en la humanidad, una época nuclear. En ese instante no podía racionalizar, pero me afectó bastante”, contempló ya posteriormente.
“SIN PASTA DE HÉROE”
Pese a haber sido partícipe de estas dos guerras, en un dejo de modestia o casi reproche a sí mismo Roa Bastos consideró alguna vez que no posee temple de héroe, principalmente por haber tenido que optar por el exilio tras la dictadura. “Como realmente no tengo pasta de héroe tuve que huir, tuve que ir a la embajada y huir”. Como buen autor de cuentos, su huida no pudo dejar de ser un tanto novelesca.
“Yo me habría permitido hacer de tanto en tanto unas notas, los editoriales, que evidentemente disgustaron al gobierno y entonces me dijeron que me fuera, pero de una manera muy intimidatoria. Rodearon la casa, entraron, entre ellos el jefe de Investigaciones, como si se tratara de un criminal peligrosísimo, me hicieron ese honor de confundirme. Me sentí acorralado, no podía escapar, tenía rodeada la casa de noche, entonces lo único que se me ocurrió es un recurso bastante de opereta, puse una escalera, subí al techo y me metí al tanque de agua, y desbordó el agua, tanto que cuando entraron los guardias les caía un poco de agua, como si estuviera lloviendo. Estuve hasta el amanecer. Desde esa noche hasta que me asilé en la embajada, tardó mucho en darme el salvoconducto, entonces cuando vine acá (Argentina) me sentí liberado” relató sobre esa noche en la que inició su prolongado exilio de Paraguay.
Un artículo de Alejandro Acosta
Fuente: ABC COLOR
lunes, 3 de julio de 2017
Respeto por el ‘country’
El género vaquero, esencial para el desarrollo de la música popular, siempre ha sido ridiculizado por los adalides de la modernidad en España
Nunca ha dejado de llamarme la atención que el country, ese género esencial para el desarrollo de la música popular, sea visto en España con desdén. Hay una especie de superioridad moral en los círculos del rock y el pop con respecto a este estilo musical que, casi un siglo después de que diese sus primeros pasos con las primeras grabaciones rurales, sigue gozando de una salud envidiable en Estados Unidos, cuna del género.
España siempre ha sido un caso aparte para temas musicales, y otros muchos que no vienen al caso. No solo porque en este país cueste el triple (o más) que en Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania u Holanda asentar una escena musical independiente y profesional, al margen del entramado de la radio fórmula, sino porque aquí se ha menospreciado de una forma bochornosa a géneros musicales como el propio country, pero también el soul o el garage, ambos también básicos en el devenir musical del pop y el rock a partir de los años sesenta.
El country siempre ha sido ridiculizado por los adalides de la modernidad. Ya en los ochenta era un pecado mostrar interés por los sonidos de Hank Williams, Buck Owens o Gram Parsons mientras se vivía la eclosión de la movida madrileña y todo el movimiento de creación juvenil inspirado en la nueva ola británica y el punk. Los amantes del conocido como Nuevo Rock Americano o alt-country con bandas como Green On Red, The Long Ryders, Violent Femmes o Dream Syndicate eran minoría y, para colmo, motivo de cachondeo. Sucedió igual en los noventa y principios de siglo XXI: el indie se abrió pasó entre el público universitario y la crítica musical (radios, revistas, suplementos culturales, fanzines…) y se despreciaba un estilo que se identificaba con lo viejo, o en el peor de los casos con lo rancio. Y eso que REM se convirtió en una de las grandes bandas mundiales desde sus orígenes del Nuevo Rock Americano. La última década no ha ido mucho mejor: el country sigue siendo algo residual, caduco, propio de películas de vaqueros, mofa entre hípsters que, sin embargo, les parece muy cool vestirse igual que un anuncio de H&M o imitar sin gracia el estilismo de su estrella maldita norteamericana o británica. Pero, al menos, en este tiempo más reciente hubo cosas inesperadas que ayudaron a verlo con otros ojos en algunas partes.
Johnny Cash con sus American Recordings, consideradas por la crítica musical como obras maestras, consiguió acercar estos sonidos raíces a un público más amplio con el cambio de siglo. También el triunfo de Wilco, en público y especialmente crítica, abrió un camino para que aquellos que no prestaban atención al country lo hiciesen. Tweedy, proveniente de la banda de country alternativo Uncle Tupelo e instigador de estos sonidos, desarrolló una carrera con Wilco en la que consiguió unir el concepto de Americana, estilo heredero del country y el folk, con el de mundo indie. Fueron Wilco pero también otro puñado de bandas norteamericanas, que al final se convirtieron en decenas, los que consiguieron lo impensable: la tercera vía del country alternativo terminó por ser más influyente en el siglo XXI que el grunge y el brit-pop, tan populares en los noventa con esa absurda guerra mediática. De hecho, el grunge y el brit-pop han envejecido mucho peor que esa otra vía menos cacareada.
Como el blues para la población negra, el country es el relato de la gente corriente. De la gente blanca. Su función ha sido ser un catalizador emocional de historias cotidianas, que ya desde sus comienzos a principios del siglo XX era visto por las poderosas industrias de Nueva York y Los Ángeles como “aldeanismo musical”. Para los ejecutivos, los compositores del Tin Pan Alley y los intérpretes de traje, quienes lo cantaban eran paletos con las botas manchadas de barro. Y, sin embargo, el country siempre tenía un compromiso con su tiempo, cantando historias del día a día, pero también algo igual de transcendental: mantenía viva la memoria de un país en continuo cambio social y tecnológico desde la llegada del ferrocarril.
Si no hubiese sido por la Carter Family, Norteamérica no hubiese conocido la gran parte de su tradición y cultura folk. Lo mismo se puede decir de Woody Guthrie y Hank Williams. El primero no obtuvo éxito, pero fue esencial por su labor de historia oral con sus canciones. El segundo alcanzó la fama, gracias al crucial desarrollo de la radio en Estados Unidos, y fue el gran pilar donde se asentó el género. Las canciones de pena y redención de Williams marcaron una senda compositiva que llega hasta nuestros días y todavía suenan vivas y fascinantes. Sin ellos, como sin tantos otros nombres menos conocidos en España como Jimmie Rodgers, Gene Autry o Ernest Tubb, no se habría desarrollado el rockabilly. Sin todos no habría sido igual la historia de Elvis Presley, fascinado por el universo del hillbilly y el blues, que lo cambió todo desde su admiración por Hank Snow y todos los padres fundadores del country.
Como aficionado al country, como a otros géneros musicales, destaco la labor del Huercasa Country Festival, un certamen que cuenta con Manolo Fernández como director artístico y conocido en la música española por estar al frente de Toma Uno, programa de música americana referente en España desde las ondas de Radio 3. La mejor música de raíces norteamericana contemporánea, que se desenvuelve fuera del yugo comercial de la industria de Nashville, que ha distorsionado el sentido del country, vuelve a darse cita en el Huercasa Country Festival, que se celebrará el 7 y 8 de julio en Riaza, en Segovia. Este año cuenta con un todoterreno apenas conocido en nuestro país pero que es un relator de historias sin igual: Aaron Watson, que ilustra perfectamente el verdadero peso del country en la actualidad. También pasarán el dúo Dale Watson & Ray Benson, J.P. Harris, Shooter Jennings o Will Hoge, entre otros.
Es una cita imprescindible para los amantes del country, pero también más que interesante para cualquiera que le guste la buena música. El country es mucho más que una caricatura de América. No tiene nada que ver con una imagen distorsionada de los vaqueros. Es música llena de relatos y sonidos emotivos. Un respeto para el country.
Fernando Navarro "EL PAIS"
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