viernes, 8 de mayo de 2015

Detenido uno de los cerebros de la desaparición de los 43 estudiantes


El subdirector de Policía de la ciudad mexicana en la que raptaron a los jóvenes fue atrapado en una lujosa urbanización



Uno de los supuestos cerebros delsecuestro y asesinato de los 43 estudiantes en el sur de México fue detenido este jueves en un lujoso club de golf. Francisco Salgado Valladares, quien fuera subdirector de la Policía de la ciudad de Iguala esa noche del 26 de septiembre de 2014, fue quien dio la orden de raptar a los muchachos de la escuela de Ayotzinapa. Según la investigación oficial, este policía corrompido por el dinero del narcotráfico entregó a los jóvenes a unos sicarios, que se encargaron de ejecutarlos de madrugada en un lugar fantasmal, un vertedero solitario entre las montañas.
Las fotos que han trascendido de Salgado Valladares tras su detención son las de un hombre hosco, con barba de chivo y unas fosas nasales tan abiertas como la boca de un pez fuera del agua. La Policía Federal lo detuvo en una urbanización con jacarandas y carritos de golf en Cuernavaca, una ciudad a una hora de la Ciudad de México. El hombre, de 41 años, ha estado estos meses oculto en casas de familiares en los estados de Guerrero y Morelos, donde finalmente le han echado el guante. En el momento de la detención acudía a una reunión a bordo de un coche sin matrícula. Llevaba encima cartuchos para un fusil Ak-4, según información oficial. 
Caído Salgado, las autoridades tienen todavía la tarea de detener a quien fuera el jefe máximo de la corporación policial de esa ciudad coptada por el narcotrafico, Felipe Flores Velázquez. Era su jefe. Entre uno y otro al mando de una cuadrilla de policías corruptos propagaron el terror esa noche. El ahora detenido está acusado de recibir 600.000 pesos (unos 42.000 dólares) mensuales del operador financiero del grupo criminal Guerreros Unidos. Este cartel sembró el monte que rodea Iguala de cadáveres de gente que se opuso a sus negocios y controlaba el Ayuntamiento a través del alcalde, José Luis Abarca, y su esposa.
El día de la desaparición, la mujer protagonizaba un acto que debía de servirle como trampolín para convertirse en la siguiente alcaldesa del municipio, en una suerte de sucesión dinástica. Los encargados de la seguridad del evento, como Valladares, tuvieron la orden de frenar a los estudiantes, a menudo reivindicativos y molestos para la autoridad municipal. Eran un incordio para la futura política. Los jóvenes que se preparaban para ser maestros rurales acabaron ese día siendo tiroteados por los agentes. Tres de ellos (y otras tres personas no involucradas) murieron en esas primeras horas. 43 fueron subidos a coches policías y llevados a distintos puntos de la ciudad. Desde entonces no se les volvió a ver.
El basurero de Cocula, donde mataron a los estudiantes / SAÚL RUIZ
Las autoridades, en base a la declaración de los más de 100 detenidos, entre ellos los probables responsables materiales (jóvenes veinteañeros que querían hacer carrera en el mundo del narco), consideran que los sicarios los ejecutaron y quemaron en una pira. Los restos calcinados fueron lanzados a un río en bolsas de basura. Un buzo encontró una de ellas con unos huesos que pertenecen a uno de los estudiantes. Es el único identificado por el momento. El resto de piezas óseas halladas, debido a su alto grado de deterioro, no han podido ser analizadas.
Las familias de los estudiantes reniegan de la versión oficial y señalan que tienen pruebas de que el ejército mexicano está involucrado en la masacre.


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