Los militares ganan terreno a la secta islamista Boko Haram en el bosque de Sambisa
Mientras desde las Fuerzas Armadas de Nigeria se anuncia a bombo y platillo cada victoria contra Boko Haram, como la liberación esta semana de casi 700 mujeres y niños secuestrados por el grupo terrorista en el bosque de Sambisa -se desconoce por el momento si entre ellos están las jóvenes raptadas hace un año en un colegio de Chibok-, lo cierto es que muchos nigerianos mantienen su desconfianza hacia un Ejército que hasta hace solo tres meses no hacía más que huir ante el avance de los yihadistas. “¿Victorias?”, se pregunta John Ngamsa, profesor de Comunicación Social y Lingüística en la Universidad Moddibo Adama de Yola, “será una victoria cuando el supuesto territorio recuperado esté bajo control y haya ley y orden en ese lugar, algo que no ha ocurrido hasta ahora”, asegura.
El Ejército de Nigeria, en colaboración con las Fuerzas Armadas de los países fronterizos, Chad, Níger y Camerún, puso en marcha una amplia operación militar el pasado mes de febrero que ha logrado expulsar a Boko Haram de unas sesenta localidades que habían sido ocupadas por los terroristas. Sin embargo, la población aún no ha podido regresar porque los insurgentes siguen en las zonas deshabitadas de los alrededores, sobre todo en los bosques y las zonas montañosas donde les resulta más fácil esconderse y desde donde siguen lanzando ataques. Hace unos días, por ejemplo, penetraron en los pueblos de Mafa y Marte, en el estado de Borno, provocando decenas de muertos.
Otra zona donde Boko Haram ha logrado hacerse fuerte es en las proximidades del Lago Chad. Hace una semana, cientos de terroristas atacaron la isla nigerina de Karamga, asesinando a al menos 74 soldados y civiles, según el Gobierno del país vecino, que ha revelado que 156 de los atacantes también murieron en los combates. “Estamos hablando de un vasto territorio que sigue fuera de control. Aún están ahí, agazapados, golpeando hoy en un lugar y mañana en otro”, añade Ngamsa. La reciente victoria electoral del exgeneral Muhammadu Buhari, considerado un político de mano dura frente al aún presidente Goodluck Jonathan a quien se acusa de extrema debilidad, es un elemento más para la esperanza entre los nigerianos, pero la sensación que se extiende por el país es que esta guerra está lejos de haber acabado.
JOSÉ NARANJO Yola (Nigeria) //http://internacional.elpais.com/
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