Las víctimas mortales son al menos 11 y hay más de un millón de evacuados
El Gobierno socialista de Michelle Bachelet mantiene todos sus esfuerzos por completar el catastro de los daños humanos y materiales causados por el terremoto de 8,4 grados en la escala de Ritchter que azotó el miércoles por la noche la zona centro-norte de Chile. Las víctimas mortales son al menos 11, pero no existe una cifra total de damnificados, y hay más de un millón de evacuados. El seísmo, y el posterior tsunami, provocaron grandes destrozos en varias carreteras y localidades de la costa del Pacífico. No obstante, el país sudamericano ha resistido bien el temblor de mayor intensidad en lo que va de año en todo el mundo.
"Aunque tuvimos suerte de que el tsunami no fue fuerte, el daño que ha generado este sismo es marginal de lo que podría haber sido en un país que no esté preparado. La resistencia de las construcciones fue notable", indica Iván Poduje, arquitecto urbanista y profesor de la Pontificia Universidad Católica.
Chile sufre el 43% de los movimientos sísmicos del planeta. El de la noche del miércoles se sintió en buena parte del territorio, desde Arica, en el norte, a Puerto Aysén, en el sur, generando la alarma y elnerviosismo habitual de la población. El epicentro estaba en Illapel, unos 200 kilómetros al norte de Santiago, en la región de Coquimbo, la zona donde se produjeron los mayores daños. Cerca de un millón de personas fueron evacuadas durante la noche del miércoles y la madrugada del jueves de las zonas costeras de todo el país.
Marcelo Lagos, doctor en Ciencias y director del Laboratorio de Investigación de Tsunamis del Instituto de Geografía de la Universidad Católica, explica que este sismo presenta similitudes con el de 2010.
"Ambos son de subducción y tienen rupturas en fondo oceánico, por lo que generan tsunamis. Pero el de 2010 fue de 8,8 grados, de mayor magnitud, por lo que las olas en esta ocasión tuvieron menor intensidad. Si en 2010 llegaron a medir unos 27 metros, los primeros cálculos indican que este tsunami fue inferior a los cinco".
Es inevitable comparar este terremoto al del 27 de febrero de 2010, donde 156 personas murieron y otras 25 desaparecieron tan solo a causa del tsunami que golpeó las costas de la zona centro-sur de Chile e islas como Juan Fernández. De partida fue de mayor potencia, porque aunque a simple vista solo los separan cuatro décimas, Lagos explica que la energía se libera de manera exponencial: "Por ejemplo, un sismo grado 9 es 32 veces mayor a uno grado 8", señala el experto.
Pero al margen de la intensidad, existen razones históricas y coyunturales que explican la capacidad de resistencia de Chile. Michel De L'Herbe, experto en gestión de emergencias, recuerda que se trata de un país que ha debido convivir con los terremotos desde hace siglos y que incluso existen ciudades que se han tenido que reubicar a causa de la destrucción. "La ingeniería, por lo tanto, se ha focalizado en las particularidades del país. Chile tiene las normas de construcción sismo resistente más relevantes en el mundo. Por eso, terremotos de gran magnitud producen escaso nivel de daño en materia de infraestructura".
Casas de adobe
Las construcciones que se han visto más afectadas por el terremoto de Illapel son las más antiguas y de adobe, comunes en zonas rurales y pequeños poblados. En las grandes ciudades, sin embargo, las estructuras como casas y edificios tienen normas sísmicas exigentes en constante evaluación. Pero no ocurre lo mismo con las carreteras: casi siempre sufren daños con los terremotos, lo que en un país largo como Chile es especialmente grave, porque su autopista funciona como columna vertebral. El arquitecto Poduje también apunta a las deudas en el ordenamiento territorial del borde costero. "Como las ciudades resistieron muy bien, la atención se ha centrado en las áreas afectadas por el tsunami y, en esa materia, Chile ha avanzado menos. Aunque hay información sobre las zonas con riesgo de inundación, no se ha considerado en los planes reguladores".
A diferencia de 2010, cuando las autoridades descartaron un maremoto, la actual reacción política del Gobierno y el funcionamiento de los organismos de emergencia también han colaborado a que los daños humanos y materiales sean pocos para un sismo 8,4.
La ciudadanía ha aprendido asimismo a comportarse ante este tipo de catástrofes, sobre todo por haber vivido terremotos de gran magnitud en un corto período: 2010, 2014 y el sismo actual. Para L'Herbe, sin embargo, la conducta de la gente no es suficiente: "Chile debe ser capaz de establecer políticas públicas que establezcan programas nacionales de organización y entrenamiento comunitario ante emergencias, como ocurre en países como Japón y Estados Unidos".
Un país lleno de riesgos naturales
Para el arquitecto y urbanista Iván Poduje, Chile ha avanzado mucho en la prevención relativa a los sismos, pero tiene poco control ante otros riesgos naturales. Como el país tiene una distancia tan corta entre el mar y la cordillera de la costa, hay peligro en ciudades encumbradas en la montaña con asentamientos precarios, donde residen familias de bajos ingresos, explica. “Tanto los aluviones del norte como los recientes incendios de Valparaíso mostraron los riesgos que representan para la población, mayores, quizá, a los de un tsunami. No existen los protocolos y la gente queda atrapada, lo que genera una situación realmente crítica”. “Una parte del Estado sencillamente no ha hecho su trabajo para mejorar la seguridad de nuestras ciudades”, advierte el analista. En el caso de Valparaíso, la ciudad fue azotada por tres incendios consecutivos que se iniciaron en el mismo sector, se propagaron hacia los mismos cerros y, pese a todo ello, y a los discursos y delegados presidenciales, los damnificados han vuelto a construir sus viviendas en las mismas quebradas que fueron destruidas por el fuego.
El experto en gestión de emergencias Michel De L’Herbe recuerda que Chile está expuesto a una serie de fenómenos naturales de alta peligrosidad para la ciudadanía: además de que un 43% de la energía sísmica del mundo se libera en este país, Chile tiene una larga costa y una de las mayores concentraciones de volcanes de la Tierra. Pese a los desastres que golpean al país sudamericano cada cierto tiempo, indica el experto, “no tenemos un programa nacional y estandarizado para organizar y entrenar a las comunidades. Además, la Oficina Nacional de Emergencias, cuestionada por su acción en el terremoto de 2010, ha sufrido cambios mínimos y mantiene una institucionalidad débil”.
De L’Herbe explica que en el Congreso existe un proyecto de ley elaborado por el Ejecutivo que reemplaza a los actuales organismos y que debería aprobarse en 2016. “La iniciativa propone una institucionalidad más robusta, con conceptos más asociados a la realidad de los países desarrollados y que incorpora las emergencias como un elemento fundamental dentro de la seguridad pública”, señala el experto. “No obstante, cuando tienes 40 años de atraso desde el punto de vista del modelo de gestión, quizás nos tardemos uno o dos gobiernos más en lograr el músculo y la robustez necesaria para establecer una institucionalidad con gestión, mando y control”, concluye.
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