Autor: Haruki Murakami
Cuando no pensaba en la
muerte, no pensaba absolutamente en nada. Eso no le resultaba complicado. No
leía la prensa, no escuchaba música, ni siquiera tenía apetito sexual. Lo que
ocurriera en el mundo no le importaba lo más mínimo. Si se cansaba de estar encerrado
en su apartamento, salía y paseaba sin rumbo fijo por el barrio. O iba hasta la
estación y, sentado en un banco, pasaba horas contemplando el ir y venir de los
trenes
Fragmento compartido en nuestro programa "Con el Cielo al Revès", en estos momentos al aire
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