El presidente de Rusia presenta al país como una potencia moral y militar en un año en el que Moscú ha salido fortalecido tras los enfrentamientos con EE UU y la UE
El presidente de Rusia, Vladímir Putin, declaró ayer su aspiración a convertirse en líder mundial con valores conservadores tradicionales en su discurso anual sobre el estado de la nación, que pronunció en la sala de San Jorge del Kremlin ante 1.100 personas, incluidas las dos Cámaras del Parlamento estatal. “Aspiramos a ser líderes”, proclamó Putin, para quien en los últimos años la “regresión”, la “barbarie” y la “sangre” han sido el resultado de los intentos de “imponer a otros Estados modelos supuestamente más progresistas”.
Los acontecimientos que se dieron en África del Norte, en alusión a Libia, se han evitado por el momento en Siria, dijo Putin, que consideró “éxito común” la forma en que se ha tratado la crisis siria, donde “se consiguió evitar la injerencia militar y la difusión del conflicto”. El caso de Siria y las conversaciones sobre el programa nuclear de Irán muestran, según el presidente ruso, que cualquier problema internacional puede resolverse exclusivamente por métodos políticos. En relación con el programa atómico de Irán, señaló, es necesario buscar una solución más amplia que garantice el derecho de Teherán a desarrollar su energía nuclear pacífica y también la seguridad de todos los países de la región, incluido Israel.
Putin —que no mencionó el asilo político concedido por Rusia al analista del espionaje estadounidense Edward Snowden— mostró su desconfianza ante el sistema antimisiles norteamericano, que sigue desarrollándose pese a que se encauza el problema del programa nuclear iraní. Asimismo, Putin mostró su preocupación ante los programas norteamericanos de fabricación de misiles de crucero de largo alcance y señaló que la paridad estratégica puede descompensarse debido al “el aumento del potencial de los sistemas estratégicos de alta tecnología no nucleares” combinado con el incremento de las posibilidades de los sistemas antimisiles. “Nadie debe abrigar ilusiones sobre la posibilidad de lograr una superioridad militar sobre Rusia. Esto no lo permitiremos jamás”, dijo. El presidente, que como tal es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, afirmó que Rusia destina un total de 23 billones de rublos (más de 522.000 millones de euros) para el rearme del Ejército y la Armada y la modernización de la industria armamentista, y calificó estos recursos de “sin precedentes”.
El discurso, el décimo en su género para Putin, tenía esta vez como telón de fondo el 20º aniversario de la Constitución, que el 12 de diciembre de 1993 sirvió para legitimar un régimen de corte presidencialista tras el traumático desenlace de la pugna entre el Legislativo y el Ejecutivo cuando el presidente Borís Yeltsin ordenó cañonear el Soviet Supremo (Parlamento heredado de la URSS) en octubre de aquel año.
Temas como el desarrollo democrático o la cooperación modernizadora con Occidente fueron ignorados este año por el jefe del Estado que, en política interior, se extendió sobre asuntos administrativos y burocráticos, sin olvidar los programas de construcción de viviendas para animar la natalidad, que es una de sus constantes preocupaciones, sobre todo en lo que se refiere a Siberia. El desarrollo de esta región —para que Rusia pueda competir con los países del Pacífico— se ve dificultado por la caída de la ya de por sí escasa población.
La novedad del discurso fue la explicación conceptual de la ideología del conservadurismo que Vladímir Putin ha comenzado a propagar de forma cada vez más explícita y más coincidente con el conservadurismo de la Iglesia Ortodoxa Rusa. El presidente no mencionó ninguna confesión especial, pero al abordar los asuntos internacionales desde el punto de vista de la competencia internacional militar, política, económica y técnica, Putin destacó la afirmación de los valores “para un país como Rusia”, con “experiencia de muchos siglos”.
Opinó Putin que “en muchos países se reexaminan las normas de la moral, se difuminan las tradiciones nacionales y las diferencias entre naciones y culturas”. “De la sociedad ahora exigen no solo el reconocimiento del derecho de cada uno a la libertad de conciencia, a los puntos de vista políticos y la vida privada, sino el reconocimiento obligatorio del valor equiparable del bien y del mal, de conceptos con sentido opuesto, aunque esto parezca extraño”. El concepto “no equiparable” se aplica a las relaciones homosexuales por contraste con las denominadas “tradicionales” en la ley que prohíbe la propaganda de la homosexualidad entre los menores aprobada este año.
La política de destrucción de los valores tiene “consecuencias negativas para la sociedad” y es “radicalmente antidemocrática, ya que se pone en práctica a partir de ideas abstractas” y “en contra de la voluntad de la mayoría popular, que no acepta los cambios que están sucediendo y la revisión propuesta”, dijo Putin. El líder ruso considera que en el mundo “hay cada vez más gente que apoya nuestra posición de defensa de los valores tradicionales, que durante milenios fueron la base espiritual y moral de la civilización de cada pueblo, valores de la familia tradicional, de la vida humana verdadera”. El dirigente ruso subrayó que se refería a aspectos materiales, morales y religiosos. “Claro que esto es una posición conservadora”, admitió.
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