'Nacido en Gaza', documental dirigido por Hernán Zin, da voz a niños palestinos
Hamada, de 11 años, fue uno de los supervivientes del ataque del Ejército israelí en una playa de Gaza, el pasado mes de julio. / HERNÁN ZIN
No hay imágenes de bombardeos, ni trágicas visitas a hospitales, ni siquiera tiros por las calles. El horror está en los ojos de los niños, en las palabras que van arrojando, serios pero secos de lágrimas, ante la cámara. Nacido en Gaza,el documental dirigido por el argentinoHernán Zin y producido por el periodista Jon Sistiaga y la cantante Bebe, que se estrena el próximo día 12 en las salas, deja a un lado el conflicto político para centrarse en el día a día de 10 niños palestinos, entre 11 y 14 años, en la franja de Gaza. Zin llegó en la última ofensiva israelí, en agosto pasado, y regresó tres meses después para ver qué había cambiado en la vida de estos niños. Nada, no había cambiado nada. Mohamed, en lugar de rebuscar en las basuras en busca de botellas de plástico que luego vendía, ayudaba ahora en el puerto a los pescadores, en las mismas condiciones de miseria. La niña Sondos se recuperaba de las heridas —“se me salieron las tripas”— provocadas por una bomba en la mezquita, antes de viajar a Alemania para someterse a una intervención definitiva. Montazar seguía con la mirada más triste y desoladora que uno pueda imaginar, sin conseguir superar la muerte de cuatro de sus primos mientras jugaban al fútbol en la playa cuando un misil israelí acabó con su diversión.
Hernán Zin es un buen conocedor de los conflictos en el mundo. Con su cámara ha recorrido las zonas más míseras del planeta. Junto a Jon Sistiaga ha realizado reportajes para Canal Plus en países como Afganistán, India, Honduras, Sudán o Kenia. Premio Internacional de la Academia de Televisión de España en 2010, el realizador visitó por primera vez la franja de Gaza en el verano de 2006, cuando se produjo el secuestro del soldado israelí Gilad Shalit (liberado cinco años después) y la ofensiva que se produjo en la zona. Se quedó allí, escribió un libro y comenzó una vinculación tan fuerte con Gaza imposible de romper. “Después de 20 años de cubrir conflictos, nunca he visto nada como lo que se vive en Gaza”, confiesa Hernán Zin en Madrid, que compara de alguna manera la situación en Palestina con la que se vive en la ciudad india de Calcuta. “Gaza es como Calcuta, pero bajo las bombas. La diferencia es que mientras en Calcuta la pobreza es casi inevitable, la de Gaza es inducida por el ser humano, a través de un bloqueo brutal que busca empobrecer a la gente en Gaza para doblegarla. Algo difícil cuando uno se topa con los palestinos, una gente dura y muy resistente que se toma las cosas con mucha filosofía, aunque creo que ya están tocando fondo. Los he visto más desesperados y hundidos que nunca”.
Fue la muerte de cuatro niños en una playa de Gaza por disparos del Ejército israelí cuando jugaban al fútbol, el pasado 16 de julio, lo que puso de nuevo a Hernán Zin de camino a la zona. Fue, sin duda, el punto de inflexión para abandonar el viaje que estaba realizando por América Latina y presentarse de nuevo allí. “He contado muchas guerras, pero, en esta ocasión, la quería contar de otra manera. Quería pararme y escuchar a estos niños, abstrayéndonos de bombas, tanques o disparos. Lo que me encontré fue mucho más real que cualquier guerra. Mi objetivo es únicamente humano. En medio de tanto ruido y manipulación, he querido obviar el conflicto político para centrarme en esta voz incontestable de estos niños, que el mundo vea cómo viven”.
En todo conflicto hay datos y cifras —la mitad de los habitantes de Gaza tienen menos de 18 años, el 70% de las víctimas son civiles, 400.000 niños palestinos sufren estrés postraumático, se apunta en el documental— que esconden rostros y palabras. “No nos dejan vivir. Nos cierran el mar y los túneles. ¿Qué quieren de nosotros. Cada dos años tenemos una guerra. Yo he tenido que dejar el colegio para buscar botellas de plástico en la basura. Soy muy pequeño para hacer esto”. Quien habla es Mohamed, mientras lucha contra el caballo que tira del carro. “Mi hermano tenía 22 años y me quería mucho. Vi cómo una bomba le destrozaba. El pedazo más grande que quedó de él era así....”, asegura Udai, mientras señala con las manos un trozo de apenas cinco centímetros. “Nosotros no cultivamos bombas. Somos agricultores pacíficos. No tenemos de qué vivir”, se lamenta Mahmud, cuya granja familiar ha sido pasto de la destrucción y ha dejado la tierra sin posibilidad de cultivo.
Todos saben lo que pasa fuera de sus fronteras y se comparan con los otros niños del mundo. “Quiero ir al colegio sin miedo”, explica Mahmud. “No tenemos vida de niños. No nos dejan vivir. Estamos encerrados por tierra, mar y aire”, dice Montazar, uno de los tres niños que sobrevivieron a los disparos del Ejército israelí mientras jugaban al fútbol en la playa. Perdió a cuatro primos y, ante la cámara, dice desafiante: “Yo quiero entrar en la resistencia y así vengar la muerte de mis primos”. Hamada, de 11 años, también vivió esa tragedia. “Por jugar al fútbol mataron a cuatro y nos hirieron a otros cuatro. ¿Qué harán de nosotros cuando seamos adolescentes?”.
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