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Han pasado 30 años desde que el término trastorno afectivo estacional (TAE) se utilizó por primera vez para describir la depresión de invierno. Pero hay quienes piensan que es un término que hoy en día se utiliza muy a la ligera.
Una empresa de energía ha instalado lámparas de fototerapia en las paradas de autobuses de Noruega para ayudar a los residentes a hacer frente a la oscuridad del invierno.
En 1984 el psiquiatra Norman Rosenthal utilizó por primera vez un término que cambió la forma en la que la gente pensaba acerca del invierno.
El trastorno afectivo estacional describe un tipo de depresión con un patrón estacional, que por lo general ocurre durante el invierno.
Se cree que la falta de luz afecta la parte del cerebro que controla el sueño, el apetito, el deseo sexual, el estado de ánimo y de actividad. Los pacientes experimentan letargo y un ansia de alimentos azucarados.
Rosenthal también incluyó el término en un artículo que escribió luego de trasladarse desde el cálido clima de Johannesburgo en Sudáfrica al noreste de EE.UU. donde los inviernos son más severos.
"Me tomó cerca de tres años de observar cómo los inviernos se alternaban con los veranos", dijo Rosenthal, que da clases en la Universidad de Georgetown en Washington. "Se daba por hecho que la gente se ponía de mal humor en invierno, que no estaba tan feliz".
Pero el trabajo de Rosenthal y otros especialistas estableció que para algunas personas era más que eso.
La idea de que muchos son menos felices en invierno oscurece el hecho de que para un grupo de personas más pequeño está sucediendo algo más serio.
"Se convierte en una condición médica cuando tiene consecuencias en la vida de las personas, como no poder ir a trabajar, o cuando afecta su calidad de vida", dice Rosenthal.
Cada vez más aceptado
El TAE ha sido aceptado como condición médica por muchos. En muchos países se ofrecen consejos, y también ha ganado terreno significativo en la cultura popular.
En Reino Unido el término fue utilizado por primera vez por el Times en 1988, en un artículo que destacaba una relación entre los trabajadores del turno de la tarde y la falta de luz.
Desde entonces, se ha filtrado poco a poco en el lenguaje común. Según Google Trends el término es mucho más comúnmente buscado en Canadá y Estados Unidos.
Rosenthal admite que el acrónimo -que sugiere el tipo de sentimientos que experimentan los enfermos- fue elegido para lograr el máximo impacto en los medios de comunicación. Y parece que funcionó.
Sarah Jarvis, médica británica, se dio cuenta hace una década de un aumento en las personas que llegan a su consulta citando depresión de invierno. Pero muchas resultaron tener "tristeza de invierno", dice ella.
"Es muy difícil, porque la tristeza de invierno es algo muy común. La mayoría de nosotros encontramos que en esta estación nuestro estado de ánimo se ve afectado".
Es similar a la forma en que las personas etiquetan mal otras condiciones, adoptando un término que han oído con anterioridad, dice Jarvis. Para padecer de TAE un paciente debe haber sufrido depresión durante dos años consecutivos, explica.
La tristeza de invierno a menudo implica una falta de sueño mientras que el trastorno afectivo estacional significa que las personas están permanentemente cansadas y pasan más tiempo en la cama.
Jarvis estima que entre el 3% y el 5% de la población de Reino Unido sufre de este trastorno mientras que una de cada ocho personas (12,5%) experimenta "tristeza de invierno", un cambio mucho menos definido en el estado de ánimo.
Rosenthal sugiere que el 6% de las personas en Estados Unidos sufre de la forma más aguda del TAE y que otro 14% tiene nostalgia de invierno.
Un estudio encontró que la forma más severa afectó al 1,5% de la población en el sur del estado de Florida, con un promedio de siete horas de sol al día, incluso en invierno, llegando a casi el 10% en el norte del estado de New Hampshire, que obtiene sólo cuatro horas diarias en noviembre y diciembre.
Jenny Scott-Thompson ha sido diagnosticada con trastorno afectivo estacional. Cada año, entre septiembre y abril sufre impulsos suicidas.
Después de conseguir licenciarse en matemáticas en la Universidad de Cambridge y conseguir un trabajo en el centro financiero de Londres, el trastorno le afectó demasiado.
"Luché con períodos de agotamiento y la pena en que vivía parecía desproporcionada con lo que estaba pasando en mi vida", dice ella. Scott-Thompson buscó ayuda y se le diagnosticó depresión de invierno.
El médico le recomendó pasar periodos junto a una caja de luz especial y trasladarse a otro lugar más soleado en invierno. De repente, su vida tomó un cariz diferente.
"Fue increíblemente eficaz. Ese año (2009-10) fue la primera vez en seis años que llegué desde finales de septiembre hasta abril sin tener sentimientos suicidas. Me di cuenta que no todo el mundo está acostumbrado a pasar la mitad del año odiando y queriendo morir".
Rosenthal aboga por el uso de la luz eléctrica, entre otros métodos, para compensar los efectos del trastorno.
La terapia de luz es algo que ya se hacía en la antigüedad. El médico griego Hipócrates abogaba propiedades curativas a la exposición al sol. A partir de finales de 1800 la helioterapia o fototerapia, se hizo popular.
Algunos niños enfermos de tuberculosis en barrios marginales, donde había poca luz solar disponible, fueron llevados a refugios donde pudieran pasar tanto tiempo al aire libre como fuera posible.
Los tratamientos de luz se han utilizado para otras dolencias. En 1903, Niels Ryberg Finsen fue galardonado con el Premio Nobel por inventar una lámpara ultravioleta para la tuberculosis cutánea.
Discrepancias
Rosenthal dice que los médicos no están haciendo a los pacientes las preguntas correctas, como, por ejemplo, si los síntomas que describen son de temporada o los sienten todo el año.
Pero no todos los científicos creen que el TAE es una condición distinta a la nostalgia de invierno. En 2008 el psiquiatra noruego Vidje Hansen, catedrático de psiquiatría de la Universidad de Tromso arrojó dudas.
"Si va a encontrar personas con TAE, sería aquí en Noruega, donde no tenemos sol durante dos meses del año", dijo.
En cambio no hubo correlación entre la depresión y la cantidad de luz después de un análisis de 8.000 personas en Tromso, escribió.
El punto de vista de Hansen, aparentemente, no es compartido en toda Escandinavia, donde en gran parte del país casi no hay luz del sol en invierno.
En la norteña ciudad sueca de Umea, una empresa de energía ha instalado lámparas de fototerapia en las paradas de autobuses para ayudar a los residentes a hacer frente a la oscuridad del invierno.
Mientras, la ciudad noruega de Rjukan, rodeada de montañas, ha erigido espejos gigantes para redirigir la luz solar en la plaza principal.
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