No hay menos que un júbilo inmenso cuando el regreso de estos grandes hombres ha sido tan añorado por sus familias y por el pueblo cubano
Autor: Madeleine Sautié | madeleine@granma.cu
Saber que Tony, Ramón y Gerardo están en suelo cubano es una emoción difícil de describir. Desde el amanecer a los hogares cubanos había llegado la noticia de que Raúl nos hablaría a las 12, porque tenía algo muy importante que decir a su pueblo, y que finalmente pisarían tierra cubana los tres Héroes nuestros que nos quedaban aún en cárceles de Estados Unidos sufriendo hace 16 años el frío interminable que solo acaba con el abrazo de los seres queridos.
Demasiado añorado el regreso, no solo por la familia que los vio nacer, crecer, hacerse hombres de bien y acrecentar su talla humana al poner su vida al servicio del bien de su patria, para tomárselo con calma. Demasiado larga la ausencia del padre, el esposo, el hijo, el hermano, para que tanta dicha quepa fácilmente en el corazón.
La angustia de la infinita espera la hemos experimentado todos. Todos aquellos que vemos en el hijo ajeno la dicha o el dolor del nuestro; en aquellos que cruzamos los dedos cuando pensamos en la posible desgracia de ver a los nuestros en la grisura de una cárcel, los que besamos a nuestros padres y vemos en la blancura de sus cabellos y en la arruga del tiempo el desvelo con que nos han protegido.
Durante 16 años los rostros de mujeres como Mirta, Elizabeth, Adriana, Maruchy, Magaly, por solo citar algunos de los nombres más cercanos a nuestros Gigantes, nos han estremecido. Nos ha conmovido la mezcla de dolor y esperanza que sin que les flaqueara la voz supieron transmitir en no pocos parajes del mundo hasta donde llegaron para romper el silencio de tamaña injusticia. Sus ojos secos, llorando solo por dentro, no cejaron en el empeño de mirar a sus seres queridos —o escucharlos— de frente y decirles con el disimulo de la sonrisa necesaria, que el día feliz llegaría.
Estas líneas crecen mientras el abrazo interminable tiene lugar. Justo cuando esos grandes que se ausentaron —solo físicamente—no hallan qué hacer, qué preguntar, en quiénes reparar una y otra vez en el estrecho espacio familiar, un pueblo que los quiere imagina los diálogos, supone las emociones, conjetura los planes, las promesas, los besos… y tanto que decir.
Mientras, afuera, los comentarios no cesan, la gente está feliz por Adriana, que ya tiene a su Gerardo con ella, que se hará muchas fotos nuevas, testigos de un presente hermoso que empieza ahora, que podrá tener su hijito…; supone a las hijas de Ramón rodeándolo hasta ahogarlo de cariño, y dejándole un pedacito a Elizabeth, su probado amor. Mirta, con esa energía vital ¿escuchará a Tony o tendrá tanto que contarle que no tendrá por dónde empezar? Tal vez Maruchy, la hermana, tomará alguna distancia para contemplar la dicha de ver juntos a su madre y su hermano y esperar su turno para cederles a esos dos “enamorados” todo el espacio que les han restringido.
También pensamos en el abrazo de los tres con René y Fernando, quienes pudieron experimentar antes el sabor del regreso al hogar, pero que no consiguieron la felicidad completa hasta saber a sus hermanos compartiendo esta nueva experiencia común, la de la vuelta necesaria y triunfante.
Muchas expresiones de alegría se dibujan hoy en los rostros cubanos. Apretones de mano, besos, brindis, felicitaciones, algarabías, expresiones de franco regocijo son espontáneas manifestaciones de júbilo, también por la normalización de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba, un viejo tema que felizmente se resuelve justo el día en que los hijos pródigos pisan de nuevo el suelo del hogar.
Las horas y los días pasarán por mucho tiempo inadvertidos, como detenidos por la magia de un cariño renovado, robustecido… Conseguir el sueño será difícil y al cansancio se resistirán las viejas melancolías trastrocadas ahora en dicha verdadera. Al despertar hasta podrá parecerles mentira la realidad, ilusión la maravilla... Tal vez alguno de los Héroes echando mano a la palabra del poeta, sonriendo y sacudiendo dulcemente a uno de los suyos les diga: “Mírame, soy tu amor, regresé.”
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