Las mujeres separadas de Burkina Faso son marginadas por familiares y amigos. Una asociación las ayuda a fortalecerse
Después de divorciarse, Madame Suzanne Ilboudo se dio cuenta de que sus amigas querían verla cada vez menos. Comenzó a sentirse apartada y se lo contó a otras camaradas que también se habían separado. A todas les ocurría lo mismo. “Los propios familiares no quieren frecuentar a la mujer divorciada, no aceptan fácilmente tu vuelta al hogar y tus amigas ya no se quieren acercar a ti porque piensan que vas a darles malos consejos, aunque no sea cierto”, explica Madame Ilboudo. Esta situación la motivó, junto a otras seis mujeres, a crear en el año 2007 la Asociación de Mujeres Divorciadas y mujeres y niños en dificultad (Afedi en sus siglas en francés) en Uagadugú, la capital de Burkina Faso.
Afedi es una asociación atípica y osada por un simple motivo: que aparezca la palabra divorciadas en su nombre. En Burkina Faso éste es un asunto tabú que supone la marginación de la mujer, a quien se considera responsable de ese divorcio. Al tratarse de una cuestión incómoda en la sociedad burkinesa, las personas a quienes Madame Ilboudo contaba el proyecto que pretendía poner en marcha le decían que iba a fracasar. “¡Pero somos divorciadas! No tenemos vergüenza de decirlo”, explica esta señora sin ningún reparo. La asociación, sin embargo, cumple ya ocho años y a día de hoy está formada por 200 mujeres, tanto divorciadas como no.
El número de divorcios no está del todo claro en Burkina Faso. El Anuario estadístico de 2013 del Ministerio de la Justicia comienza a tener en cuenta las cifras de separaciones admitidas a partir de 2012, con 312 en todo el país. En 2013 el número se mantiene en 315. Otroestudio sobre los efectos de la ruptura matrimonial en la mujer en Burkina Faso realizado en 2012 por la Universidad de Uagadugú y la Universidad Catholique de Louvain de Bélgica indica que, de 3.871 mujeres que se habían casado al menos una vez, 356 se habían divorciado.
Las estimaciones recogidas por el Ministerio de Justicia no representan la realidad puesto que el Derecho burkinés sólo considera los matrimonios civiles. Así, los divorcios que pudieran darse por los casamientos por la iglesia, la mezquita o a la manera tradicional —sin pasar por el Ayuntamiento— no figuran en las estadísticas. No obstante, las demandas de divorcio no hacen más que aumentar, según constata Fatimata Sanou Touré, presidenta del Tribunal de Gran Instancia de Uagadugú. “Yo creo que es porque la gente está cada vez más informada de sus derechos y cada vez hay más casamientos civiles, pero también porque cada vez hay más tolerancia y más individualismo” como en Europa, cuenta Sanou Touré.
Así como el divorcio es aún un tema tabú en Burkina, el matrimonio es muy importante en los planos cultural, religioso y social. “La sociedad prefiere que la gente no viva sola y que se case. Que alguien viva solo, sobre todo la mujer, no está bien visto”, cuenta Ilboudo. Pero para ella, que además es madre y profesora en la universidad, está habiendo un cambio “de una manera lenta, porque en la sociedad hay aún muchos analfabetos. Poco a poco la gente está más instruida y se va constatando”, explica sobre un país donde la tasa de alfabetización de mujeres entre 15 y 24 años es del 33,1% frente al 46,7% de hombres, según los últimos datos de Naciones Unidas.
La idea de crear Afedi partió del deseo de luchar contra la marginación de las divorciadas más pobres. Debido a que, a menudo, es el hombre la principal fuente de ingresos de la familia, la economía se convierte en un elemento principal a la hora de tomar esta decisión. “Si la mujer no tiene ingresos suficientes y depende del marido para mantener a sus hijos, va a preferir no divorciarse, a pesar de que ahora no hay tanto miedo como antes a pedir el divorcio”, asegura la fundadora de Afedi. Pero, aunque esta fue la idea de partida, también forman parte de Afedi otros grupos de mujeres que pasan dificultades: solteras, ya que también está mal visto serlo después de haber llegado a la edad de casarse; casadas con problemas conyugales que buscan consejo para evitar la separación, y viudas porque su nivel de vida disminuye por la muerte del cónyuge.
“Las reuniones nos dan ideas que luego compartimos con nuestras amigas, ya estén separadas o pasando dificultades” cuenta Edith Momo, de 61 años, y miembro de Afedi desde hace seis meses. Fati Kafando también forma parte de la asociación porque le sirve de apoyo. Vive con su marido pero éste tiene otras dos mujeres y ella es la que se hace cargo de la manutención de sus hijos. “Es como si estuviera sola”, confiesa.
Albertine Kouraogo está casada y tiene 24 años. Asegura que no tiene miedo de la palabra divorciada ni de que se le asocie con Afedi. “Aprender a escribir y leer mi lengua materna [el morée] es lo que me animó a unirme”, cuenta esta señora. Por su parte, Nana Zenabo, divorciada hace ocho años, se unió porque sentía que no podía confiar en nadie. “Aquí podemos hablar de nuestros problemas entre nosotras o con un consejero conyugal”. Asimismo, Marguerite Konbolbo, divorciada hace 10 años, asegura que sólo allí puede intercambiar impresiones y experiencias con otras mujeres en su situación.
Debido a las circunstancias de estas mujeres, Afedi realiza también actividades de alfabetización, talleres de tejido de la tela de algodón tradicional de Burkina Faso, de fabricación de jabones o de preparación de salsas para acompañar al arroz. Todas ellas se llevan a cabo con la intención de que las alumnas sean independientes y encuentren una actividad que les permita sobrevivir.
La Asociación de Mujeres Divorciadas no busca ser un club que anime a otras a dejar a sus maridos. Esa es la visión equivocada que, a veces, se tiene en Burkina Faso. “El divorcio no es bueno pero es una realidad”, explica Madame Ilboudo. “Estamos hartas de que nos marginen, queremos que la gente sepa que las mujeres sufrimos en silencio”, comenta. Por eso, muchas se acercan a Afedi para pedir ayuda y consejo, incluso las no divorciadas. “Quizás las que se separaron no lo habrían hecho si hubieran tenido un mediador familiar que las aconsejara y apoyara”, reflexiona Ilboudo.
De hecho, uno de sus objetivos es animar a las mujeres a que vuelvan a casarse, aunque esta es una decisión que depende de cada una. “Algunas prefieren quedarse solas”, cuenta Ilboudom al tiempo que explica que siempre preocupan los hijos y tienden a centrarse en ellos. Cuando se le pregunta si ella volvería a pasar por el altar, responde: “Tengo la costumbre de decir que me voy a volver a casar y la gente se ríe porque tengo 52 años. Dicen que no vale la pena pero la vida no hace más que continuar, la vida continua…”
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