Colombia ha pasado de ser un estado fallido a una de las principales economías de América. Ahora está en la encrucijada
Crónica de un consenso anunciado: quizás así se pueda empezar a describir la impresionante transformación, de menos de dos décadas, de Colombia. En dicho periodo, un país que muchos consideraban un estado fallido se ha convertido en una de las principales economías de América Latina, y ademas con una sociedad cada vez más avanzada y progresista. Basta con pensar, por ejemplo, en el reciente consentimiento que dio la Corte Constitucional a la adopción por parte de parejas homosexuales.
Esta historia de superación y metamorfosis sigue desarrollándose delante de nuestras narices. El 19 de noviembre el país alcanzó otro hito con el tercer aniversario de las negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Además del aniversario, la designación de marzo de 2016 como fecha para la posible firma de un acuerdo final crea esperanza y optimismo en el país. Fuera de Colombia, cada vez son más quienes imaginan la posibilidad de un país en paz.
Pero significa también que el tiempo corre y sostener el proceso con éxito dependerá del consenso político que emerja entre numerosos actores claves– con el entendimiento de que la conquista de la paz tiene prioridad sobre cualquier otra preocupación. ¿Cómo llegó Colombia a este punto, y qué lecciones se pueden destilar para otros países alrededor del mundo?
Llegar a la Colombia de hoy no ha sido tarea fácil. Pero al final, las FARC, quienes en su momento disfrutaron altos niveles de apoyo en las áreas rurales, vieron su popularidad desvanecer mientras su involucramiento con el tráfico de drogas aumentó. Su popularidad también disminuyó a medida que el Estado lograba importantes victorias militares y mejoraba sus inversiones en áreas rurales.
El secreto de Colombia es que sucesivas administraciones de gobierno, de diferentes colores políticos, lograron construir consensos amplios en torno a un número de reformas estructurales poco populares, con el fin de abrir la economía del país, invertir en desarrollo social y fortalecer la seguridad. La construcción y el mantenimiento de estos consensos es algo impensable en muchos países, en especial cuando están involucrados actores políticos muy distintos. Colombia muestra la importancia de dejar de lado medidas miopes. Reformas que son dolorosas a corto plazo, rinden frutos en el tiempo.
Y hoy los frutos son visibles. En un periodo de trece años, Colombia aumentó en un 500% sus niveles de inversión extranjera directa. Los niveles de pobreza también cayeron drásticamente. Mejoras substanciales en cuanto al acceso a los servicios de salud y al agua potable se han traducido en un aumento en la expectativa de vida, mientras que la mortalidad infantil ha disminuido. El desafío ahora es cómo seguir ampliando estos logros, especialmente en una economía global incierta.
El colombiano que hace diez años no tenía mucha esperanza para el futuro, no solo es testigo de lo poderosos que han sido estos consensos, sino que los puede palpar en su día a día, al igual que sus hijos. Sin ser ingenuos, es de esperar que esta mejora en la calidad de vida sea robustecida una vez se firme un acuerdo de paz. Pero una firma en un papel no equivale a una paz inmediata.
El presidente Santos tiene que vivir a la altura de las expectativas y redoblar sus esfuerzos. Es una encrucijada, ya que los desacuerdos políticos alrededor de las negociaciones con las FARC ponen bajo amenaza los consensos políticos de las últimas décadas, según analiza el nuevo informe del Atlantic Council, El camino a la paz y prosperidad: El milagro colombiano. Ponerle punto final al conflicto armado requerirá de enormes inversiones políticas y financieras. Es de esperar que la comunidad internacional aproveche la oportunidad para multiplicar su apoyo hacia el país.
Absolutamente nada del milagro colombiano fue fácil, ni expedito. Austeridad fiscal, un mercado con menos regulaciones, descentralización política; la lista de reformas difíciles—sin resultados inmediatamente tangibles—es extensa. Un componente crucial de la receta del milagro colombiano ha sido la habilidad de cooperar entre diferentes líneas partidarias y negociar las políticas de difícil implementación.
Con el tema de paz ligado tan cercanamente al de la estabilidad económica, Colombia tendrá que prestar atención particular a la eliminación de obstáculos a la innovación y al crecimiento económico. La Alianza del Pacifico continuará posicionando a Colombia como destino atractivo de flujos de inversión extranjera directa desde otras regiones, especialmente de Asia. Pero la pregunta clave es cómo se seguirá integrando Colombia a los flujos comerciales existentes, en una coyuntura en la que el Acuerdo Transpacífico (TPP)—del que Colombia no forma parte— está a punto de ser ratificado.
El milagro colombiano es sorprendente y el progreso de años recientes es un modelo a seguir tanto regional como globalmente. En esta crónica de un consenso anunciado, Colombia ahora está por cerrar un capítulo. Sin embargo, la búsqueda del consenso entre actores claves tiene que prevalecer en los capitulos que quedan por escribir. Solo de esta manera Colombia seguirá siendo una historia de éxito y podrá aprovechar las oportunidades que llegarán con la paz.
*Jason Marczak es Subdirector del Centro para América Latina Adrienne Arsht del Atlantic Council.
http://internacional.elpais.com/
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