domingo, 22 de noviembre de 2015

Vidas recuperadas 39 años después

Delia Giovanola no olvidará el momento en que le dijeron que su nieto estaba al otro lado del teléfono. “¿Vos sabés lo que es volar como una libélula a los 89 años?”, se ríe ahora mientras recuerda cómo corrió hasta el aparato. Llevaba 39 años buscándolo. Ella y su otra nieta, Virginia, la hermana de Martín, removieron todo para encontrarlo. Él sospechaba hace años que podía ser hijo de desaparecidos, pero no se animaba a acudir al banco de datos genético de Abuelas de Plaza de Mayo, la organización argentina que desde 1976, en plena dictadura, busca a los hijos de desaparecidos nacidos en cautiverio y secuestrados por los militares, que asesinaron a sus madres.


Martín sabía, pero esperaba. No quería ver el desgarro de sus padres de crianza. Ellos le registraron como adoptado y no tuvieron participación directa en la dictadura. Pero con cada nieto recuperado hay un juicio y una pena, por mínima que sea. Él esperó a que murieran. Primero lo hizo el padre, en marzo, y tres meses después, la madre. Fue la señal, se animó y el banco confirmó que es nieto de Giovanola, una de las 12 fundadoras de Abuelas. Es el nieto recuperado número 118. Aún quedan 350.
Pero las historias que rodean el mundo de la tragedia de los desaparecidos argentinos siempre conllevan dolor. Con la alegría de Delia y Martín, que ahora hablan casi cada día por skype, vino un lamento. Virginia, la otra nieta, se suicidó en 2011, nunca pudo conocer a su hermano. “Buscando un nieto, perdí una nieta, Virginia se quitó la vida, tuvo una depresión muy grande, fue una consecuencia más de la dictadura”, se lamenta Delia. Antes de morir dejó los datos genéticos que demostraron que Martín es su hermano al 99,9%.
Él sospechaba hace años que podía ser hijo de desaparecidos
La lucha de estas dos mujeres recorrió el mundo y está recogida en un documental, Hermanos desangre. Virginia tenía tres años cuando los militares se llevaron a su padre y a su madre embarazada de Martín. Su abuela la llevaba desde el primer día a las concentraciones en la Plaza de Mayo. “No tenía con quién dejarla, estábamos muy solas, su padre era hijo único. Ella jugaba con las palomas. Hasta que se empezó a poner bravo, los militares nos amenazaban con las armas, y dejé de llevarla”, recuerda.
A partir de los 18 años, Virginia convirtió la búsqueda de su hermano en la lucha de su vida. No encontrarlo la devoró. Le escribió ocho cartas a su hermano perdido que muestran su desgarro. Martín está buscando ahora la historia de la familia, ha visto el documental, ha leído las cartas y se siente un poco culpable, cuenta Delia. Piensa que si se hubiera acercado antes a Abuelas tal vez podría haberla salvado.
Pero Delia no quiere pensar en eso, prefiere concentrarse en la euforia de las buenas noticias. Tiene un nieto y dos bisnietas de los que disfrutar, aunque sea a distancia. Martín vive fuera de Argentina desde hace 15 años. “¡Mi papá no se llama Martín!”, se queja porskype una de las bisnietas. Delia Giovanola le explica que lo buscó como Martín 39 años. A él no le molesta que lo llame así. Pero todo va a costar tiempo, Delia lo sabe.
Está bien de salud y solo quiere abrazarlo, “gastarlo”. Estas Navidades espera encontrarse con él. Habla como si hubiera recuperado una segunda juventud. “Yo no lo quiero acosar con preguntas, solo sé que fue muy feliz con sus padres de crianza, que ha tenido una vida plena. Él sí me acosa a mí, quiere saberlo todo. Estoy revolviendo en las cajas porque quiere fotos de colores del padre, de la madre y de la hermana. Él está abierto a una entrega total. Las nenas me dicen chau abuela. Estoy viviendo un sueño”, se emociona. El círculo se ha cerrado después de 39 años.


 Buenos Aires //http://internacional.elpais.com/

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