lunes, 16 de febrero de 2015

El problema del islam en Dinamarca

  • Los atentados de Copenhague acentuarán el escepticismo danés hacia los musulmanes

  • '¿Ha funcionado la integración? No', dijo esta Navidad la primera ministra Thorning-Schmidt


Dos mujeres con velo, junto a las flores dejadas en honor a las víctimas de los ataques en Copenhague. Afp


Guste o no, el islam en Dinamarca se percibe como un problema. Tanto, que el tema más recurrente en todas las campañas electorales celebradas desde 2001 ha sido la denominada inmigración de países no occidentales, léase inmigración musulmana. Los atentados del pasado fin de semana, cometidos por Omar Abdel Hamid El-Hussein, un joven islamista de origen palestino y pasado criminal, acentuarán sin duda el escepticismode buena parte de los daneses hacia los musulmanes, por mucho que todo indique que los extremistas siguen siendo una minoría.
Un escepticismo al que puso cifras este mismo mes una encuesta realizada por YouGov: un 50% de los daneses se muestra partidario de limitar la inmigración musulmana, tal y como ha propuesto, aunque empleando el término inmigración no occidental, el nacionalista Partido Popular Danés (DF). Un 31% considera incluso que no debería superar el 5%. Actualmente, se estima que el porcentaje de musulmanes residentes en Dinamarca sobre el total de la población es del 4,1%. El porcentaje total de población extranjera se sitúa en torno al 10%.
En los círculos más políticamente correctos del país, concentrados sobre todo en torno al diario 'Politiken', se solía culpar al DF de la grave crisis internacional provocada en enero de 2006 por las viñetas de Mahoma que publicó el diario 'Jyllands-Posten'. A cambio de concesiones en política de extranjería, el DF llevaba entonces cinco años como fiel aliado parlamentario del Gobierno de centro-derecha que dirigía el liberal Anders Fogh Rasmussen, posterior secretario general de la OTAN. El debate sobre los desafíos que planteaba la inmigración, sobre todo la musulmana, era feroz y el DF era quien más alzaba la voz. La tesis políticamente correcta sostenía que el partido que entonces lideraba Pia Kjærsgaard había creado un clima irrespirable que alienaba a los musulmanes y los marginaba de la sociedad danesa. Las viñetas y las posteriores reacciones habrían sido producto del fuego atizado por el DF, que seguiría dictando políticas a la coalición liberal-conservadora hasta que el centro-izquierda ganó las elecciones de 2011.

El ascenso del nacionalista Partido Popular Danés

Cuatro años depués, con la veterana Kjærsgaard aún activa en el Parlamento, pero con Kristian Thulesen Dahl como nuevo jefe, el DF sigue creciendo en los sondeos y podría incluso ser el partido más votado en las legislativas de este año. El gran éxito del DF, sin embargo, no es tanto su constante avance electoral, sino el hecho de que, en mayor o menor grado, ha conseguido desplazar hacia sus posiciones sobre inmigración, y por tanto sobre cómo prevenir el extremismo islámico, a la práctica totalidad del espectro político danés, con excepción de la extrema izquierda. De hecho, el Gobierno de la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt (en coalición con los social-liberales) defiende hoy como políticas innegociables diversas iniciativas adoptadas en la era Fogh, bajo el dictado de Kjærsgaard y Thulesen, pese a que en su día el centro-izquierda las tachó de xenófobas.
Varias razones explican esta evolución. En general, los partidos políticos daneses ya no discuten que la delincuencia entre inmigrantes de origen musulmán es excesiva. Según Danmarks Statistik, el instituto oficial danés de estadística, el índice de delitos cometidos por inmigrantes no occidentales (la gran mayoría procedente de países no musulmanes) es un 130% más alto que la media nacional, con los palestinos claramente en primera posición,seguidos de somalíes, turcos, marroquíes y paquistaníes. En 2008 se elaboró un informe sobre la necesidad de incorporar imanes a las cárceles que indicó que nada menos que el 20% de todos los reclusos eran musulmanes.

La clave del nivel socieconómico

Obviamente, el nivel socioeconómico de los inmigrantes no occidentales juega también un papel importante. Los musulmanes suelen pertenecer a las capas menos prósperas de la sociedad danesa, pero entre la clase política se considera que el tradicional estado de bienestar escandinavo ha hecho de muchos de ellos clientes del sistema reacios a trabajar. Casi la mitad de los inmigrantes musulmanes se encuentra en el paro, pese a que el índice de desempleo en Dinamarca es del 5%. En esta línea se expresó la primera ministra Thorning-Schmidt en su discurso televisado de Año Nuevo: "¿Ha funcionado la integración? No. La realidad es que demasiados inmigrantes y refugiados viven de las ayudas estatales. Debemos evitar los fallos del pasado. Imigrantes y refugiados no deben convertirse en clientes. Si vienes a Dinamarca, debes por supuesto trabajar".
En este país no existen zonas decididamente peligrosas, pero sí guetos donde la delincuencia y el paro alcanzan porcentajes muy superiores a la media: Tingbjerg y Mjølnerparken (de donde procedía El-Hussein) en Copenhague, Gellerup en Aaarhus, Vollsmose en Odense... Allí vive el "nuevo proletariado étnico", término acuñado en 2013 por la entonces ministra de Trabajo, Karen Hækkerup, y florece esa sociedad paralela musulmana que tanto inquieta a los daneses por su relación con el fundamentalismo islámico.
La tradicional tolerancia danesa respecto a las libertades individuales ha permitido que los extremistas se instalasen en estos barrios y realizasen sin obstáculos sus labores de proselitismo. Quizá por ello,Dinamarca es el segundo país europeo después de Bélgica, en proporción a su población, con más yihadistas en Siria. También parece ser la causa de que, desde 2006, hayan proliferado los planes terroristas en suelo danés. La Policía ha frustrado cerca de una decena.
La gran mayoría de las organizaciones musulmanas locales han condenado sin ambigüedades los atentados del fin de semana, pero entre quienes no lo han hecho destaca una vez más Hizb ut-Tahrir, un partido ultrafundamentalista, legal aquí, pero prohibido en Alemania y Suecia, que suele organizar manifestaciones y conferencias con nutrida asistencia, sobre todo en Nørrebro, el barrio de Copenhague donde se encuentra Mjølnerparken y donde fue abatido El-Hussein.
"Es vital que los musulmanes no condenemos los hechos de estos días, sino que los situemos en su verdadero contexto", pide la organización en un comunicado emitido esta mañana. "Los políticos daneses no tienen ninguna autoridad para tachar al islam de violento si se piensa en cuánta sangre tienen en sus manos. Son ellos quienes deberían condenar esa política de intervenciones en países musulmanes, de restricciones legales y de retórica hostil que conduce al odio, las amenazas, la violencia y los asesinatos".

PEDRO POZA MAUPAINEspecial para EL MUNDO Copenhague

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