viernes, 13 de febrero de 2015

Rousseff busca el apoyo de Lula en plena crisis política


La presidenta de Brasil se entrevistará con su mentor. Su popularidad tiene el nivel más bajo para un mandatario desde 1999



La presidenta Dilma Rousseff dejó el jueves Brasilia para viajar a São Paulo para hacer, principalmente, dos cosas: ir al médico por la mañana a una inspección rutinaria y entrevistarse después con su mentor político y quien la designó en 2008 como su sucesora al frente del país, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva. El encuentro ha generado un aluvión de interpretaciones variopintas y comentarios políticos en el país, ya que las relaciones personales y políticas entre Rousseff y Lula, poseedor aún de un enorme poder de convocatoria y una capacidad notable de influencia en la sociedad y en el Partido de los Trabajadores (PT), al que ambos pertenecen, son siempre objeto de análisis pormenorizado en la prensa brasileña.

Hay un dato incontrovertible: es la primera vez que se ven a solas y con tiempo desde que empezó el año, esto es, desde que Rousseff tomó posesión de su segundo mandato, y la entrevista se ha visto rodeada de tanto secreto oficial (no consta en la agenda presidencial, no se menciona el lugar del encuentro) como de repercusión en los medios brasileños.
Tampoco han sido divulgados oficialmente ni la duración, ni el motivo último del encuentro ni los términos, ni los temas de la conversación. Pero, entre las diferentes interpretaciones que abundan en la prensa brasileña, hay una que sobresale: Rousseff ha acudido a ver a su mentor en busca de apoyo para tratar de sortear alguna de las crisis que la maniatan y que la abocan a una legislatura tormentosa y difícil.
Varios son los frentes que acosan a la presidenta. El más evidente es el de la crisis económica que el país no acaba de sacudirse: los datos divulgados este jueves por el Banco Central de Brasil constatan que el país reculó a lo largo de 2014 un 0,15%. El informe añade que la economía brasileña coqueteará a lo largo de 2015 con la recesión. No ayuda el hecho de que el Gobierno, por medio de un ministro de Economía, Joaquim Levy, reclutado para contener el gasto, prometa recortes para equilibrar las cuentas. Un síntoma de las incertidumbres económicas que se abaten sobre Brasil hay que buscarlo en que el dólar se encuentra hoy a 2,84 reales, el precio más alto de 2004. Tampoco ayuda el hecho de que en el horizonte, debido a la falta de agua que aflige al Estado de São Paulo, con 44 millones de habitantes, se puedan producir restricciones de agua y de electricidad durante varios días.
Además del económico, Rousseff se enfrenta a un laberinto político: la Cámara de Diputados, presidida por Eduardo Cunha, del PMDB, un partido de ideología poco clara y de elementos heterogéneos, se ha declarado abiertamente hostil al Gobierno. Cunha, enemigo político de Rousseff, maniobra desde hace semanas para colocar a diputados contrarios a la presidenta en lugares clave, como comisiones de investigación o comisiones legislativas.
La presidenta brasileña ha caído en los sondeos desde un 42% a un 24% en sólo tres meses, según una encuesta de A Folha de São Paulo
Como remate se encuentra el escándalo de Petrobras, entrampada en una red corrupta que poco a poco va saliendo a la luz dejando un reguero de contratos millonarios fraudulentos y sobrefacturados, maletines de dinero escondidos en cuentas en Suiza y empresas compinchadas con ex altos cargos especializados en aceptar sobornos. La semana pasada, Rousseff destituyó la cúpula de la petrolera en un intento de frenar la sangría del descrédito de la que es la primera empresa brasileña y la primera empresa pública de América Latina. Pero el goteo de informaciones sobre la red de corruptos no para y amenaza con continuar durante meses.
Como consecuencia de todo esto, la popularidad de Rousseff se despeña. El pasado domingo, A Folha de São Paulo publicó una encuesta que reflejaba que la presidenta brasileña había caído en los sondeos desde un 42% a un 24% en sólo tres meses. Es su peor resultado como mandataria y, también, el peor para un presidente brasileño desde Fernando Henrique Cardoso, del PSDB (Partido de la Socialdemocracia brasileña), en 1999.
Rousseff, pues, necesita imperiosamente remontar. Y esa puede ser una de las causas que la hayan empujado a pedir ayuda a su mentor, bien para que se implique más en actos callejeros y en mítines que galvanicen (como sólo Lula sabe hacer) el espíritu del Partido de los Trabajadores o bien para que ayude a desatascar el cerrojazo de un Congreso adverso a base de influencia y mano izquierda. Por eso la presidenta, según la prensa brasileña, busca al expresidente, que no ha perdido su popularidad, que conserva buena parte de su prestigio internacional y a quien no le disgusta nada presentarse como salvador cuando el barco se hunde.


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