viernes, 13 de febrero de 2015

Los pequeños gigantes que protegen la naturaleza en América Latina


Miles de latinoamericanos enriquecen sus comunidades mientras trabajan para conservar las riquezas naturales del planeta



María Piedad muestra con orgullo los artículos de tocador caseros que ofrece a la venta en su local en los alrededores de la reserva Yum Balam en el sur de México.
Hechos de las mismas plantas medicinales que se han usado en la comunidad maya por generaciones, los jabones, champús y cremas tienen alta demanda en los complejos turísticos de la zona, otorgándoles a María Piedad y las demás mujeres del grupo nuevas oportunidades económicas y sociales.
Pero más allá de un sustento regular, el negocio también coloca a las mujeres de la etnia a la vanguardia de los esfuerzos de la conservación local.
“Aprendimos de las plantas medicales de nuestros abuelos,” cuenta María Piedad Tuz Ramírez, presidenta de Maya Dzak. “Ahora aprendemos cómo usarlas para hacer productos nuevos, pero siempre con el medio ambiente en la mente,” agrega.
Es difícil minimizar la importancia ecológica de esta reserva mexicana que abarca más de 150.000 hectáreas de la península Yucatán. Más del 96% de la flora es endémica y representa casi la quinta parte de la vegetación existente en toda la península, además de las cientos de especies de peces, aves, reptiles, anfibios y mamíferos que esas plantas albergan, algunas en vías de extinción.
Por lo tanto mantener los bosques de pie es mucho más rentable que talarlos por su peso en madera. De hecho, según Conservación Internacional, más del 40% de los ingresos de los medicamentos de mayor venta a nivel global aún depende de la selva para sus ingredientes activos. No obstante la deforestación, que en un 70% es propiciada por la expansión de la agricultura, amenaza a estas junglas tropicales.
Como consecuencia, incentivar las actividades económicas que promueven el mantenimiento del bosque en su estado natural es, a menudo, una forma muy efectiva de asegurar su sobrevivencia.
De esa manera a lo largo de Latinoamérica, comunidades y organizaciones locales trabajan para revitalizar los recursos de agua, reducir el uso de los contaminantes orgánicos persistentes y restaurar las tierras degradadas o sobre explotadas mientras desarrollan nuevas fuentes económicas sostenibles.
“Nuestros proyectos van de la mano con el medio ambiente,” afirma Ariana Torres Quirós de la Asociación de Mujeres Organizadas de Biolley (ASOMOBI) en Costa Rica. “En un momento se realizó un invernadero de árboles nativos de la zona para que los participantes sembraran, cerca de nacientes de agua y protegieran,” agrega.

Desarrollar las habilidades

Las mujeres de Maya Dzak y ASOMOBI representa dos de las decenas de miles de grupos y organizaciones comunitarias que se han beneficiado de la ayuda directa gestionada por el Programa de Pequeñas Donaciones (PPD) del Fondo para el Medio Ambiente Mundial para desarrollar habilidades, fomentar capacidad y llevar a cabo proyectos con el potencial de generar beneficios ambientales globales.
“El programa es una parte importante de la estrategia general, dado que llega a las partes interesadas que están al corazón de muchos de los problemas ambientales en regiones de importancia global. Estas comunidades son unas de las más afectadas y ciertamente son parte de la solución,” destaca Pilar Barrera Rey, oficial de operaciones del FMAM.
Al delegar la responsabilidad de los resultados de los proyectos a los beneficiarios, las comunidades pueden tomar control del proyecto desde la raíz. Esto entonces fomenta su capacidad de planear, implementar, monitorear y evaluar los impactos que tiene en su propia comunidad.
"Hemos creado una guía para ayudar a las mujeres a solicitar subvenciones", explica Ixim Jacks, una beneficiaria del PPD en Guatemala. "Se alienta a las mujeres a que identifiquen las necesidades de la comunidad y elaboren propuestas para resolverlas".
De la misma manera, se han abierto nuevas oportunidades para beneficiarios en Costa Rica.
“Cuando iniciamos éramos un grupo la mayoría amas de casa, nos daba miedo hablar frente a público, esto nos ha ayudado para creer en nosotras mismas y que somos capaces de esto y mucho más,” cuenta Quirós

Comunidades unidas

Hoy en día cinco países latinoamericanos – Brasil, Bolivia, Costa Rica, Ecuador y México - gozan de más recursos para entregar y con mayor autonomía para dirigir estos fondos de manera temática para responder a las prioridades específicas de cada país o zona.
“Al gestionar el financiamiento ellos mismos tienen mucho más control sobre las decisiones tomadas,” explica Nick Remple, asesor técnico global del PPD. “Como consecuencia, pueden ejercer influencia en una manera que crea propiedad, responsabilidad y en definitiva sostenibilidad,” añade. Hoy en día casi una tercera parte – un 29% - de los proyectos activos se realizan en América Latina con una inversión de unos US$ 42 millones.
En Yucatán, por ejemplo más de 60 comunidades trabajan juntas para estimular la producción de miel en la región lo cual ayuda a proteger las poblaciones nativas de abejas y las plantas de las cuales dependen, mientras en Costa Rica el programa ha abierto la puerta del ecoturismo brindando a las comunidades locales la oportunidad de preservar los recursos naturales de la zona además de sus tradiciones culturales.
En Ecuador, la cuenca del río Napo alberga un ecosistema único, irremplazable y amenazado por las industrias extractivas que operan en la zona. Al apoyar iniciativas locales que promueven actividades sostenibles, se han creado corredores biológicos que aumentan la resistencia de la región.
En las últimas dos décadas se han otorgado de manera directa más de US$460 millones a proyectos comunitarios en países en vías de desarrollo a lo largo del planeta, dándoles los recursos para enfrentar los grandes retos ecológicos y preservar su cultura.
Mary Stokes es productora online del Banco Mundial



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