sábado, 1 de octubre de 2016

La otra Orilla





Una noche con "Buena Fe"



Al caer la noche, Santurce es un abanico de posibilidades y un espacio constante de intercambio cultural. Uno de esos lugares plagado de historias lo es el Centro de Bellas Artes y su Sala Sinfónica Pablo Casals. El jueves 30 de junio, un público diverso y efervescente de energía fue encontrándose en dicho lugar para darle la bienvenida, por primera vez en Puerto Rico, a una de las bandas cubanas más destacadas de la nueva generación: Buena Fe.
Entre sonrisas, conversaciones y gente que se reconocía y saludaba, la hermosa sala se fue llenando de público. Una sensación de complicidad, de alegría y de sabor caribeño se sentía desde el baño, al atrio y hasta cada rincón de la Sala. Era digno ver cómo se entrelazaban entre el público las banderas de Puerto Rico y Cuba. En cierto momento, la luz de la Sala comenzó a bajar lentamente hasta que un silencio y oscuridad presagiaban una velada llena de luz.
En una explosión de sonidos en conjugación con un juego de luces, el concierto abrió con la apertura de parte de la banda puertorriqueña Misa ‘E Gallo. Con ese rico sabor tan único de su fusión musical, desde el primer acorde, pusieron al público en la punta de sus asientos. A pesar de problemas técnicos en el sonido con las voces (algo común en esta sala que está diseñada y especializada acústicamente para instrumentos y voces sin amplificación), la energía, pasión, entrega y disfrute de esta banda pudo más que ese percance fuera de su control.
Entre los temas que interpretaron, estuvieron: “Como dice la leyenda”, “Gravedad”, “¿Quién sabe?” y “Fantasmas”. La fusión de saxofón, trompeta, flauta, batería, percusión mayor y menor, bajo con las ricas texturas vocales de las coritas y su cantante principal, Jerry, en ese sancocho de ritmos caribeños que se funden en ellos, a un nivel intenso y exquisito, prepararon exquisitamente el camino en un conversatorio musical con Buena Fe.
Luego de un receso para ajustar el sonido de la sala y el cambio de bandas, se hizo la llamada para que el público tomara sus asientos. Con la sala apagada y al ver dos siluetas caminando hacia la parte frontal de la tarima, el público se desvivió en aplausos. Al encenderse la luz y su cantante principal, Israel Rojas, ver la misma casi llena y sentir el calor del público, se notó muy emocionado. Al terminar la primera canción – y como haría a lo largo del concierto en diferentes momentos – agradeció la presencia del público y reconoció las similitudes que en sus días en la Isla habían encontrado con Cuba.
Si el concierto fue una obra de arte en términos musicales y la selección de canciones, igual también se sintió íntimo por la confección física de la Sala y por el diálogo que entre canción y canción Israel sostenía con el público. En su rica fusión de ritmos, interpretaron las canciones: “Guantanamero”, “Soy”, “Puede que sí puede que no”, “Cada país”, “Nalgas”, “Libre”, “Catalejo”, “Mamífero Nacional”, “Pi 3,14”, “La culpa”, “Casanova”, “Intimidad”, “Volar sin ti”, “No juegues con mi soledad”, “Dame guerra”, “To be or not te vi”, “Miedos”, “Nacimos ángeles”, “Das más”, “Acompáñame” y  se despidieron con “Papel en blanco”. Ante el llamado de público de otra, Buena Fe regresó a tarima e invitó, en lo que aparentaba no estar en el libreto, a pasar a la misma a Misa ‘E Gallo reconociendo el trabajo de esta banda boricua. Los boricuas se acomodaron, Jery agradeció el gesto y, junto con Buena Fe, cantaron una de las canciones que los ha hecho una de las bandas del patio más querida: “Vámonos pal monte” en una entrega total que puso a todo el mundo de pie a bailar.
Satisfechos por lo vivido, el público fue abandonando la sala. En los pasillos, solo se veían sonrisas, alguno que otro cantando o tarareando su canción favorita y comentando lo satisfechos que estaban por el mismo. Tras la tarima, los cantantes de Buena Fe (Yoel e Israel) estaban sumamente emocionados, fundiéndose en abrazos con la gente que estaba allí, entre fotos y con la adrenalina de felicidad y satisfacción que se les escapaban por la mirada. Esa noche Cuba y Puerto Rico no solo fueron de un pájaro las dos alas, sino que nos reafirmó que somos una misma tierra dividida por un pequeño canal y un imperio que se hace insignificante ante el arte.

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