Nosotras paramos, nosotras, las que hacemos miles de tareas invisibles, indispensables tal vez, pero despojadas de valor en una sociedad en la que todo es mercancía, en la que todo debe tener un precio. Nosotras paramos, nosotras, las que trabajamos a cambio de un salario, que es siempre menor que el de los varones. Nosotras, mujeres, lesbianas, trabas. En estos días ha sucedido la muerte por empalamiento de Lucía, de 16 años, cuando todavía están tibios los cuerpos de Janet, de 29; de Julieta, de 21, y de Ayelén, de 19, en Mendoza, cuando todavía resuenan en esta provincia las voces de la marcha del 28 de septiembre pidiendo por justicia para nosotras, por respeto hacia nuestros cuerpos y nuestras vidas. Tanto se ha repetido que nada valemos que parece que ya no basta con exhibirnos, cosificarnos, descalificarnos, ningunearnos, reprimirnos, insultarnos, mercantilizarnos, golpearnos, sino que es cada vez más frecuente que la violencia se cobre nuestras vidas, las de las más jóvenes, las de las más vulnerables. El odio es tan profundo que no basta con la muerte. El encarnizamiento contra nuestros cuerpos va más allá de la muerte, no sólo incluye las mutilaciones, las violaciones, incluido el empalamiento, sino la práctica, cada vez más frecuente de arrojar nuestros cuerpos en descampados, envueltos en bolsas, en cartones, desechados como si de basura se tratase. Nosotras paramos, y decimos basta, basta de matarnos, basta de torturarnos, basta de descartarnos. Vivas nos queremos.
* Filósofa, profesora del Instituto de Estudios de Género y Mujeres de la Universidad Nacional de Cuyo.
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