miércoles, 25 de septiembre de 2013

El Capitolio de Cuba quiere recuperar su antigua gloria

Tardó tres meses levantar los andamios, pero el mayor proyecto de remodelación en Cuba hasta la fecha finalmente está en camino.
El enorme Capitolio Nacional de La Habana, uno de los emblemas de la capital, está recibiendo un maquillaje multimillonario.


Lo que alguna vez fue visto como parte de los excesos de la burguesía se convertirá en la sede del parlamento comunista de Cuba.
El anuncio de que la Asamblea Nacional se mudará lo efectúo el presidente Raúl Castro a principios de año y, según algunas versiones, tomó por sorpresa al equipo de restauración.

Majestuoso

Dos años después de que el edificio cerrara sus puertas al público, sus grandes pasillos, terrazas y techo finalmente se están llenando de ruido, polvo y obreros.
"Cualquier persona que visita el Capitolio se queda impresionada con su tamaño majestuoso y los materiales que se usaron para construirlo", dice la arquitecta Marilyn Mederos Pérez, quien admite que inicialmente se sintió intimidada por la tarea de restauración.
"Es un enorme desafío, por su importancia", explica.
El Capitolio fue comisionado por el presidente Gerardo Machado tras su elección en 1925 para alojar a las que entonces eran las dos cámaras del Congreso.
Con guiños al Capitolio estadounidense, luego se convertiría en una representación del régimen autoritario y corrupto de Machado, a quien llamaban el "Mussolini tropical".
"A los edificios no hay que culparlos por su pasado y el Capitolio es un edificio hermoso", argumenta el historiador de La Habana Eusebio Leal, director de la oficina gubernamental encargada de devolverle a la ciudad su pasada gloria.
Desde que consiguieron autorización para usar fondos provenientes de las ganancias del turismo, su equipo ha recuperado 500 construcciones en La Habana.

"Calidad excepcional"



El Capitolio es uno de los edificios más desafiantes para los restauradores.
Su construcción fue parte de una ola de gasto en un país que recibía grandes cantidades de crédito de bancos estadounidenses. El Hotel Nacional y la principal autopista que atraviesa Cuba fueron también proyectos iniciados en aquella época.
Pero en 1933, sólo dos años después de que fuera terminado y con Cuba sumida en una profunda crisis económica, 22 personas fueron acribilladas frente al edificio al protestar contra el gobierno.
La posterior renuncia del presidente provocó una ola de violencia en La Habana, pero sorprendentemente los saqueos de las multitudes respetaron el Capitolio.
"Nadie saqueó el edificio, sólo afectaron la fachada", dice Leal, refiriéndose a la imagen de Machado que fue arrancada del bajorrelieve de las puertas.
Con sus clásicas y enormes columnas y salones espaciosos, el Capitolio pasó las siguientes décadas en relativa calma, en contraste con otras construcciones en el alguna vez majestuoso y ahora dilapidado centro de la ciudad.
Los arquitectos involucrados en el proyecto de restauración atribuyen su resistencia a los "excepcionales" materiales usados y la fina calidad del trabajo original llevado a cabo por una empresa estadounidense.
Pero los trabajos de remodelación son complejos.

Marcado por la historia




Ya comenzó el trabajo para sellar y recubrir las fugas del techo que han permitido que se filtren las lluvias torrenciales a las paredes y los pisos de mármol.
Algunos rastros que quedaron por usos anteriores del edificio desde la Revolución deben ser removidos: Fidel Castro disolvió el Congreso hasta 1976, por lo que el Capitolio fue sede de la Academia de las Ciencias, primero, y después del Ministerio de Ciencia.
El cableado eléctrico no ha sido actualizado durante décadas, las tuberías se han corroído y todo el sitio necesita reflejar el siglo XXI con aire acondicionado y sistemas adecaudos de seguridad y detección de incendios.
Sin embargo, "no hay conflicto" sobre el uso que se le dará al edificio, según Kenia Díaz, de la oficina del historiador de la ciudad.
Díaz asegura que los restauradores prefieren devolver los edificios a su uso original cuando es posible, aunque admite que lograr que los políticos regresen al Capitolio ha hecho que el proyecto sea "un poco más complicado".
Para empezar, no parece haber suficientes asientos en la cámara y los escritorios de madera de los diputados están equipados con tinteros y no con conexiones a internet.
Todo, desde el podio principal hasta los elaborados ascensores, tiene grabado el símbolo de la república cubana prerrevolucionaria.

Patrimonio nacional

El Capitolio será una sede muy diferente al edificio café de ladrillos, madera y alfombras del centro de convenciones construido en la década de 1970 que actualmente aloja a la Asamblea Nacional.

En su lugar, los diputados comunistas caminarán por salas con pisos de mármol, alineadas con gigantescos candelabros brillantes de bronce de Tiffany's.
"Creo que será una de las joyas de La Habana" dice Leal, a quien no le preocupa la singularidad del caso. Enfatiza que el Capitolio también reabrirá sus puertas al público: el parlamento cubano sólo se reúne dos veces al año.
Los restauradores recibieron un presupuesto inicial para el edificio de unos US$6 millones, pero no revelan el monto del costo definitivo. Insisten en que no hay manera de estimar el costo de un proyecto de dicha envergadura.
"Restaurar un edificio de este tipo es siempre una tarea que cuesta millones", cede Leal. Pero agrega que "no puedes ser negligente con la espléndida tarea de restaurar el patrimonio, incluso en tiempos de pobreza". "El patrimonio de una nación es su espíritu".
En la calle la gente parece estar de acuerdo.
"Definitivamente vale la pena restaurarlo", dice Roberto Gregorio. "No sólo El Capitolio sino muchos otros edificios en Cuba. Es urgente".
"Es para nosotros y para la humanidad", enfatiza Nancy Pérez, a pesar del costo.
A unos metros los mezcladores de cemento ya están operando y los cortadores de piedra están rechinando.
Con un equipo de unas 200 personas, el Capitolio deberá ser remodelado y reabierto en un plazo de cinco años. Se trata, más o menos, del mismo tiempo que tardó en construirse.


Sarah Rainsford
BBC

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