Persiste la presión social a favor de la maternidad, pero no de la paternidad
La mujer sin hijos suele ser calificada como egoísta
¿Y tú, para cuándo? Se te va a pasar el arroz. ¿Es que no te gustan los niños? Te pierdes lo mejor de la vida...”. La retahíla de preguntas y sentencias que las mujeres escuchan cuando afirman que no quieren procrear es casi siempre la misma. Más aún, generalmente son impelidas a dar explicaciones, según cuentan algunas féminas que han anunciado la (todavía) controvertida decisión. A la actriz Maribel Verdú (1970) se le ocurrió asegurar hace más de un lustro que no quería tener hijos y desde entonces le han preguntado por qué en no pocas entrevistas. Sociólogos y psicólogos expertos en la materia reconocen que existe presión social a favor de la maternidad, no así hacia la paternidad. Pero, a tenor de la caída de la natalidad y los resultados de los pocos estudios al respecto, cada vez más mujeres renuncian a ella.
“Yo no quiero, no me veo de madre”. Así expresa Anahí Romero, madrileña de 35 años, su decisión de no tener hijos, compartida con su novio, su pareja desde hace seis años. “No es por problemas económicos, ni por el trabajo”, asegura esta administrativa, periodista de formación. “Es una decisión meditada. Lo pensé y me di cuenta de que no quería”, afirma con rotundidad.
Romero forma parte de un número creciente de mujeres que renuncia a la maternidad voluntariamente. “Antes de la década de los 60, cuando comenzó la revolución anticonceptiva, las que no tenían hijos era por la guerra (los hombres se iban y morían), por el hambre o la pobreza. Tenían una imagen negativa ligada a los desastres y la miseria”, explica la socióloga británica Katherine Hakim, autora del estudio Childless in Europe (Sin hijos en Europa). Ahora, según sus datos, en torno a un 20% de las europeas no son madres. “Teniendo en cuenta que solo entre un 2% y un 3% es por infertilidad, vemos claramente que es una elección de estilo de vida u otros motivos”, añade.
Los datos avalan que cada vez más mujeres optan por no tener hijos, pero pocos estudios abordan las causas. Alicia Kaufmann, catedrática de Sociología de la Universidad de Alcalá, cree que el deseo de progresar en el trabajo y la inestabilidad económica, sobre todo en tiempos de crisis como el actual, “pesan mucho” en la decisión. “No es excluyente tener hijos y el desarrollo profesional, pero los niños suelen suponer un parón”, explica. Pese a los avances a la hora de compartir responsabilidades en la pareja, el cuidado de los hijos es terreno mayoritariamente femenino. Según el Instituto Nacional de Estadística, en España solo un 2,1% de varones reduce su jornada laboral frente a un 21,1% de las mujeres para dedicar ese tiempo a los niños. Aun más, solo un 7,4% de los padres renuncia a su empleo más de un año, mientras que un 38,2% de las madres sí lo hacen.
Sin excluir estas causas, el empleo y la precariedad económica como elementos disuasorios, Hakim matiza que la elección de no tener descendencia no es siempre forzada, como en ocasiones se presenta. La socióloga no descarta que haya mujeres que quieran tener hijos y renuncien a ello por los citados motivos, pero puntualiza que “no todo el mundo quiere ser padre o madre, es un mito que haya un deseo universal” en este sentido. En su opinión va en aumento el grupo de las que no se quedan embarazas simplemente porque no quieren.
En la misma línea, la filósofa francesa Elisabeth Badinter sostiene en su libro El conflicto: la mujer y la madre que no todas las mujeres quieren ser madres aunque pudieran serlo. José María Lailla, presidente de laSociedad Española de Ginecología y Obstetricia, arroja un poco de luz científica al asunto. “El deseo de ser o no ser madre no tiene una causa conocida en el ámbito fisiológico”, apunta. “Se ha referido que las hormonas denominadas femeninas (estrógenos, progesterona, oxitocina y ciertas endomorfinas) podrían tener una acción a este nivel, principalmente basándose en los estudios con animales, en los que se concluye que toda hembra tiene el deseo de ser madre y cuando se las castra este deseo desaparece o disminuye considerablemente. En la mujer no existe la evidencia científica de este hecho”, explica. “Es más, muchas mujeres que por razones médicas han sido esterilizadas mantienen el deseo de tener hijos”, detalla.
En definitiva, aquellas que no quieren descendencia no tienen roto el llamado reloj biológico de la maternidad que se supone que a toda mujer le hace tictac llegada cierta edad. “Resulta cada vez más frecuente que una mujer nos consulte para tomar una decisión definitiva de anticoncepción por no desear ser madre, habitualmente esto sucede por motivos personales, laborales o sociales, pero no por una razón fisiológica”, explica el profesor Lailla.
Pese a la tendencia al alza de este fenómeno, independientemente de los motivos, Hakim afirma que actualmente “no tener hijos se considera algo raro o desviado”. “La sociedad plantea la maternidad como un destino, una hoja de ruta por ser mujer”, opina Asunción Gandarillas, profesora en un ciclo de formación profesional en Málaga. Ella, a sus 54 años, no tiene hijos porque “nunca” ha querido tenerlos. Una opción de vida que sus alumnas no comprenden. Cuando comenta en clase que optó voluntariamente por no ser madre, la reacción de las estudiantes es de “sorpresa”. “Alguna me pregunta cómo es posible”, detalla. Romero se ha encontrado, además del asombro de sus amigos —“me miran como si fuera de otro planeta”— con críticas que le han ofendido. “¡Me han llegado a decir que mi decisión es antinatural!”, se queja.
En algunas familias, como la de Encarnación F., tampoco comprenden que ella no desee tener descendencia y, por eso, han elaborado las más variopintas explicaciones: desde que es estéril hasta que tiene un trauma infantil porque su madre murió cuando era niña. Pero estas teorías de sus allegados no son más que eso, lo cierto es que simplemente no quiere.
A veces la incomprensión traspasa la esfera privada, como ha podido comprobar Julia Gillard, ex primera ministra de Australia (2010-2013). Durante su carrera política ha sido objeto de más de una crítica por parte de sus adversarios por no tener hijos. Tony Abbott, el líder de la oposición en 2012, desacreditó la decisión del Gobierno de Gillard de reducir las ayudas por bebé alegando que carecía “de experiencia en la crianza de los niños”. Unas palabras que la líder laborista y sus compañeros de partido interpretaron como un ataque personal hacia la dirigente. No era la primera vez. Ya en 2007, el senador conservador, Bill Heffernan, aseguró que la política no tenía liderazgo porque era “deliberadamente estéril”. En su opinión, que causó un gran revuelo, una mujer soltera y sin hijos no podía llevar asuntos importantes en el país.
La escritora y periodista británica Helen Croydon dice sentirse en “un gran juicio” cuando expone en sus artículos o en conferencias que no quiere hijos. “Sin embargo, cuando un hombre decide no ser padre es aceptado, se piensa que quiere progresar en su carrera o que simplemente no ha encontrado a la persona correcta”, apostilla. Con las mujeres, dice, “hay una expectativa de explicación”. Cansada de la repetida pregunta (¿por qué?) y de las críticas que normalmente suceden a la respuesta, Croydon ha decidido detallar los motivos por los que no quiere ser madre (tampoco casarse) en su próximo libro, Screw the Fairytale (Que le den al cuento de hadas, en español), que saldrá a la venta el próximo febrero en Reino Unido.
En resumen, a Croydon le gusta su vida “tal y como es”. Sin marido. Sin hijos. “La gente no comprende que puede darse el caso de que una mujer simplemente quiera una vida agradable, sin el estrés de tener hijos, que quieran viajar o progresar en su carrera… Hay muchas cosas que podemos hacer sin tener una familia”, dice la escritora. Pero Gandarillas, quien comparte la opinión de Croydon, se ha encontrado con que sus amigas madres le advierten de que se pierde “lo mejor de la vida”. “¡Como si tuviera una carencia!”, se ofende esta profesora que, ya pasada la edad de procrear, no se arrepiente de su postura y la vida “plena” que tiene.
María S., de 35 años, que tampoco tiene hijos por convicción, nunca ha sentido que sus padres o los de su pareja la presionen para aumentar la familia. Pero sí lo hacen las amigas que ya han tenido retoños, que le repiten las bonanzas de ser madre. “Cuando me preguntan por qué no quiero y cuestionan mi decisión, les explico que tener un niño es un lío, un rollo. Las que tienen hijos se lo toman como algo personal, como si estuviera cuestionando su estilo de vida, cuando son ellas las que lo están haciendo conmigo”, considera.
El argumento estrella contra aquellas que no quieren ser madres es que son egoístas. Así lo confirman la socióloga Hakim y las mujeres entrevistadas para este reportaje. Todas indican que han sido calificadas como tales por su decisión. Croydon recuerda que, en una ocasión, “dos hombres fueron muy insultantes. Me dijeron que todas las mujeres deberían querer niños porque si no, no puedes ser una verdadera mujer. Me dijeron que si no quería era porque soy egoísta. ¡Egoísta! ¿Por qué? Lo egoísta implica que las mujeres tienen la obligación de dedicar su vida a cuidar de alguien. Me parece alucinante”.
A Gandarillas se lo dijo una compañera de trabajo. “Le respondí que en la vida todo es egoísta. Cuando eliges un camino siempre pierdes y ganas algo. No tener hijos también tiene sus inconvenientes. No hay ninguna opción ideal”, afirma.
Estas críticas y presiones pueden parecer irrelevantes, pero generan “un gran malestar” en algunas mujeres. Así lo ha comprobado David Sánchez Teruel en su consulta psicólogica, en la que trata problemas de pareja en la Universidad de Jaén. En los últimos años ha visto cómo han aumentado las visitas relacionadas con las discrepancias respecto a la paternidad. Normalmente, dice, porque ella exprese su deseo de no tener hijos. “Se sienten obligadas. Algunos hombres vienen incluso con su pareja para que la convenzamos de que tenga hijos”, asevera el psicólogo. Sánchez Teruel lamenta, no obstante, que no lleguen más parejas exponiendo estas desavenencias antes de haber tenido a los niños. “Se evitaría que mujeres que no quieren tener hijos, finalmente, los tengan. Que es lo que suele ocurrir, porque son ellas las que ceden en la mayoría de los casos. Es entonces cuando hay conflictos más profundos y difíciles de resolver, porque se genera rencor hacia el marido y empiezan los reproches. Y aparece la culpa. Se preguntan si son malas madres porque después de la maternidad siguen pensando que no querían”.
Pero, ¿qué se puede hacer entonces si uno de los dos no quiere descendencia y otro sí? Sánchez Teruel propone diálogo, aunque reconoce que este es uno de los motivos por los que algunas parejas se rompen, sea quien sea el que se niega a ampliar la familia. “Eso, o uno de los dos tiene que ceder. Y casi siempre son ellas”, apostilla. En el caso de Romero, fue ella la que terminó su anterior relación porque su novio le expresó su deseo de ser padre. “No quería que por estar conmigo no tuviera la vida que él quería”, explica. Esta madrileña tenía (y tiene) tan claro que no se ve rodeada de retoños que no solo rompió con su pareja, sino que pidió a su ginecóloga que le ligara las trompas cuando tenía 33 años. “Pero no lo cubre la Seguridad Social. Solo lo hacen si ya tienes hijos o has pasado la cuarentena”, lamenta. Su doctora le dijo que no le iba a practicar una oclusión tubárica porque se podía arrepentir en el futuro. “Ese día me enfadé”, reconoce Romero.
“No existe una normativa oficial que marque una edad, pero sí hay un acuerdo ético y deontológico de no intervenir por debajo de los 35 años (en algunos centros se ha aumentado a 38) si no existe una razón médica”, precisa el doctor Lailla. La razón principal de esta cautela es que las mujeres se pueden arrepentir de esta decisión que es definitiva. Y hay alternativas menos drásticas. “Hay métodos anticonceptivos seguros y con pocos efectos secundarios en edades jóvenes”, expone el presidente de la Sociedad Española de Ginecología.
Del mismo modo que hay mujeres que se arrepienten de haber sido madres, las hay que lamentan no haber tenido hijos. Pero ellos se deprimen más. Según un estudio, mientras ambos sexos expresan el deseo de tener descendencia en porcentajes parecidos (59% ellos, 63% ellas), en caso de no tenerla, son más los hombres que dicen estar deprimidos (38%, frente al 27% de las mujeres), sentirse solos (50%, casi el doble que las mujeres preguntadas) o incluso rabia (25%, siete puntos por encima de ellas). El autor, Robin Hadley, señala en las conclusiones de su investigación que queda demostrado que hombres y mujeres comparten el mismo nivel de deseo de ser padres. “Esto cuestiona la idea de que ellas son más propensas que ellos”, apunta.
Pero aún son las mujeres a las que se les presupone ese deseo. Así lo cree Sánchez Teruel. “Es una cuestión cultural y de educación”, considera. Las británicas Hakim y Croydon coinciden en la opinión de que esto está cambiando, aunque con distintas velocidades en el mundo. Alicia Kaufmann comparte su opinión. “Es cierto que se supone que la realización de la mujer es por la maternidad, pero la presión social cada vez es menor”, asevera. Romero no lo tiene tan claro: “Desde los 30 la gente te empieza a preguntar, '¿a qué estás esperando?' Pues no espero nada”.
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