lunes, 27 de enero de 2014

¿Realmente hablar de suicidio lleva a cometerlo?

Claudia Hammond
Columnista, BBC Future



Preguntarle a alguien si está considerando acabar con su propia vida cuando está desesperado nunca es fácil. No es simplemente porque la naturaleza de la conversación es sumamente incómoda o sensible. Algunos temen que el solo hecho de hablar del suicidio podría ser peligroso, en caso de que le dé ideas a esa persona.
Algunos estudios respaldan esta creencia, hasta cierto punto. En un estudio realizado en clínicas de salud en Londres, una cuarta parte de los médicos de cabecera y una quinta de los pacientes opinaron que preguntarle a la gente sobre pensamientos suicidas podría inducirles a ideas de autodestrucción (1).
Puede que esto corresponda sólo a una minoría, pero vale la pena examinar esta presunción en más detalle, porque significa que mucha gente evita el tema y pude impedir que la gente desesperada discuta sus sentimientos, sin mencionar que busquen otras opciones o pidan ayuda.
Las políticas de prevención del suicidio en Europa y América del Norte suelen enfocarse en atención primaria, porque son estos médicos de cabecera quienes frecuentemente ven a personas con depresión (no quiere decir que todos los que intentan suicidarse están deprimidos).
Estas clínicas podrían ser lugares clave para detectar cuando la gente siente que no puede lidiar con su vida, pero en la práctica pocos doctores preguntan sobre el suicidio (2). Una de las razones es el temor a inducir a pensamientos suicidas.
Para un estudio llamado "No hablemos de ello", llevado a cabo en el norte de California, unas actrices fueron entrenadas para interpretar a pacientes con síntomas de depresión grave que visitan al doctor (3).
Las grabaciones de las consultas revelaron que menos de 27% de los médicos averiguaron si las pacientes habían considerado matarse.
Los autores del estudio sugieren que algunos parecían incómodos discutiéndolo, temían que estimularían los intentos de suicidios, o que si el paciente tuviera sentimientos suicidas no tendrían suficiente experiencia para intervenir.
Pero lo interesante es que era más probable que los doctores que habían tenido experiencia con la depresión en su vida personal, ya fuera en carne propia o con amigos o familiares, abordaran el tema.
También marcó una diferencia si los pacientes pedían antidepresivos: los doctores se animaban más a empezar una conversación sobre el suicidio, aunque no tanto si pedían una marca.

Prueba de angustia

En un intento de tratar de averiguar de una vez por todas si discutir los sentimientos suicidas podría hacer que la gente se sienta más suicida, la epidemióloga clínica Madelyn Gould condujo su propio ensayo aleatorio controlado en 2005 (4).
Más de 2.000 estudiantes de seis escuelas secundarias recibieron cuestionarios para medir su estado de ánimo y sus niveles de angustia. A la mitad se les formuló también preguntas sobre sentimientos suicidas, que podían responder en una escala desde "Nunca lo pensé" hasta "Casi todos los días pienso en eso".
Dos días después, se entregaron otros cuestionarios a ambos grupos para evaluar sus niveles de depresión y angustia, pero esta vez incluyeron preguntas sobre pensamientos suicidas.
Si discutir el suicidio es dañino, el grupo al que se le preguntó sobre pensamientos suicidas la primera vez mostraría niveles más altos de angustia dos días después. Pero de hecho mostraron ligeramente menos angustia que el otro grupo, posiblemente porque sintieron que se estaban tomando en serio sus sentimientos.
Esto fue seguido de una prueba en 2011, cuando se entregó a los pacientes en un consultorio médico en Londres un cuestionario con sólo dos preguntas: "¿Durante el mes pasado, se ha sentido frecuentemente abatido, deprimido o desesperado?" y "¿Durante el mes pasado, ha sentido frecuentemente poco interés o placer en hacer cosas?".
A quienes respondieron sí a una o ambas preguntas, los llamó por teléfono un investigador con una serie de preguntas sobre su estado de ánimo. La mitad fueron asignados al azar a un grupo donde se les hicieron seis preguntas sobre pensamientos suicidas. A la otra mitad no se lo preguntaron.
Dos semanas después, una entrevista de seguimiento evaluó su salud mental. 200 personas no conforman una muestra suficientemente grande para medir intentos reales de suicidio entre ambos grupos, pero sí para demostrar que la discusión sobre el suicidio no intensificó los sentimientos suicidas dos semanas más tarde (5).

Esto no significa que toda mención de suicidio sea útil. Hablar de eso es una cosa, mostrarle a la gente cómo hacerlo es otra.
Cuando un drama sobre un hospital británico presentó a un hombre tomando una sobredosis e incluyó detalles de la droga exacta y la cantidad, información recolectada de 49 servicios de accidentes y emergencias la semana siguiente mostraron un incremento de 17% en sobredosis (6).
En las cuatro semanas tras el suicidio de una celebridad en Taiwán, donde el método empleado recibió gran cobertura de los medios, también aumentaron los intentos de suicidio (7).
En psicología esto se conoce como modelado, cuando una persona copia un comportamiento que ve de otra. Muchas organizaciones de medios siguen ahora directrices para evitar detallar métodos (8).
Retratar métodos es muy diferente a discutir sentimientos sobre no querer seguir viviendo.
Abrir la conversación puede ayudar a la gente a ver maneras alternativas de salir de su situación, y en todo el mundo hay muchas organizaciones diferentes que ofrecen alguien con quien hablar, ya sea por teléfono, en línea o en persona.
Así que si alguien dice estar considerando el suicidio, es un mito pensar que hablarle de sus sentimientos pondrá en más peligro su vida.

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