Un comandante retirado podría haber encontrado a quien inspiró a Agatha Christie para crear su mítico personaje
FOTOS CEDIDAS POR MICHAEL CLAPP
Hércules Poirot es uno de los personajes más carismáticos de la historia de la novela negra. Creado por Agatha Christie (1890-1976) en 1920, el detective belga protagonizó más de treinta novelas, varias películas y series de televisión, y hasta tuvo su propio obituario en «The New York Times» (el 6 de agosto de 1975 apareció en el famoso rotativo: «Muere el detective Hércules Poirot»). Pese a su fama, el origen de Poirot ha sido un misterio propio de las tramas de su creadora… hasta hoy.
Y es que un policía belga que llegó a Inglaterra como refugiado durante la Primera Guerra Mundial podría ser quien inspiró a Agatha Christie a la hora de crear el mítico personaje. Esa es, al menos, la tesis que se desprende de la investigación llevada a cabo por Michael Clapp, un comandante belga retirado de la base naval de Devon.
Tal y como explica Clapp en conversación vía e-mail con este periódico, en 2008 su hermano mayor, John, le entregó dos viejas maletas de cuero con las pertenencias de su abuelo. Entre ellas, Clapp se fijó en un pequeño libro de cubierta negra que contenía los nombres de más de quinientos refugiados belgas, de todas las clases sociales, que huyeron de la ocupación alemana en 1914 (la primera entrada data del 5 de octubre de 1914). En las columnas, escritas a mano en una caligrafía a veces ilegible, aparecen sus nombres, edades, ocupaciones, direcciones y a un lado las personas de contacto o la ciudad a la que fueron enviados.
El libro pertenecía, de hecho, a Alice Graham, la abuela de Clapp, una mujer comprometida que se dedicaba a ayudar a los refugiados a buscar un sitio en el que quedarse en Inglaterra. En la calle de Exeter donde vivía, había un hostal para refugiados belgas y, según cuenta su nieto, «Alice solía leer a los niños cuentos con acento de Cornualles para que la entendieran mejor y los pequeños la llamaban cariñosamente Moei, que significa madre en flamenco».
Entre los refugiados se encontraba el
«gendarme» retirado
Jacques Hornais, que fue alojado (según la anotación hecha por la abuela de Clapp en la página 41 del libro) por la señora
Potts-Chatto. «Venía de
Herstal (pequeña ciudad belga cercana a
Lieja) con un hijo de 17 años llamado Lucien, dejando en Bélgica a su mujer y una hija pequeña. Lo que me llamó la atención fue que Hornais fue enviado el 13 de febrero de 1915 al domicilio de la señora Potts-Chatto en
Torquay (en la costa sur de Inglaterra), una casa llamada The Daisons donde creció
Agatha Christie». El problema es que la casa ha sido demolida y, según las pesquisas de Clapp, ya no vive nadie en la zona con el apellido Potts-Chatto.
Agatha Miller
Durante su investigación, Clapp visitó el museo local de Torquay para ver si averiguaba algo sobre la familia. Una vez allí, un documentalista encontró un viejo periódico en el que se mencionaba que la señora
Potts-Chatto celebró una recepción el 6 de enero de 1915 para recaudar ropa y dinero para los refugiados. «En aquel evento, una tal Agatha Miller, de 24 años, tocaba el piano.
Agatha Miller pasó a llamarse
Agatha Christie al contraer matrimonio. Aunque es poco probable que Hornais asistiera a la recepción, es muy posible que Agatha, cuya familia conocía a los Potts-Chatto, llegara a conocer a Hornais y se inspirara en él».
La escritora «siempre dijo que se inspiró en un refugiado belga para
crear a Poirot, y Hornais es el único detective belga que conozco que fue enviado allí, así que no es una prueba, pero es una gran coincidencia». De hecho, ningún Hornais figuraba en los archivos del ayuntamiento de
Herstal, pero sí un «gendarme» retirado llamado
Jacques Hamoir, según pudo certificar la documentalista Isabelle Le Ponce. La irregular caligrafía de la abuela de Clapp hizo el resto.
En su
autobiografía, Agatha Christie reflejó el dilema que para ella suponía elegir al detective que protagonizaría sus historias: «Entonces me acordé de nuestros refugiados belgas. Hubo una colonia de refugiados belgas que vivía en la parroquia de Tor. Pensé: ¿por qué no hacer que mi detective sea belga? Había todo tipo de refugiados. ¿Qué tal un oficial de policía? Un
policía retirado. Uno no demasiado joven. ¡Qué error cometí! El resultado es que mi detective pueden ser ahora más de cien personas. De cualquier modo, me decidí por un detective belga».
Pero, más allá de posibles especulaciones y relecturas de la vida y obra de la escritora, el último paso dado por el ex-comandante belga en su investigación ha sido contactar con el nieto de Agatha Christie y el hijo de su abogado, con la esperanza de que encuentren algún registro que aporte credibilidad a la historia.
INÉS MARTÍN RODRIGO / MADRID
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