Los sindicatos y los movimientos sociales avisan de que la celebración de la Copa no va a acabar con las movilizaciones
La huelga de transportes del jueves dejó Río de Janeiro colapsado. / REUTERS
Tras varios meses de silencio contenido, los sindicatos y los movimientos sociales brasileños han lanzado la señal inequívoca de que la próxima Copa del Mundo, que arrancará en poco más de un mes, no será, ni mucho menos, el evento pacífico y festivo que pretenden la FIFA y el Gobierno de Dilma Rousseff. Arranca pues la nueva temporada de movilizaciones y protestas en Brasil, ya que a las celebradas este jueves en varias capitales del país habrá que sumar en las próximas semanas las convocadas por diferentes sectores sociales. La resonancia mediática del Mundial y la proximidad de las elecciones presidenciales, previstas para el próximo cinco de octubre, facilitarán lo que podría ser una tormenta perfecta.
“Vamos a ver a muchos movimientos haciendo presión, incluso protagonizando choques violentos con la policía, pero no creo que lleguemos a la situación del año pasado. Ojalá que las reivindicaciones sean legítimas y que no se limiten a protestar contra la Copa”, reflexiona Darby Igayra, presidente de la Central Única de Trabajadores (CUT) en Río. “La tendencia es que las protestas crezcan a partir de ahora y que los funcionarios públicos hagan más presión”, vaticina.
Rousseff prometió que esta será la “Copa de las Copas”, en referencia a la mega inversión realizada en instalaciones e infraestructura y al estallido de alegría y color que el pueblo brasileño suele protagonizar durante las competiciones mundialistas. Hacía 64 años que el Mundial no volvía a Brasil, al país donde el fútbol se vive como una cuestión de vida o muerte: como si fuese una religión. Pero ninguna de estas razones parece ser un correcto catalizador del entusiasmo popular. Algo ha fallado para que los brasileños hayan decidido volver a las calles en el momento más crítico, cuando todos los ojos del mundo están puestos en este país. El malestar social ante la forma en que se ha gestado esta Copa del Mundo es palpable y lo corroboran los sondeos de opinión. De momento, movilizaciones de diferente calado han empezado a alterar la rutina de Río de Janeiro, Sao Paulo, Florianópolis, Belo Horizonte, Salvador y Manaos. Parece que el grito de guerra “Nao vai ter Copa” (No va a haber Mundial) ha vuelto a prender como la pólvora.
Una escena parecida se vivió en Florianópolis, al sur del país, donde otra huelga de chóferes de autobuses dejó a más de 300.000 personas sin transporte público. En Belo Horizonte, grupos ciudadanos cortaron una carretera principal en protesta por la precariedad del transporte.Pequeñas movilizaciones de policías federales (los que controlarán los flujos turísticos en los aeropuertos brasileños durante el Mundial) dieron paso a una huelga de conductores y cobradores de autobuses urbanos de Río de Janeiro que dejó a la ciudad colapsada y a miles de usuarios sin posibilidad de desplazarse a los lugares de trabajo durante todo el día. Piquetes violentos arremetieron a pedradas contra los autobuses que intentaron circular y, según el principal sindicado del sector, más de 460 vehículos quedaron dañados. Al final de la tarde, sólo el 24 % de la flota estaba rodando, generando una situación de caos, principalmente en la zona norte de Río. Según la principal organización de comerciantes de la ciudad, la facturación del sector se desplomó en un 60 %, que traducido en dinero podría equivaler a 250 millones de reales (unos 120 millones de dólares) en pérdidas.
En Sao Paulo, el Movimiento de los Sin Tierra (MST), que cerró filas en torno al partido gobernante (Partido de los Trabajadores) durante la llegada al poder de Lula da Silva, y el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo lanzaron cinco movilizaciones simultáneas y ocuparon las sedes de tres conocidas firmas de ingeniería que monopolizan el grueso de las concesiones de obras para el Mundial. El fondo de la protesta fue, una vez más, el excesivo gasto público en un evento pasajero mientras el déficit de vivienda sigue siendo un problema estructural en Brasil.
Los profesores de las redes escolares municipal y estatal de Río también han convocado una nueva huelga indefinida a partir del próximo 12 de mayo. Este sector, que fue uno de los mas beligerantes durante las huelgas de 2013, acusa a la administración pública de no cumplir los acuerdos alcanzados el año pasado. El aumento del precio del transporte público fue el detonante de la oleada de protestas que inundó las calles durante la Copa de las Confederaciones. Entonces, ante tamaña presión, las autoridades dieron un paso atrás y suspendieron la subida del billete del autobús en varias ciudades. Pero este año esos aumentos han terminado concretándose, con no poca resistencia de grupos minoritarios y ante la perplejidad de muchos ciudadanos.
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FRANCHO BARÓN Rio de Janeiro
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