miércoles, 28 de mayo de 2014

Luis Carbonell, pianista y recitador cubano

Era conocido universalmente como El acuarelista de la poesía antillana



El músico y recitador cubano Luis Carbonell murió en la madrugada del pasado 24 de mayo en su casa de La Habana a los 90 años. Era conocido universalmente como “El acuarelista de la poesía antillana” y su fama, discos y longeva carrera crearon un personaje mítico de la cultura del espectáculo latinoamericano. Luis Mariano Carbonell Pullés había nacido en Santiago de Cuba el 26 de julio de 1923 y estudió piano en su ciudad natal con la profesora Josefina Farré Segura. Su familia se oponía a que Luis, el único hijo varón de un total de cinco hermanos, se dedicara a actividades artísticas y querían que estudiara medicina, pero ya había descubierto las artes de la declamación y el recitado en público, en parte porque una de sus hermanas mayores ya era famosa en Santiago de Cuba dentro de una actividad artística muy popular en esa época: los recitales de poesía romántica y popular, tanto en vivo como por la radio. A los quince años, Luis gana un concurso de aficionados de la emisora más importante de Cuba, la CMKC, y enseguida le dieron trabajo en varios programas, primero como ocasional recitador y como pianista acompañante. Con el tiempo, al ganar prestigio con sus giras de recitales tanto en la provincia de Oriente como por el resto de la isla, llegó a ser el director artístico de los programas del género en la CMKC. En su biografía resalta su participación en 1943 dentro de un recital en la iglesia de San Francisco de Santiago de Cuba donde también cantó el famoso tenor español Hipólito Lázaro, y su inmediato establecimiento en la capital para continuar sus estudios de piano en el Conservatorio Orbón con la maestra Eugenia Rodríguez. En 1946 hace un primer viaje a Nueva York donde se presenta en Casa Galicia, pero no obtiene grandes resultados artísticos, y vuelve a La Habana, actuando en el cabaret Tropicana y donde alternaba el recitado con el piano acompañando a cantantes de moda. En Nueva York había conocido a la declamadora Eusebia Cosme (Santiago, 1911 – Miami 1976), gran personalidad artística que lo influyó notablemente con su estilo de la poesía negra, considerada la primera estilista de la poesía afro-antillana (para ella fue creado por Eloy BlancoPíntame angelitos negros, que luego Carbonell personalizó e hizo suyo). En un segundo viaje a la ciudad de los rascacielos conoce a la cantante Esther Borja y al compositor Ernesto Lecuona, y éste último lo recomienda a la emisora NBC, donde actúa en un programa de retransmisión continental en diciembre de 1947. Lecuona lo califica como “un genio de la poesía negra”, y siempre bajo su protección, Carbonell sube al cartel del Teatro Hispano en el espectáculo de Diosa Costello y su fama se extiende entre la población latina. El 11 de marzo de 1948 ofrece su histórico recital titulado Poesía Afroantillana en el Carnegie Hall donde incluye versos de Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, Federico García Lorca y Alfonso Camín, entre otros.
Triunfante, regresa Luis Carbonell a Cuba en 1949 y encabeza el cartel de los espectáculos del Cine-Teatro Warner, en más moderno y popular de El Vedado de La Habana, aportando una estructura a su recital hasta esa fecha desconocido, verdaderas obras corales con cuerpo de baile, bailarines solistas y música de orquesta en vivo. En aquella época también actuó en el más exclusivo Teatro Auditórium, y es allí, según el relato autobiográfico del propio Carbonell, donde el argentino Pepe Biondi le dice por primera vez: “Usted dibuja los versos, los pinta; es un acuarelista de la poesía”.
La fama de Luis Carbonell creció hasta ser la estrella del programa de la CMQ De fiesta con Bacardí, el más codiciado y de más solera de la radio cubana de aquellos tiempos, y donde estuvo siete años de audiencia fija compartiendo cartel con Josèphine Baker, Jorge Negrete, Pedro Vargas, Paquita Rico o el trío mexicano Los Panchos. En 1949 arrasa con Olga Guillot y Orlando de la Rosa en el habanero Teatro América de la calle Galiano en un espectáculo ideado y dirigido por Ernesto Lecuona. Ya había también triunfado en la naciente televisión, convirtiéndose en uno de sus fundadores en la isla, encabezando los programas de variedades que llegó a dirigir y a diseñar según sus ideas musicales y es en esta época cuando colabora con el coreógrafo Alberto Alonso y aparece en varios filmes, el más famoso ¡Qué suerte tiene el cubano! (1950). En sus giras por Latinoamérica, visitó Caracas en 1952, lo que le mereció una encendida crónica de Alejo Carpentier y de donde salta a México en 1953 para ser llamado por Lecuona a su compañía y a una temporada de éxito en Madrid en el Teatro Álvarez Quintero; en esa gira, también actuó en el Cómico de Barcelona donde comparte cartel con Mary Santpere. Con Esther Borja grabó varios programas en Radio Madrid. El sello de discos Montilla le ficha como director artístico y redactor del primer elepé de Borja en España: “Rapsodia de Cuba”.
Ya en 1957, Luis Carbonell se presenta en la sala teatral habanera Hubert de Blanck en un espectáculo experimental con textos narrativos de Lydia Cabrera y Virgilio Piñera, entre otros autores con un decorado pintado por Andrés García Benítez, el famoso dibujante de las portadas de la revista Carteles. Tras el triunfo de la revolución castrista de 1959, se queda en la isla, pero sigue viajando por Europa y América, dando recitales donde además de poesía tocaba al piano piezas de Lecuona, Bach y Rajmaninov, manteniéndose en activo hasta muy tarde, a la vez que ejercía de maestro de cantantes.



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