El músico estrena su nuevo álbum el 23 de septiembre, dos días después de su 80 cumpleaños
El viejo trovador no ha perdido todavía las ganas de enhebrar sus versos en una colección de canciones que siguen susurrando decepciones amorosas o la fealdad del mundo pasado y presente, aunque tampoco falten sus aleluyas. “La fiesta ha terminado pero he aterrizado sobre los pies y me quedaré en este rincón donde solía haber una calle”, canta el resistente Leonard Cohen (Montreal, 1934) en uno de los nueve temas de su último álbum, Popular problems, que estrenará el 23 de septiembre, justo dos días después de su 80 cumpleaños.
Con un físico enjuto al que da cuerpo esa voz grave e inconfundible, traje oscuro y su inseparable sombrero Fedora, esta vez en mano para presentar en Londres su trabajo de estudio número 13, el cantautor canadiense ha querido compartir todos los honores con el compositor y productor Patrick Leonard, artífice de éxitos de Madonna, Elton John o Bryan Ferry. “Conseguimos llegar aquí con bastante rapidez”, subraya sobre esa colaboración en la casi totalidad del disco que sale a la luz menos de tres años después de su celebrado Old Ideas, y señala un momento prolífico para los parámetros habituales de Cohen (en las anteriores dos décadas sólo publicó cuatro álbumes de estudio)
Y eso que él sigue insistiendo en que “no es porque sea viejo, a mí siempre me ha gustado lento”, como recuerda en su tema Slow cuyos aromas de blues arropan algunas de las letras de Cohen, junto al recurso ecléctico a otros estilos y con especial querencia por el country. “Esa es nuestra música popular y yo no pretendo reinventar la rueda”, ha subrayado sobre la sólo aparente sencillez musical del impecablePopular problems en el que el artista vuelve a reservar espacio a su desencanto con el amor –sin renegar de sus gozos- y con el mundo en general, si bien en este disco sorprenden las reiteradas alusiones a las miserias de la guerra y las víctimas de la venalidad política.
¿Un disco político? “Por supuesto que mis canciones reflejan el mundo en que vivimos, pero a lo largo de los años he intentado fijar una posición política que nadie pueda descifrar”, ha respondido con su acerada ironía, la misma a la que ha recurrido para explicar cómo celebrará su condición de octogenario: “Fumando un cigarro”. En un tono más serio, ha eludido opinar sobre el inminente referéndum en Escocia o las demandas separatistas desde Cataluña, más allá de “asumir que desde ambos lados se trabaja con las mejores intenciones”, aunque acabara apostillando que “la gente intenta que sus vidas sean significativas, está comprometida en la lucha por el respeto propio”.
Cohen sólo quiere hablar de seres humanos a través de unas canciones que, con el apoyo vocal femenino inseparable de su sonido, se preguntan si “alguna vez te amé” (Did I ever love you) o destilan la letanía del horror pero también un humor mordaz (“Están la tortura, el asesinato y mis malas críticas”) y el optimismo del superviviente en la vigorosa You got me singning, donde recupera el aleluya. “Es una palabra maravillosa y rica en resonancias”, ha explicado en su comparecencia londinense, “que canto como ha hecho la gente durante miles de años porque procura energía frente a las catástrofes”. El tono casi litúrgico de un órgano le acompaña en el triste homenaje a la ciudad del sur americano arrasada por un huracán ante la pasividad de los políticos (Sansón en Nueva Orleans), y la voz de una mujer árabe cantando un saludo de paz se inmiscuye en el panorama posbélico retratado en Nevermind.
Leonard Cohen recuerda también sus raíces judías al encarar con aires de gospel la huida y exilio de uno de los esclavo del antiguo Egipto (Nacido encadenado). Esa referencia es importante para el artista: “Crecí en una familia que cumplía con la Torá, y esos valores son hoy esenciales para mi supervivencia”, ha subrayado.
Todavía no hay anunciada gira para presentar este nuevo trabajo, pero a pesar de su edad Cohen ha remachado que “me gusta vivir en la carretera, es mucho más fácil que la vida civil”. La ironía hasta el final de un hombre elegante que no ha querido desentrañar las razones del título de su álbum, en español “Problemas Populares”, pero sí ha sugerido bromeando que el próximo podría versar sobre “soluciones impopulares”.
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