martes, 2 de septiembre de 2014

El fin de Europa como gran modelo


La Primera Guerra Mundial afectó la economía de Latinoamérica y fomentó el nacionalismo


Ocho países de la región declararon la guerra



Latinoamericanos se manifiestan en contra de Alemania en Río de Janeiro, Brasil, el 14 de julio de 1917. / GETTY IMAGES


Latinoamérica también vivió, participó y sufrió la I Guerra Mundial. Todos los países de la región cargaron con las consecuencias económicas y sociales de la batalla. El 28 de junio de 1914 los ojos del mundo miraban hacia el centro del continente que, entonces, era un modelo a seguir. El archiduque de Austria había sido asesinado y comenzaba el baile de alianzas y amenazas. A finales de julio estallaba la guerra y los países reclutaban soldados para uno de los más violentos enfrentamientos. Por lo menos así lo describió Juan B. Homet, un argentino que por su empatía con Francia se alistó en el ejército, y que años después escribió sus memorias, Diario de un Argentino: “Esto es lo que esta guerra ha venido a ser: una matanza estúpida en la que han muerto millones de hombres al son de palabras simpáticas, pero palabras nada más, y tras las cuales algunos bribones han realizado buenos negocios a costa del género humano”.

En 1918, cuando las hostilidades llegaron a su fin, Europa estaba destruida. El sentimiento nacionalista invadió Latinoamérica y sus relaciones internacionales comenzaron a ser bilaterales. Estados Unidos sustituyó a las potencias del siglo XIX.
“Este conflicto no fue solo de tiros, sino que fue una guerra con efectos realmente globales. En América Latina tuvieron una repercusión muy fuerte, un cambio brusco en la orientación cultural hacia Europa”, afirma el doctor Stefan Rinke, catedrático de Historia Latinoamericana en la facultad alemana Freie Universität Berlin. En un principio, la guerra se trasladó a la región a través de la prensa. “Los periódicos llegaron a ser muy tendenciosos. Tanto que cuando un bando perdía una batalla, la información hacía pensar lo contrario”, cuenta Álvaro Matute, doctor en Historia en la Universidad Nacional Autónoma de México.
En Brasil se creó en 1915 la Liga Brasileña por los Aliados, que lanzó una campaña de propaganda y recaudación de fondos a favor de los aliados. La sociedad latinoamericana estaba dividida. Unos eran germanófilos y otros aliadófilos (afines a la Triple Entente: Francia, Gran Bretaña y Rusia). Estos lo eran más por admiración a Francia. “La conexión era bastante fuerte. Los aliadófilos eran muchos más, y tenían una voz más fuerte que el bando contrario”, puntualiza Rinke. Por ello, voluntarios como Homet cruzaron el Atlántico para contribuir con su brazo al ataque a Alemania y al imperio Austro-Húngaro. Este argentino llegó con 22 años a Orleans el 14 de abril de 1915 después de haber firmado un contrato como voluntario por todo el tiempo que durase la guerra. Se incorporó a la Legión Extranjera junto a otros 250 reclutas de 51 naciones diferentes. “Nos dan el uniforme. ¡Ya somos soldados franceses! Estábamos contentos de haber ingresado en las filas del ejército defensor de la libertad y de la civilización”, escribió.
No fue hasta 1917, año en el que EE UU intervino, cuando algunos de sus vecinos del sur le tendieron una mano y declararon la guerra a Alemania: Brasil, Guatemala, Costa Rica, Haití, Honduras, Cuba, Nicaragua y Panamá. Otros cuatro países cortaron relaciones diplomáticas: Bolivia, Ecuador, Perú y Uruguay. El resto permaneció neutral: Argentina, Chile, México, Colombia, Paraguay, Venezuela y El Salvador. “Los efectos más severos para la región fueron en el campo económico”, advierte Rinke. América Latina dependía en gran medida de las exportaciones con Europa. Este mercado, en el momento en que estallaron los enfrentamientos, estaba suspendido. El continente europeo dejó de importar café de Brasil, cacao de Ecuador, metalurgia de Argentina. Las exportaciones de Guatemala a Alemania se redujeron de un 20% en 1913 a un 3% en 1915.
Algunos sectores como el calzado, papel o carne argentina, y el salitre chileno, necesario para la producción de explosivos, se vieron beneficiados por la escasez que sufrían los países de la Triple Entente en medio del conflicto. Francia y Gran Bretaña presionaron a estos dos Estados para que entraran en la guerra. “Por ello su neutralidad fue especialmente importante. Desde el punto de vista de los alemanes cada país que se mantuvo neutral supuso una victoria para ellos”, opina este profesor alemán. A pesar de que Argentina logró exportar estos productos el PIB cayó un 10,4% en 1914, y un 8,1% en 1917. “El mayor problema fue que se desplomó la inversión y el consumo. Se redujeron también los ingresos fiscales, aumentó la desocupación, el malestar social y el número de huelgas”, define Fernando Devoto, doctor en historia en el Instituto de Historia Argentina y Americana.
“Veo ahora la guerra de cerca. Nunca pude concebir tan espantosa carnicería”, describió Homet del que era su nuevo hogar: las trincheras. Durante todo 1915 las memorias de este argentino recuerdan su intento brutal por sobrevivir. “Llegamos a las trincheras alemanas, en las que junto a bastantes cadáveres había heridos. Algunos levantan las manos pidiendo misericordia: ‘Kamerad, kamerad (camarada)’. ¡Vano gesto! A mí me habían enviado a matar. Sentí una repugnancia infinita y bajando la cabeza le hundí la bayoneta en el pecho...!”. En este punto los testimonios de la guerra se repiten. Soldados sin comida, piojos, enfermedades, calzado lleno de agujeros, rabia, miedo, odio y engaño.
El 7 de mayo de 1915 Alemania hunde el buque Lusitania que zarpó de las costas estadounidenses. La tensión entre ambos países crece, pero los germanos consiguen mantener a EE UU fuera de la guerra. “No nos explicamos la actitud pasiva de Estados Unidos”, escribe Homet al enterarse de la noticia. “La potencia norteamericana aún no declaraba la guerra, sin embargo, desde el inicio del conflicto vendía armas a sus aliados (Francia, Gran Bretaña)”, asegura Javier Garciadiego, doctor en Historia por el Colegio de México.
Por su parte México se encuentra inmersa en la Revolución de su país (comienza en 1910), en la que dos personajes se disputaban el poder: Carranza y Villa. El primero había conseguido tener su propio almacén de armas. Su adversario, en cambio, se las compraba a EE UU, mercado del que dejó de proveerse cuando estos artefactos empezaron a ser vendidos exclusivamente al otro lado del Atlántico. “El estallido de la I Guerra Mundial fue una de las causas de la derrota de Villa y del triunfo del constitucionalismo (Carranza)”, explica Garciadiego.
Pero el papel de México en la Gran Guerra no se limita a las consecuencias en su conflicto interno. Su localización geográfica lo hacía un país estratégico para Alemania, y su riqueza en petróleo atractivo para los países de la Entente. Gran Bretaña y EE UU habían dejado de ser flotas de vapor y dependían del crudo mexicano. “Al país germano le convenía generar un conflicto entre estos dos estados norteamericanos para mantener a EE UU lejos de Europa y que dejase así de enviar armas y municiones a sus aliados. El mismo secretario de relaciones exteriores alemán, Arthur Zimmermann, envía un telegrama al presidente de México el 16 de enero de 1917”, cuenta el profesor mexicano. El comunicado ofrece a México apoyo militar para que se lance a la guerra contra EE UU y a cambio le da la posibilidad de recuperar los territorios perdidos en la intervención estadounidense de 1846. Una oferta tentadora, pero suicida. Además, en febrero de este mismo año EE UU rompe relaciones con Alemania porque este país decide volver a la guerra de submarinos.
El telegrama fue interceptado por la inteligencia británica y enviado a Estados Unidos. Esto más los ataques submarinos fueron la gota que derramó el vaso: EE UU declara la guerra en el mes de abril. “La estrategia de Zimmerman termina siendo uno de los documentos más fallidos en términos de historia diplomática mundial porque causa lo que quería evitar: que Estados Unidos entrara a la guerra”, afirma Garciadiego. El mismo mes en el que EE UU declara la guerra, Homet recibe la baja: “¡Soy libre! Juro no volver a abdicar mi libertad. Dejé en el cuartel aquel uniforme militar que tanto me pesaba”.
Solo Brasil envió soldados oficialmente, sin embargo, fue algo simbólico. Al llegar a la capital de Senegal enfermaron de la gripe española y muchos murieron. Mas tarde, cuando iban a desembarcar, la guerra llegó a su fin. “Envió además trece aviadores, una misión médica donde instaló un hospital con 500 camas y provisiones de suministros”, según enumera Francisco Doratioto, doctor en Historia de las Relaciones Internacionales por la Universidad de Brasilia, en la que es profesor. “El detonante para que Brasil —el único de los países de Sudamérica— declarara la guerra el 26 de octubre de 1917 fue el hundimiento del buque mercante Paraná, el cual navegaba con las luces encendidas y la identificación de ser de un país neutral”, explica Doratioto. Pero esto no fue un impedimento para que Alemania lo mandara al fondo del mar.
El resto de países que declararon la guerra enviaron soldados bajo la bandera de EE UU o Francia. Guatemala rompió relaciones diplomáticas con Alemania el 27 de abril de 1917 a instancias de Estados Unidos, país que había sustituido a Europa como exportador del café guatemalteco, según explica la doctora Regina Wagner, profesora en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala. “Ese año se publicaron las listas negras, que contenían los nombres de empresas con las que estaba prohibido comerciar. Un año más tarde Guatemala declaró la Guerra, y permitió la ocupación de las empresas de servicios con capital mayoritariamente alemán”, afirma Wagner. 
Brasil pudo estar en las negociaciones de paz de Versalles por su participación militar en el conflicto después de que la guerra llegara a su fin el 11 de noviembre de 1918. Como resultado, explica el profesor Doratioto, obtuvo el pago por parte de Alemania del café brasileño que estaba en puertos alemanes y que fue confiscado
“Después de la guerra los latinoamericanos no tuvieron la misma confianza en el modelo europeo y comenzaron a buscar su propia vía hacia el futuro. Y no sólo las élites, sino también los trabajadores y estudiantes. Esto es de lo más importante”, puntualiza Rinke. Malestar social, como las huelgas de 1917-18 en Brasil, movimientos estudiantiles y culturales, como el muralismo en México, surgieron a partir de que la heroica Europa occidental tuviese que sumergirse para reconstruir la grandeza que le había llevado a ser un continente colonialista siglos antes. La imagen de la antigua potencia iba perdiendo fuerza e identidad por cada cadáver que debía sepultar —9 millones de personas perdieron la vida—. Una identidad que por el contrario resurgía en América Latina. “Me arrepiento y maldigo la guerra. No hay aquí hombres civilizados. Son todos peor que salvajes y yo he entrado en la cuenta, desgraciadamente”, anotaba Homet.
Poco se estudia del papel que jugó América Latina en la I Guerra Mundial, sin duda un rol menor al del resto de los países involucrados, pero con grandes consecuencias para el rumbo de su historia. Una participación olvidada que se asemeja al sentimiento con el que Homet dejó la guerra, el argentino que estuvo dos años en las trincheras: “Aunque derramé mi sangre por Francia […]el Gobierno francés no me ha dado recompensa alguna, ni me ha facilitado ningún recurso que pueda ayudarme a ganar la vida. Para él soy extranjero, es decir, nada. Ningún agradecimiento me debe, y no tiene por qué acordarse de que existo”.







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