Enviado especial de BBC Mundo a Edimburgo, Escocia
Su independencia. Su futuro. Su historia. Escocia se juega eso y más este jueves en un referendo que puede derivar en la separación de Reino Unido y la fractura de una unión política de 307 años. Les llegó la hora de la verdad.
"¿Debería ser Escocia un país independiente?". Esa es la pregunta para los 4,3 millones de residentes en Escocia que se registraron para votar, el 97% de los posibles.
Apenas una muestra de la conciencia que hay aquí de que se trata de un momento histórico y extraordinario, quizá irrepetible.
Y una señal de la alta participación que se espera: en torno al 80%, más que cualquier elección o referendo en Reino Unido en las últimas décadas.
Nadie parece querer dejar de emitir su opinión en las urnas.
Atrás queda una campaña que empezó a fuego lento, cobró fuerza recién en las últimas semanas y dio paso a la incertidumbre.
Si hay algo claro en la votación de este jueves, es que no hay certeza de quién va a terminar celebrando.
El independentismo, impulsado por el ministro principal de Escocia, Alex Salmond –del Partido Nacionalista Escocés–, o el unionismo, defendido por el primer ministro británico, David Cameron, –del Partido Conservador–, por sus socios de coalición, los liberales-demócratas, y la oposición laborista.
Es la batalla entre las campañas del "Sí Escocia" (Yes Scotland) y del "Mejor Juntos" (Better Together).
Entusiasmo en Edimburgo
El referendo ya es, para muchos, motivo de optimismo pues demostró el involucramiento de la sociedad en la vida política del país.
En las calles de Edimburgo este miércoles había clima de campaña, una energía especial y entusiasmo en las caras de la gente.
Sí.
Pero no un ambiente electrizante de un país que está a horas de definir su independencia.
Los actos más masivos en el último día de campaña tuvieron lugar en la principal ciudad, Glasgow, a 70km de la capital.
En torno al Parlamento en Edimburgo por momentos hubo más periodistas y curiosos que votantes manifestándose.
Luego, al caer la noche, se empezaron a juntar en su mayoría seguidores del Sí, con un entusiasmo evidente.
Saben que sin importar el desenlace, Escocia se hizo sentir y generó un debate sobre la unidad británica, la identidad escocesa y cómo resolver cuestiones de soberanía bajo un proceso pacífico y democrático.
Lo que pase aquí, se verá con atención en el resto del mundo.
¿Disminuirá la influencia de Reino Unido si pierde a una de las naciones que lo constituye?
¿Qué impacto tendrá el resultado en los deseos soberanistas de Cataluña?
Interrogantes sin respuesta por el momento.
Sin claridad
Ha sido también una campaña de preguntas con definiciones poco claras, que variaban dependiendo de a quién se escuchaba.
Una campaña de debates apasionados, pero sin que el nivel se haya elevado de tal manera como para deslumbrar.
A los escoceses se les está pidiendo que tomen la decisión más trascendental de su historia y, en algunas cuestiones, lo harán casi a ciegas.
La moneda –la libra–, petróleo, economía, defensa, pertenencia a la Unión Europea y a la OTAN: algunas de los grandes temas de campaña que se aclararán recién tras una eventual independencia.
Desde un lado y otro, se hizo hincapié en las ventajas de permanecer unidos o de emprender un camino por separado.
Nunca un romance apasionado
Desde que en 1707, Inglaterra y Escocia firmaron el Acta de Unión, la concordia entre ambas naciones no fue necesariamente sinónimo de un incremento en el sentimiento de lo "británico".
Fue una sana convivencia matrimonial, pero no un romance apasionado.
Tampoco un vínculo especialmente tormentoso.
Ahora, el divorcio es una posibilidad tan real como el seguir juntos.
Pero, ¿sería amistosa esa separación? Está por verse.
La integración a Reino Unido de Escocia no fue producto de la conquista ni de la opresión.
Esas huellas hubieran dejado un ánimo de revancha que quizá hubiera servido para propiciar antes un nacionalismo independentista.
Los escoceses siempre se vieron a sí mismos como orgullosos integrantes de la nación de Escocia.
Y aunque sí hubo batallas y enfrentamientos previos, la visión que imperaba era la del "unionismo nacionalista".
Juntos en sus diferencias.
El avance nacionalista
La visión de la autodeterminación fue y vino, pero nunca terminaba de agarrar fuerza.
A mediados del siglo pasado, el Partido Nacionalista Escocés, que lidera el gobierno escocés y la campaña de "Sí Escocia", no llegaba al 1% de votos.
Con el tiempo, las cosas fueron cambiando.
La creciente sensación desde el nacionalismo escocés de que Londres no escuchaba sus demandas llevó a que Escocia comenzara a reclamar y a obtener más poderes para gobernarse.
Tras un referendo en 1997 estableció su propio Parlamento y comenzó a tener control sobre: salud, educación, vivienda, justicia y en algunas áreas de la recolección de impuestos.
Ahora sencillamente el independentismo quiere que Escocia goce de un control total sobre su destino.
Salmond prometió que de ganar las elecciones en 2011, convocaría un referendo por la independencia.
Casi dos años atrás acordó con Cameron su realización. Y aquí estamos.
Día de espera y tensión
Desde las 7:00 hora local (6:00 GMT) hasta las 22:00 (21:00 GMT), los residentes en Escocia, con la novedad de la primera votación con mayores de 16 años, pueden elegir entre Sí y No.
No se espera que se conozca el resultado hasta las 7:00 del viernes (6:00 GMT).
Para Reino Unido será un día de espera y de tensión. De contener el aliento.
Se expone a perder casi un 10% de su población y un tercio de su territorio.
La herida emocional quizá sea todavía mayor.
Quizá por ello, pase lo que pase este jueves, luego de que millones de escoceses emitan su voto, habrá un espacio para analizar y redescubrir de qué está hecha esta unión de siglos.
Una oportunidad para determinar qué tipo de Reino Unido habrá de aquí en más, cómo será su presencia en las islas británicas, y qué rol tendrá en Europa y el mundo.
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