El regidor y su esposa han sido arrestados en la Ciudad de México, según fuentes oficiales
El alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y su esposa, María de los Ángeles Pineda, considerados los responsables intelectuales de la desaparición de 43 estudiantes de magisterio han sido detenidos esta madrugada. La pareja se había ocultado en una casa alquilada del barrio de Iztapalapa, en el Distrito Federal. La captura se efectuó, siempre según las primeras versiones, sin disparos. En la vivienda, el matrimonio apenas disponía más que de una cama y una mesa.
El arresto del matrimonio supone un balón de oxígeno para el Gobierno federal. Abarca y su esposa huyeron a los tres días de la desaparición de los normalistas el pasado 26 de septiembre. Su fuga dejó en evidencia a las autoridades. Desde el primer momento se les señaló como culpables de la feroz represión que acabó la noche del 26 de septiembre con la vida de seis personas y el posterior secuestro de los 43 estudiantes. La huida de la pareja había debilitado la credibilidad de las autoridades. Sin dar con su paradero ni con el de los jóvenes, pocos creían en su eficacia.
Ahora, con la captura, queda el siguiente y mayor paso: la localización de los desaparecidos. Aunque los indicios apuntan a que fueron asesinados tras su entrega por parte de la policía municipal a los sicarios, las familias insisten en que están vivos. A falta de las pruebas que permitan establecer con seguridad su paradero, los investigadores esperan que las declaraciones de Abarca y su esposa ayuden a esclarecer estos puntos oscuros.
Los Abarca han sido vinculados alnarcotráfico. Sobre el alcalde pesaba la sombra del asesinato de rivales políticos, entre ellos el ingeniero Arturo Hernández Cardona. Este líder campesino fue torturado y asesinado junto a otros dos compañeros tras un agrio enfrentamiento verbal con el regidor. Un superviviente declaró que había sido el propio Abarca quien le mató de dos tiros. Uno en la cara y otro en el pecho.
Dos hermanos de María de los Ángeles Pineda Villa sirvieron a las órdenes de Arturo Beltrán Leyva, el llamado Jefe de Jefes, y crearon por orden suya el embrión de Guerreros Unidos, antes de ser asesinados por una supuesta traición. La madre también trabajó como testaferro para Beltrán Leyva. Las declaraciones de losdetenidos hasta la fecha, entre ellos, el propio líder de Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias Salgado, la sitúan como una de las piezas más importantes del cartel en Iguala. Bajo su férula recaía el control económico del grupo criminal en la zona. Mujer de carácter fuerte, tenía planeado presentarse a la alcaldía en las elecciones de 2015. Para ello había logrado ser nombrada consejera estatal del PRD y había ocupado la dirección de un organismo municipal.
El día de las desapariciones había organizado en el zócalo de Iguala el acto que debía servirle de pistoletazo de salida electoral. La llegada de los normalistas a la ciudad, descubierta por los halcones del narco, les alarmó. En anteriores ocasiones habían tenido fuertes encontronazos con ellos. El alcalde y su esposa exigieron a la policía municipal detener a los estudiantes. La orden devino en locura.
Tras pedir refuerzos a la vecina localidad de Cocula, también en manos del narco, la policía desató su furia y en sucesivos ataques, como si se enfrentasen a un cartel enemigo, acabó a tiros con dos estudiantes; a otro le desollaron vivo la cara y le arrancaron los ojos.La barbarie siguió luego en una carretera federal, donde mataron a balazos a otras tres personas al confundirlas con normalistas. Entre tanto, decenas de estudiantes fueron conducidos a la comandancia policial de Iguala. Allí el horror volvió a ponerse en marcha. Para borrar rastros, los normalistas fueron entregados a los agentes de Cocula. Estos, cambiando las placas de sus vehículos y falseando sus partes de operaciones, les transportaron y les pusieron en manos de Guerreros Unidos. El propio jefe de sicarios, en una serie de mensajes por móvil, informó al líder, Sidronio Casarrubias Salgado, de que los responsables de los desórdenes de Iguala eran integrantes de Los Rojos, la organización con la que mantenían una encarnizada guerra. Sidronio, “en defensa de su territorio”, dio luz verde al jefe de asesinos.
En este punto, la reconstrucción policial se pierde en la oscuridad. El paradero de los estudiantes se ha convertido en un enigma que cada día que pasa se vuelve más lacerante. Los indicios apuntan a que fueron liquidados por los sicarios. Pero no se han hallado pruebas sólidas que corroboren esta hipótesis.
JAN MARTÍNEZ AHRENS México
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