Las relaciones gais son tradicionales e indígenas dentro del continente, al contrario de lo que afirman los dirigentes que aprueban leyes contra la población LGTBI
El 24 de febrero del 2014 el presidente ugandés, Yoweri Museveni, ratificó una Ley en contra de la Homosexualidad* que criminaliza las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo. Esta ley legitima, institucionaliza e incrementa la profunda discriminación que las personas LGBTI (Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales) ya sufrían en Uganda. El gobierno de ese país utiliza el argumento de que la homosexualidad es una práctica que va “en contra de las normas y tradiciones africanas”. Sin embargo, no existen evidencias antropológicas ni históricas que sustenten tal discurso.
En la actual Uganda, predomina una actitud profundamente homofóbica en la sociedad en general y en las instituciones en particular. Este hecho contrasta con la época precolonial, cuando los comportamientos homosexuales y la pluralidad de sexualidades e identidades de género existían y estaban integrados en la sociedad y en la cultura ugandesa.
Los investigadores Stephen O. Murray y Will Roscoe, en su ya consagrado Boy Wives and Female Husbands: Studies of African Homosexualities, expusieron una valiosa recopilación de las prácticas homosexuales que se daban en la época precolonial de los diferentes países africanos. En el caso concreto de Uganda, era reconocida y practicada entre los langi, pobladores del norte del país, donde ciertos hombres eran tratados como mujeres y podían incluso casarse con otros varones (Driberg, 1923). Entre los iteso (Mushanga, 1973); los banyoro (Needham, 1973) o los buganda (Southwold, 1973). Murray y Roscoe relatan los ejemplos de matrimonios entre mujeres en los bantu, los nandi y los kikuyu. En estos casos, una mujer pagaba la dote para adquirir los mismos derechos que un hombre sobre otra mujer.
El origen del discurso y el contexto histórico-político-social que explican la elaboración de esta ley nos remontan al período de colonización británico, cuando en 1894, Reino Unido estableció un protectorado en el territorio que hoy ocupa Uganda. El mito de que la homosexualidad no es africana, sino que ha sido importada desde occidente tiene sus inicios precisamente en esta época. La sección 140 del Código Penal ugandés, que criminaliza el “conocimiento carnal entre personas en contra del orden de la naturaleza”, es una herencia de la época colonial británica, que tenía el objetivo de castigar las diversas prácticas locales que los poderes coloniales consideraban “sexo en contra del orden de la naturaleza”.
La académica ugandesa Sylvia Tamale analiza, en su texto Exploring the contours of African sexualities: Religion, law and power, cómo a través de la comprensión de la forma en que la homofobia ha ido operando en diferentes momentos de la historia de Uganda, se puede llegar a entender y desvelar los mecanismos que el sistema patriarcal-capitalista occidental utiliza para el control de las sexualidades. La colonización británica, el compendio de leyes y normas sociales, culturales y religiosas impuestas por la metrópoli en Uganda, desempeñaron un papel muy importante en la organización de los aspectos morales, sociales y económicos que configuran la sexualidad en el país.
Los británicos implantaron un patriarcado de corte capitalista en Uganda y un cristianismo de tintes homófobos acorde con la mentalidad victoriana de la sociedad inglesa de la época. Por lo tanto, la homosexualidad es tradicional e indígena dentro del continente. No hay evidencia de que la fuera introducida entonces por occidente en África. Más bien lo que se impuso fue la intolerancia hacia ella: la homofobia. Así como sistemas de vigilancia y regulación para acabar con dichas relaciones. Solamente cuando los nativos empezaron a olvidar que la homosexualidad formaba parte intrínseca de su cultura, esta comenzó a estar estigmatizada.
Estudiando el caso de Uganda tras la colonización también se ve cómo el patriarcado utiliza la sexualidad como herramienta de creación y de mantenimiento de las relaciones desiguales y jerárquicas entre los sexos. Lo hace a través del oscurantismo y de la atribución de tabús alrededor de la misma. Las normas socioculturales y las creencias religiosas (pruebas de virginidad, la mutilación genital femenina, castidad femenina, ocultación de la sexualidad, tabús de la poliandria...) constituyen una pantalla tras la que se esconde una firme represión hacia las mujeres.
Otra forma de control de las sexualidades es la utilización de la ley para prohibir, excluir socialmente y reprimir a las personas LGBTI. A través del control de las actividades y de la silenciación de las voces de aquellos individuos y grupos, el estado patriarcal les hace extremadamente difícil organizarse para luchar por sus derechos humanos. Por lo tanto, como paso previo, son necesarios el análisis, descubrimiento y comprensión de los mecanismos ocultos que operan bajo las instituciones de corte patriarcal-capitalista.
Con este fin se deben construir unas bases que generen conciencia y que empoderen a las personas para promover un movimiento feminista fuerte a favor de las libertades y derechos de las personas LGBTI y de las mujeres, y que opere a todos los niveles: regional, nacional y transnacional. Como afirma Gayle Rubin en su famoso artículo El tráfico de mujeres: notas sobre la economía política del sexo” (1996), una revolución feminista no tiene que aspirar a liberar solamente a las mujeres, sino a todas las “formas de expresión sexual y a la misma personalidad humana del chaleco de fuerza del género (…), tiene que soñar con la eliminación de las sexualidades y los papeles sexuales obligatorios. El sueño que me parece más atractivo es el de una sociedad andrógina y sin género (aunque no sin sexo), en que la anatomía sexual no tenga ninguna importancia para lo que uno es, lo que hace y con quién hace el amor”.
(*) El 1 de agosto de 2014 fue revocada la Ley contra la Homosexualidad en Uganda desde que entró en vigor a finales del pasado mes de febrero. El Tribunal Constitucional de Uganda confirmó que la Ley es “nula y sin efecto” porque no había un número suficiente de representantes en la sala para la votación cuando fue aprobada por el Parlamento en diciembre de 2013. Aunque es un paso adelante importante para frenar la discriminación en contra de las personas LGBTI patrocinada por el Estado ugandés, recordemos que desde que se ratificó la ley en febrero, han aumentado las detenciones arbitrarias, los abusos policiales y la extorsión contra personas lesbianas, gais, bisexuales, transgénero e intersexuales. Muchas de estas personas han perdido su empleo, su hogar e incluso se han visto obligadas a huir del país. Además, sección 145 del Código Penal de Uganda, quecontinúa en vigor, sigue penalizando “el conocimiento carnal de cualquier persona contra natura”.
Oñez Ayuso Llorente es periodista, experta en temas africanos y de género. Máster de Estudios Interdisciplinares de Género en la UAM.
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