miércoles, 19 de noviembre de 2014

El laberinto de Dilma Rousseff


La presidenta se topa con el escándalo en la compañía y la división en su partido



Hubo un tiempo en el que el principal problema del Gobierno de Dilma Rousseff era controlar la inflación o intentar explicar que la recesión técnica, detectada en el segundo trimestre de este año, no se convertiría en una recesión de facto. Después de llegar este lunes a Brasil desde la reunión del G-20 en Brisbane (Australia), le toca ahora a la presidenta enfrentarse a un país perplejo por las investigaciones de la Operación Lava Jato, por la que fuerondetenidos diez ejecutivos el pasado viernes y que se culminó con la incautación de documentos en diversas empresas que tienen negocios con Petrobras.

Se trata de un hecho inédito en un país donde, hasta hace poco, solo se arrestaba a "negros, pobres y putas", según dijo este lunes Rodrigo Janot, procurador general de la República, en una entrevista en Folha de São Paulo. El país, que ahora pone a prueba sus instituciones, todavía está digiriendo esta nueva fase de la investigación.
Por ahora, Rousseff intenta mostrarse tranquila ante las noticias de corrupción en Petrobras. La petrolera estatal pospuso la divulgación de sus resultados financieros para minimizar el ambiente de desconfianza, resultado de las informaciones de fraude que salieron a luz por la investigación de la policía federal de Brasil.
La presidenta también se enfrenta a la presión de la reforma ministerial y a las desconfianzas sobre su liderazgo. La semana pasada, la entonces ministra de Cultura Marta Suplicy dejó su cargo e hizo pública una carta de dimisión en la que pedía a Rousseff un nuevo grupo de trabajo, con un equipo económico "independiente". No se trata solo del desagrado de un miembro del Gobierno; las declaraciones de Suplicy, que ahora regresa a su escaño en el Senado, evidencian la división del partido en este final de primer mandato. Los problemas dentro de la principal compañía del país atormentan a los miembros del Partido de los Trabajadores (PT).
Todo ello con una oposición que salió más fuerte de las elecciones.Según varios expertos, algunos de estos miembros opositores han creado un ambiente de inestabilidad al intentar atribuir una responsabilidad jurídica a la presidenta en caso que no logre cumplir el superávit tal y como dice la ley.Además de la subida de los tipos de interés por el Banco Central pocos días después de ser reelegida Rousseff, el Gobierno propuso un proyecto que altera el cálculo que se hace para lograr el superávit presupuestario —la diferencia entre lo que recauda y gasta el Gobierno para pagar los intereses de la deuda pública—, con el objetivo de cumplir con la meta establecida por la Ley de Responsabilidad Fiscal. El Gobierno gastó más de lo que recaudó y no cerrará sus cuentas si el Congreso no permite una maniobra de contabilidad: quitar de los gastos de inversiones públicas en infraestructura y las subvenciones al sector industrial.
Hasta ahora, las investigaciones en Petrobras se han centrado en el PT. "El margen de maniobra de Rousseff es muy ajustado", sostiene el politólogo Rudá Ricci. Sin embargo, hay evidencias de que el caso afecta a varios partidos, también a la oposición.
Respecto al superávit, el ministro de la Casa Civil, Aloizio Mercadante, sostuvo la semana pasada que si el Congreso no aprueba los cambios, el Gobierno sí cumplirá la meta establecida por la ley, aunque los resultados serán la paralización de obras y el desempleo. Una responsabilidad que, según Mercadante, el Legislativo deberá asumir.

 São Paulo

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