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Sólo que en este polo situado sobre una isla artificial frente a favelas de la zona norte de Río hay científicos en lugar de actores, y el desafío diario es hacer realidad la imaginación.
Por ejemplo, dentro de un pequeño laboratorio con un acuario lleno de tubos y agua podrida, Wim Degrave asegura tener una fórmula para combatir la contaminación de la bahía que acogerá competiciones de vela en los Juegos Olímpicos de Río 2016.
El método, explica este químico como si fuera una simple receta de cocina, es lanzar nubes de microburbujas al agua sucia que facilitan el crecimiento de bacterias aerobias, eliminando impurezas y olores nauseabundos.
Su microempresa, Biotecam, está adaptando una tecnología japonesa para usarla en los afluentes de la bahía de Guanabara e intenta vender la idea a las autoridades de Río, criticadas por la falta de avances en su promesa de limpiar esas aguas a tiempo.
"Río de Janeiro no puede quedarse esperando hasta un mes antes de los Juegos Olímpicos o simplemente tirar la toalla", le dice Degrave a BBC Mundo.
La suya es una de las 30 start-ups que crecen en la incubadora de empresas del polo tecnológico de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), al que también han llegado recientemente grandes multinacionales como General Electric, Siemens o EMC².
Se espera que el "peso pesado" francés de cosméticos L’Oreal sea el próximo en abrir un centro de investigación en el parque, que ya es considerado el mayor de Brasil y probablemente de toda América Latina.
Pero este sitio de 350.000 metros cuadrados donde falta sombra y agobia el calor en los espacios abiertos también podría estar a punto de enfrentar retos inéditos desde su creación.
Otro Maracaná
El director del parque, Maurício Guedes, dice que el éxito del proyecto -concebido hace más de 11 años- está relacionado con la cercanía del centro de investigaciones de Petrobras, ubicado en esta misma isla.
La petrolera estatal brasileña se volvió un líder global en tecnología para explotar crudo en aguas profundas desde el descubrimiento de grandes reservas bajo el Atlántico en la década pasada.
"Conseguimos atraer un número importante de actores de la industria del petróleo que vinieron para desarrollar las tecnologías necesarias para la explotación", dice Guedes.
Hoy el parque cuenta con medio centenar de empresas, incluida una docena de gran tamaño, y emplea cerca de 1.500 personas.
El lugar ha recibido inversiones equivalentes a US$320 millones, gran parte de ellas aportadas por las mismas empresas privadas. Las grandes firmas deben destinar en promedio unos US$500 mil por año en proyectos y sociedades con la Universidad de Río, la UFRJ, a la cual pertenece el parque.
Se trata de montos importantes para una universidad que, fuera del polo tecnológico, tiene alojamientos estudiantiles desbordados en su capacidad, con problemas de infraestructura e infestados de ratas.
Dentro del parque, en cambio, todo parece en orden. Por sus calles semivacías pasan carritos de golf que trasladan a los empleados en un entorno silencioso, ajeno al bullicio de Río.
Hay siete grandes laboratorios especializados, incluido uno de tecnología oceánica con un tanque que realiza simulaciones de los movimientos oceánicos. Es considerado uno de los mayores del planeta en su especialidad.
Buena parte de las empresas aquí instaladas tienen asociaciones con Petrobras para desarrollar tecnologías vinculadas a la exploración de las reservas submarinas de crudo conocidas como "pre-sal".
Y el interés primordial por la industria del petróleo salta a la vista al recorrer el sitio.
En un hecho inédito, los tres mayores rivales mundiales en servicios petroleros abrieron sus propias oficinas de investigación en el parque: Schlumberger, Halliburton y Baker Hughes (los dos últimos están ahora en vías de fusionarse globalmente para competir con el primero).
"El parque tiene una muy buena mezcla de socios para nosotros", señala Tim Voyt, un director comercial de EMC², la empresa estadounidense de tecnología de la información que cree tener en este rincón de Brasil el mayor laboratorio latinoamericano de Big Data o almacenamiento masivo de datos.
Su equipo de investigadores logró desarrollar allí una tecnología de compresión de datos específica para la industria petrolera que muchos creían imposible de alcanzar.
La nombraron "Maracaná", en referencia al mítico estadio de Río donde se jugó la final del Mundial de fútbol 2014, y ya está siendo sometida a pruebas de campo en Brasil y Estados Unidos.
Auge y crisis
Pese a su modernidad y pujanza, el parque tecnológico de Río no escapa totalmente al viejo problema de burocracia que suele sufrir cualquier empresa que busca instalarse en Brasil.
"Fue un desafío para nosotros tener todos los permisos, inspecciones y aspectos legales en orden mientras construíamos las instalaciones", dice Voyt.
Tampoco todos están aquí por el petróleo.
Dentro de un cubículo de la incubadora de empresas, Osvaldo Rezende describe el proyecto de su empresa Aquafluxus para el uso de pavimento poroso o permeable en las ciudades.
"La ventaja es que reduces la velocidad y cantidad de agua que llega a los ríos", explica. "Es una medida eficaz contra inundaciones".
Un poco más lejos está el imponente y flamante centro de investigación y desarrollo de General Electric (GE), quinto de la multinacional fuera de Estados Unidos y primero en América Latina. Allí trabajan actualmente 160 personas.
"Cerca de la mitad de lo que hacemos está relacionado con el segmento de petróleo y gas", explica su gerente general, Kenneth Herd. Pero agrega que también están aquí por otros negocios.
Por ejemplo, trabajan con aerolíneas para optimizar rutas entre aeropuertos y consumir menos combustible, controlan la eficiencia de aerogeneradores en el campo y asesoran a empresas mineras sobre cómo transportar cargas en tren a velocidades que eviten la separación de vagones.
La apertura de este centro a fines del año pasado marcó un punto culminante para el polo tecnológico de Río, pero la crisis simultánea que se desataba en Petrobras causa también cierta zozobra.
La petrolera está golpeada por un gran escándalo de corrupción, deudas elevadas y un desplome del precio global del crudo que genera dudas sobre la viabilidad de su ambicioso plan de explotación del pre-sal.
"No contábamos con la tormenta perfecta que se formó", admite Guedes, el director del parque. "Esto genera un momento de inseguridad y frustración (…) para las empresas que están aquí también".
Sin embargo, dice confiar en que la tempestad es "pasajera" e imagina que, si los precios del petróleo siguen deprimidos, se precisará mayor creatividad para producir crudo a costos más competitivos.
"La necesidad también hace que el desarrollo tecnológico se realice", sostiene con el mismo optimismo que muestra Degrave al describir su método para descontaminar la bahía de Guanabara.