La opositora Soledad Chapetón parte como favorita para la alcaldía de El Alto
El Alto, la “ciudad rebelde” de Bolivia, protagonista de las movilizaciones que hace una década derrocaron a dos presidentes, y principal soporte electoral de Evo Morales desde entonces, puede caer en manos de la oposición. La joven Soledad Chapetón, de 34 años, parte como favorita a la alcaldía en las elecciones subnacionales (municipales y autonómicas) del domingo.
Nieta de abuelos campesinos aimaras, los padres de “la Sole”, como se la conoce, emigraron del campo a El Alto, como la mayor parte de los 800.000 habitantes de esta urbe. No usa la vestimenta tradicional (pollera, mantón de Manila y sombrero bombín) ni habla fluidamente el aimara, idioma en el que no quisieron educarla para que pudiera “tener una vida mejor”. “Así somos los que hemos nacido en El Alto, hablamos castellano mezclado con aimara, queremos la modernidad, pero (al mismo tiempo) estamos orgullosos de nuestra cultura”, asegura Chapetón a este diario.
Licenciada en pedagogía, ya puso a la centroderechista Unidad Nacional en el segundo puesto en El Alto en las elecciones municipales de 2010, gracias a una historia personal, su aspecto físico y unas ideas que le permiten representar la enorme transformación que la metrópoli aimara ha sufrido en las últimas décadas, gracias al crecimiento económico del país y al avance de las élites indígenas que controlan el comercio, tanto allí como en la colindante ciudad de La Paz.
De ser uno más de los barrios periféricos de la capital boliviana, El Alto se ha convertido en una ciudad tan populosa como esta. Caótica, colmada de miles de furgonetas para transporte público que forman corrientes tumultuosas en las avenidas y se arremolinan en las intersecciones; tachonada de tiendas y talleres abiertos en cualquier orden; residencia de las pocas plantas industriales con las que cuenta la zona occidental del país. Ciudad pujante, donde todo el tiempo todos parecen estar vendiendo y comprando, cargando y descargando mercancías, reparando máquinas o haciendo muebles. Ciudad peligrosa, en la que hay más bares que panaderías, se registran algunas de las tasas de criminalidad más altas del país (aunque bastante más bajas que las de Centroamérica), de cuando en cuando se descubren bandas de estranguladores, y a veces los sospechosos de delinquir, sean culpables o inocentes, son linchados por turbas de vecinos.
El Alto está orgulloso de su historia política, de su participación en las “jornadas” de octubre de 2003 y junio de 2005, que echaron abajo a dos presidentes, pusieron fin a la etapa histórica previa, dominada por partidos neoliberales, y auparon a Evo Morales al poder. Su adhesión al presidente es enorme: Morales obtuvo más del 60% de los votos en las elecciones del año pasado, y antes lo hizo aún mejor en esta plaza. Sin embargo, según una encuesta, si el 57% de los alteños piensa que el país va bien, solo el 28% cree que El Alto anda por el mismo buen camino.
El rival de Soledad Chapetón es Edgar Patana, uno de los dirigentes de las movilizaciones de la pasada década y anterior alcalde de la ciudad. Patana ha tenido una gestión controvertida, que palidece frente a la gran obra de Evo Morales en El Alto y La Paz, un teleférico que comunica ambas ciudades y que costó 130 millones de dólares.
“En mi gestión hubo altibajos”, reconoció Patana a la prensa local. Atribuyó esto a que “las demandas son increíbles y tratar de contentar a todos es bien complicado”. También a la injerencia de las organizaciones de vecinos: “Se quieren meter a manejar el presupuesto, cuando esa es responsabilidad del alcalde”. Dice que el cargo es “duro en todos los sentidos”, para destacar la cualidad que lo diferencia de Chapetón: la experiencia.
Para apoyarlo, el presidente afirmó que “no trabajará” con Chapetón; que si ella gana El Alto quedará fuera de su programa de apoyo municipal Bolivia Cambia. Evo Cumple. En el cierre de campaña de Patana, Evo afirmó, además, que tal vez en algunos municipios se ha equivocado “en elegir candidato”. “Pero por encima de ese candidato está nuestro proceso, nuestra revolución democrática y cultural”, que considera “está en riesgo”. Al mismo tiempo, reconoció: “Si perdemos de verdad sería una mala imagen para todo El Alto, sería una enorme preocupación; de qué sirvió la lucha cuando aquí de verdad no hemos sepultado al neoliberalismo”.
La retadora, por su parte, minimizó la amenaza del presidente como algo dicho “al calor de la campaña” y afirmó que sus conciudadanos no deben elegir entre izquierda y derecha, sino entre la continuidad y el cambio.
FERNANDO MOLINA La Paz
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