Paseo por el jardín del paraíso (The Walk to Paradise Garden) es el título de una de las fotografías más famosas y simbólicas de William Eugene Smith (1918-1978), el legendario reportero norteamericano que trabajó para la revista Life y la agenciaMagnum.
En febrero de 1945, Eugene Smith se unió a las tropas anfibias que desembarcaron en Iwo Jima durante la Segunda Guerra Mundial. En mayo, durante la decimotercera campaña de Okinawa, la revista Life le encargó documentar las 24 horas de un soldado raso de infantería llamado Terry Moore. El 22 de mayo, y siguiendo a éste soldado al frente de batalla, la metralla de una granada impactó en las manos y mandíbula del fotógrafo. Evacuado del frente fue recibido como un héroe en su patria, pero Smith no se sentía un héroe, es más, se sentía como un engranaje más de la propaganda y la maquinaria de guerra.
Como testigo de excepción del horror de una guerra, el reportero no sólo volvió herido en el cuerpo, sino también en el alma. Por ello no soportó el cinismo, el falso humanitarismo y las medias verdades que rodearon toda aquella etapa. Pero el antibelicismo del reportero no era ingenuo ni mucho menos estético o folclórico, sino que pretendía profundizar en los verdaderos intereses económicos, geoestratégicos y geopolíticos que nos convierten en meros peones de un gran ajedrez de muerte en el que manejan las piezas los poderosos. Esto se materializó en la lucha del fotógrafo por un periodismo gráfico moral, éticamente responsable y comprometido por la lucha por un mundo mejor y más justo, lo que le hizo enfrentarse a la dirección de todas las empresas periodísticas en las que trabajó.
Pero retomando el hilo de nuestra historia, Smith pasó dos años sometiéndose a varias operaciones -32 operaciones sólo en la boca y la nariz- para recomponer su maltrecho cuerpo. La rehabilitación fue larga, le dijeron que ya no podría sostener una cámara en sus manos, y menos cargarla con un carrete fotográfico. Por ello la génesis de esta foto supuso, no la recuperación de un gran fotógrafo documental, sino el nacimiento de un artista comprometido hasta las últimas consecuencias, que le costarían la salud física y mental, con su obra. Pero dejaré que el propio protagonista lo cuente:
“Por fin, aquel día realizaría el esfuerzo de relanzar aquellos dos años de vacío. Aquel día, por vez primera desde que fui herido, pediría a la cámara que funcionase para mí, obligaría por fin a mi organismo a controlar el mecanismo de la máquina fotográfica y, al mismo tiempo, intentaría obligar a mi espíritu creativo a que retornase de su exilio.
Sentía una presión que me exigía que aquella primera toma resultase lograda – “Dios quiera que tenga fuerzas suficientes para introducir el carrete en la cámara”-. Me encontraba decidido a conseguir que aquella fotografía presentase algo más que una buena realización técnica.
Quería que el tema fuese un delicado momento de expresiva pureza que contrastase con la horrenda barbarie a la que me había enfrentado en mis fotografías de guerra, las últimas que había tomado.”
La revista Life rechazó la imagen porque los niños aparecían de espaldas a la cámara, por lo tanto al lector, y no la publicó. Smith halló la fórmula de situarse en lugar del sujeto y no del lector. Con este punto de vista subjetivo también cambió los conceptos de futuros reportajes de la prensa ilustrada. Para desgracia de los directivos de la prestigiosa revista, la imagen se convirtió en un icono universal. Sobre todo cuando fue popularizada, y en cierta forma banalizada, en una campaña publicitaria de la compañía de coches Ford. Los soldados la colgaban de sus taquillas junto a las pin-ups de turno, en las escuelas colgaba junto al retrato del presidente e incluso se utilizó como imagen en recordatorios fúnebres y lápidas. Fue la foto que clausuraba la histórica exposición The Family of Man (La Familia del Hombre, MOMA de Nueva York, 1955) cuyo comisario fue el maestro de fotógrafos Edward Steichen. También fue la imagen que cerraba el libro-catálogo de la exposición y cuyo pie de foto recogía una estrofa de un poema de Saint-John Perse (seudónimo de Alexis Saint-Léger Léger) que rezaba. “A World to be born under your footsteps…” .."Un mundo para hacer debajo de tus pasos".
Javier Coria - primera parte de Paseo por el jardín del paraiso
La imagen representa a los hijos del fotógrafo saliendo de la oscuridad de la umbría de un bosque y dirigiéndose a un claro bañado por la fulgurante luz del sol. El título es el homenaje de un melómano, Smith, al músico británico Frederick Delius que tituló The Walk to the Paradise Garden un intermezzo de su ópera A Village Romeo and Juliet. Claro que también hay en el título una clara referencia a Dante y, como veremos, la toma de este retrato fue un verdadero renacimiento personal de un hombre que salía de su particular infierno dantesco, infierno que estuvo presente en diferentes etapas de la vida de éste artista comprometido moral y sentimentalmente -de forma obsesiva- con su obra y los protagonistas e historias que retrataba.
La toma tiene fecha de 1947 y fue realizada por un hombre que sufría los estragos y dolores de un cuerpo destrozado por la metralla. En febrero de 1945, Eugene Smith se unió a las tropas anfibias que desembarcaron en Iwo Jima durante la Segunda Guerra Mundial. En mayo, durante la decimotercera campaña de Okinawa, la revista Life le encargó documentar las 24 horas de un soldado raso de infantería llamado Terry Moore. El 22 de mayo, y siguiendo a éste soldado al frente de batalla, la metralla de una granada impactó en las manos y mandíbula del fotógrafo. Evacuado del frente fue recibido como un héroe en su patria, pero Smith no se sentía un héroe, es más, se sentía como un engranaje más de la propaganda y la maquinaria de guerra.
Como testigo de excepción del horror de una guerra, el reportero no sólo volvió herido en el cuerpo, sino también en el alma. Por ello no soportó el cinismo, el falso humanitarismo y las medias verdades que rodearon toda aquella etapa. Pero el antibelicismo del reportero no era ingenuo ni mucho menos estético o folclórico, sino que pretendía profundizar en los verdaderos intereses económicos, geoestratégicos y geopolíticos que nos convierten en meros peones de un gran ajedrez de muerte en el que manejan las piezas los poderosos. Esto se materializó en la lucha del fotógrafo por un periodismo gráfico moral, éticamente responsable y comprometido por la lucha por un mundo mejor y más justo, lo que le hizo enfrentarse a la dirección de todas las empresas periodísticas en las que trabajó.
Pero retomando el hilo de nuestra historia, Smith pasó dos años sometiéndose a varias operaciones -32 operaciones sólo en la boca y la nariz- para recomponer su maltrecho cuerpo. La rehabilitación fue larga, le dijeron que ya no podría sostener una cámara en sus manos, y menos cargarla con un carrete fotográfico. Por ello la génesis de esta foto supuso, no la recuperación de un gran fotógrafo documental, sino el nacimiento de un artista comprometido hasta las últimas consecuencias, que le costarían la salud física y mental, con su obra. Pero dejaré que el propio protagonista lo cuente:
“Por fin, aquel día realizaría el esfuerzo de relanzar aquellos dos años de vacío. Aquel día, por vez primera desde que fui herido, pediría a la cámara que funcionase para mí, obligaría por fin a mi organismo a controlar el mecanismo de la máquina fotográfica y, al mismo tiempo, intentaría obligar a mi espíritu creativo a que retornase de su exilio.
Sentía una presión que me exigía que aquella primera toma resultase lograda – “Dios quiera que tenga fuerzas suficientes para introducir el carrete en la cámara”-. Me encontraba decidido a conseguir que aquella fotografía presentase algo más que una buena realización técnica.
Quería que el tema fuese un delicado momento de expresiva pureza que contrastase con la horrenda barbarie a la que me había enfrentado en mis fotografías de guerra, las últimas que había tomado.”
La revista Life rechazó la imagen porque los niños aparecían de espaldas a la cámara, por lo tanto al lector, y no la publicó. Smith halló la fórmula de situarse en lugar del sujeto y no del lector. Con este punto de vista subjetivo también cambió los conceptos de futuros reportajes de la prensa ilustrada. Para desgracia de los directivos de la prestigiosa revista, la imagen se convirtió en un icono universal. Sobre todo cuando fue popularizada, y en cierta forma banalizada, en una campaña publicitaria de la compañía de coches Ford. Los soldados la colgaban de sus taquillas junto a las pin-ups de turno, en las escuelas colgaba junto al retrato del presidente e incluso se utilizó como imagen en recordatorios fúnebres y lápidas. Fue la foto que clausuraba la histórica exposición The Family of Man (La Familia del Hombre, MOMA de Nueva York, 1955) cuyo comisario fue el maestro de fotógrafos Edward Steichen. También fue la imagen que cerraba el libro-catálogo de la exposición y cuyo pie de foto recogía una estrofa de un poema de Saint-John Perse (seudónimo de Alexis Saint-Léger Léger) que rezaba. “A World to be born under your footsteps…” .."Un mundo para hacer debajo de tus pasos".
Javier Coria - primera parte de Paseo por el jardín del paraiso
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