La preferencia de los países del continente por la neutralidad no ha impedido la participación de soldados americanos en los grandes conflictos
(Soldado brasileño en el frente italiano de la Segunda Guerra Mundial. / IEEMAGE )
La participación colombiana en la Guerra de Corea, uno de los episodios en los que la Guerra Fría entró en calor, es una excepción. Históricamente, los países latinoamericanos han preferido la neutralidad en los grandes conflictos internacionales, y se han limitado a participar en misiones de paz bajo la bandera de Naciones Unidas.
Hasta 1917, la participación de los países de América Latina en las guerras europeas se había limitado a vender suministros —en su inmensa mayoría, materias primas— a los países en conflicto. La primera conflagración internacional en la que un país de América Latina decidió intervenir directamente fue la Primera Guerra Mundial. Tras la entrada de Estados Unidos en el conflicto, en 1917, varios países de la región, entre los que estaban Cuba, Panamá, Bolivia y Uruguay, declararon la guerra a Alemania, aunque únicamente Brasil llegó a enviar tropas —que solo llegaron a Europa con el armisticio ya declarado—.
Fue en la Segunda Guerra Mundial donde la intervención de los países latinoamericanos cobró más importancia. Durante los dos primeros años del conflicto, de 1939 a 1941, la política del buen vecino impulsada por el entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, abogaría por la neutralidad de los países del continente americano y la solidaridad en caso de ataque por parte de los beligerantes. Tras el bombardeo de Pearl Harbor, en diciembre de 1941, nueve países latinoamericanos declararon la guerra al Eje formado por Alemania, Italia y Japón.
México se unió a los aliados en 1942, tras el hundimiento de varios petroleros mexicanos frente a las costas de EE UU. El Gobierno presidido por Manuel Ávila Camacho ordenó la creación de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana (FAEM), que combatió en los cielos de Filipinas durante los primeros meses de 1945. De los 30 pilotos del Escuadrón 201, tres murieron en combate y otros tres en accidentes aéreos.
México también contribuyó a la defensa costera frente a posibles ataques del Eje. Otros países también centraron sus esfuerzos de guerra en la defensa de sus aguas territoriales. La marina cubana, por ejemplo, hundió un submarino alemán, el U-176, en mayo de 1943.
Pero el país latinoamericano que contribuyó de forma más destacada al esfuerzo de guerra sería otra vez Brasil, tras su declaración de guerra al Eje en 1942. Además de permitir la construcción de bases aéreas en su territorio —que serían importantes durante la operación Antorcha, la invasión aliada del norte de África— el país sudamericano envió a Europa a la Fuerza Expedicionaria Brasileña, con algo más de 25.000 miembros, que con el general Mascarenhas de Moraes a la cabeza lucharía en Italia entre 1944 y 1945. Más de 400 brasileños cayeron en combate.
(Soldado brasileño en el frente italiano de la Segunda Guerra Mundial. / IEEMAGE )
La participación colombiana en la Guerra de Corea, uno de los episodios en los que la Guerra Fría entró en calor, es una excepción. Históricamente, los países latinoamericanos han preferido la neutralidad en los grandes conflictos internacionales, y se han limitado a participar en misiones de paz bajo la bandera de Naciones Unidas.
Hasta 1917, la participación de los países de América Latina en las guerras europeas se había limitado a vender suministros —en su inmensa mayoría, materias primas— a los países en conflicto. La primera conflagración internacional en la que un país de América Latina decidió intervenir directamente fue la Primera Guerra Mundial. Tras la entrada de Estados Unidos en el conflicto, en 1917, varios países de la región, entre los que estaban Cuba, Panamá, Bolivia y Uruguay, declararon la guerra a Alemania, aunque únicamente Brasil llegó a enviar tropas —que solo llegaron a Europa con el armisticio ya declarado—.
Fue en la Segunda Guerra Mundial donde la intervención de los países latinoamericanos cobró más importancia. Durante los dos primeros años del conflicto, de 1939 a 1941, la política del buen vecino impulsada por el entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, abogaría por la neutralidad de los países del continente americano y la solidaridad en caso de ataque por parte de los beligerantes. Tras el bombardeo de Pearl Harbor, en diciembre de 1941, nueve países latinoamericanos declararon la guerra al Eje formado por Alemania, Italia y Japón.
México se unió a los aliados en 1942, tras el hundimiento de varios petroleros mexicanos frente a las costas de EE UU. El Gobierno presidido por Manuel Ávila Camacho ordenó la creación de la Fuerza Aérea Expedicionaria Mexicana (FAEM), que combatió en los cielos de Filipinas durante los primeros meses de 1945. De los 30 pilotos del Escuadrón 201, tres murieron en combate y otros tres en accidentes aéreos.
México también contribuyó a la defensa costera frente a posibles ataques del Eje. Otros países también centraron sus esfuerzos de guerra en la defensa de sus aguas territoriales. La marina cubana, por ejemplo, hundió un submarino alemán, el U-176, en mayo de 1943.
Pero el país latinoamericano que contribuyó de forma más destacada al esfuerzo de guerra sería otra vez Brasil, tras su declaración de guerra al Eje en 1942. Además de permitir la construcción de bases aéreas en su territorio —que serían importantes durante la operación Antorcha, la invasión aliada del norte de África— el país sudamericano envió a Europa a la Fuerza Expedicionaria Brasileña, con algo más de 25.000 miembros, que con el general Mascarenhas de Moraes a la cabeza lucharía en Italia entre 1944 y 1945. Más de 400 brasileños cayeron en combate.
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