Redacción
BBC Mundo
La noche del 14 de abril un grupo de hombres armados, presuntos integrantes del grupo radical islámico Boko Haram, irrumpieron en el internado de Chibok, una pequeña ciudad campesina en el estado de Borno, en el noreste de Nigeria.
"No se preocupen, no les pasará nada", les dijeron a las asustadas jóvenes que estaban en el edificio. Y después de aprovisionarse de alimentos y otros enseres, le prendieron fuego y se marcharon con las niñas.
A más de dos semanas del secuestro, es poco lo que se sabe del destino que sufrieron las más de 200 jóvenes que se encontraban en plena época de exámenes finales.
Una versión dice que fueron llevadas a Sambisa: un frondoso bosque recorrido por riachuelos y habitado por antílopes y elefantes, a donde antes de la insurgencia los pobladores acudían a cazar y pescar, según cuentan los locales.
Otra asegura que algunas fueron vistas en camiones en dirección a Chad y a Camerún, para ser vendidas en matrimonio por apenas US$15.
Falta de detalles
La falta de información sobre lo que está ocurriendo y en torno a las acciones del gobierno para rescatar a las adolescentes -que según las autoridades responde a la necesidad de no revelar detalles por razones de seguridad- también atañe al número de niñas raptadas.
Inicialmente se habló de 230, se mencionó que 40 habían logrado escapar, luego el número se elevó a 276 y la cifra más reciente, confirmada a la BBC por el jefe de la policía, Tanko Lawan, habla de 223.
Pero más allá de los números, ¿quiénes son estas jóvenes? ¿Qué las hizo vencer el miedo y apostar por la educación, un camino riesgoso en un estado como Borno, cuya capital es la cuna de la agrupación Boko Haram, que desde hace más de una década sostiene una campaña violenta con el objetivo de derrocar al gobierno y establecer un Estado islámico? ¿Cuáles eran sus anhelos?
"Ella quería ser médica"
"Les gustaba mucho ir a la escuela", le cuenta a BBC Mundo Ayuba Alamson, quien tiene dos sobrinas, una de 17 años y otra de 18 (además de dos primas), entre las secuestradas.
"Ella era muy alegre, amorosa y era muy buena compañía", dice en referencia a una de sus sobrinas, cuyo nombre prefiere mantener en el anonimato.
Quería terminar sus estudios secundarios, estudiar medicina y especializarse en ginecología, para ayudar a las mujeres en áreas rurales que no tienen acceso a los hospitales de la ciudad", cuenta.
"Mi otra sobrina", dice, "quería trabajar en medios, escribir en periódicos, presentar un programa en la radio y también ser escritora".
"La escuela (a la que iban) es la única escuela estatal en Chibok, por eso el sueño de muchas de las niñas era graduarse, ir a la universidad y regresar a la comunidad para construir una muy buena escuela para sus hijos", añade.
Alamson también tiene una hermana que tuvo la fortuna de escapar de los captores junto con otras jóvenes, pero el incidente fue tan traumático que aún no puede hablar de lo que vivió.
"Ella ahora está a unos 20 kilómetros de Chibok. Cuando le hablo llora todo el tiempo, no quiere recordar lo que pasó, sigue pensando en sus compañeras que todavía están en el bosque y no para de llorar. Sólo recuerda el momento en que la secuestraron y que saltó de un camión para escapar", le dice Alamson a BBC Mundo.
Angustia y preocupación
Deborah Sanya también logró escapar. Tiene 18 años y está a punto de graduarse.
Según le contó a The New Yorker, era mediodía cuando llegaron al campamento de los militantes, en una remota localidad en medio del bosque.
Los hombres obligaron a sus compañeras a cocinar; ella no comió, no tenía apetito.
Dos horas más tarde convenció a dos de sus amigas de escapar. Se escondieron tras unos arbustos y cuando los guardias las divisaron, comenzaron a correr.
Llegaron a un poblado por la noche, durmieron en la casa de un extraño que las recibió y, al día siguiente, llamaron a sus familias.
"Pensé que era el final de mi vida", dice Sanya.
Al igual que la hermana de Alamson, su angustia y preocupación por sus compañeras le impide contar algo más.
Igualdad de oportunidades
"Las jóvenes en Chibok son como todas las jóvenes de 17 o 18 años. La mayoría son hijas de campesinos. Las que obtienen buenos resultados en sus exámenes suelen continuar con su educación", le cuenta a BBC Mundo Pogo Bitrus, uno de los líderes ancianos de la comunidad.
"En esta zona se valora mucho la educación occidental", añade.
"Tampoco se hace mucha diferencia entre niños y niñas en esta región, que es mayoritariamente cristiana", dice.
"En este sentido, esta zona es diferente de otras del país donde las niñas no tienen las mismas oportunidades que los niños por diferencias culturales o religiosas".
Naomi Mutah, organizadora de las protestas por el secuestro que se han llevado a cabo en la capital Abuja, y oriunda de Chibok, coincide con Bitrus en cuanto al interés por la educación que caracteriza a la comunidad.
"Los padres de esas chicas son campesinos y están firmemente convencidos de que sus hijas deben recibir educación", afirma Mutah.
"Esto no es por lo general así, pero esta comunidad está convencida de que tanto los niños como las niñas deben tener la oportunidad de acceder a la educación y eso explica por qué hay un número tan elevado de estudiantes mujeres haciendo sus exámenes", explica.
"Estos padres trabajan durante la estación de lluvias para asegurarse de obtener una buena cosecha que, al venderla, les permita pagar la escuela de sus hijos", relata Mutah.
"Pero ahora, todos estos anhelos se han visto interrumpidos de golpe, y ni siquiera sabemos qué pasó con ellas. ¿Están vivas? Y si lo están, ¿dónde están? Queremos a nuestras niñas de vuelta para que puedan volver a la escuela", dice con enojo.
"No hay que olvidar que esta es una generación entera de estudiantes mujeres en Chibok, y, entre ellas, seguramente habrá futuras primeras damas, médicas, abogadas, ingenieras. Pero si no se hace nada por rescatarlas, todo nuestro trabajo habrá sido en vano".
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