Francis perdió a sus padres, su abuela y una hermana por el ébola.
Francis tiene la mirada vivaz y curiosa típica de un adolescente.
Con 13 años conoce bien la devastación que puede causar el ébola. El virus llegó a su familia como una avalancha.
Sus padres murieron poco después de ingresar en una clínica en Kailahun, Sierra Leona. Pocos días después cayeron enfermas también su abuela y sus hermanas menores, Rose, de cinco años y Alice, de tres.
Nadie sabe cómo Francis logró escapar al contagio. Ahora se encuentra en un "Centro provisorio de cuidado", una residencia transitoria, financiada por Unicef y Save the Children, para niños que han perdido sus padres por el ébola.
El ébola está causando miles de tragedias como la de Francis. Unicef informó esta semana que en sólo tres países, Guinea, Liberia y Sierra Leona, al menos 3.700 menores han perdido a uno o a ambos progenitores debido a la enfermedad.
Y la institución de la ONU estima que la cifra podría duplicarse para mediados de octubre.
La epidemia de ébola ya causó más de 3.000 muertes en el oeste de África, según la Organización Mundial de la Salud.
Abandonados
Menores como Francis no sólo deben enfrentar el devastamiento familiar, también llevan ahora el estigma de haber tenido contacto con el ébola.
"Lo niños que han perdido a sus padres necesitan atención urgente y especial, pero muchos se sienten rechazados y abandonados", dijo Manuel Fontaine, de UNICEF.
Los huérfanos son normalmente acogidos por algún familiar cercano o lejano, pero el miedo al contagio está transformando a muchas comunidades.
Fontaine señaló que "el ébola está convirtiendo a una reacción humana básica, como es consolar a un niño enfermo, en una potencial sentencia de muerte".
"Me siento tan, tan triste"
El Centro provisorio donde se encuentra Francis es dirigido por una señora de edad avanzada. Mamie Kpulum provee cariño y algo de estabilidad a poco más de diez menores huérfanos por el ébola.
"Me siento tan, tan triste por estos niños. Pierden a sus padres y encima deben adaptarse a una vida nueva. Nuestro trabajo es darles seguridad", dijo Mamie a una trabajadora de Unicef.
Otra voluntaria del centro es Hawa Kamokai, que alimenta y distrae con juego a los niños, algunos de apenas dos o tres años.
"Los que más me preocupan son los niños mayores, porque entienden lo que está pasando. Trato de animarlos a hablar sobre sus sentimientos", señaló Hawa.
Francis dice que siente sobre todo la ausencia de su padre, Emanuel Sakila. "Extraño cómo me alentaba, nuestras caminatas juntos, en las que me conversaba y me daba consejos. Extraño todo esto porque ahora se ha ido".
Incertidumbre
Una de las hermanas de Francis, Rose, logró curarse y ahora se encuentra con el adolescente. Alice, la menor, no sobrevivió a la enfermedad.
La esperanza de Mamie Kpulum era que la abuela de los niños se recuperara para hacerse cargo de ellos, pero también sucumbió al virus.
El futuro de Francis, su hermana y muchos otros niños es incierto. Unicef ySave the Children están haciendo campañas para encontrar cuidadores para cientos de huérfanos.
Una de las trabajadoras de estas agencias que llegó hasta el centro transitorio, Fattu Fomba, le dijo a Unicef: "A veces cuando vuelvo a mi oficina simplemente me pongo a llorar. Me pregunto qué sucederá con estos niños, cuál será su futuro".
"El ébola es una guerra secreta, no hay armas, pero la gente vive traumas igualmente terribles".
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