El cómico relata con crudeza su infancia en asilos y centros públicos
Fue en el The Canteen de Aldershot cuando por primera vez Charles Chaplin (Londres, 1889-Vevey, 1977) recibió dinero por actuar en un escenario. Le llevó su madre, actriz y cantante, al teatro para no dejarlo en casa solo. La autobiografía Chaplin(Lumen) es una reedición revisada a la que se le han añadido fragmentos que habían sido suprimidos en la edición en castellano y a la que se ha añadido una serie de fotografías del actor mostrando aspectos de su vida familiar y profesional. “Se ha rehecho la traducción, que era muy deficiente y faltaban fragmentos completos sin ningún motivo aparente”, indica Andreu Jaume, uno de los responsables de esta nueva edición.
“Se trata un libro muy revelador sobre una de las grandes figuras del siglo XX. Considero espléndida la narración de su infancia victoriana en la que no oculta detalles de los primeros años de su vida, que fueron terribles”. No hay paños calientes a la hora de relatar la caída familiar en la más absoluta pobreza, sus entradas y salidas en los asilos de caridad. La enfermedad de su madre o el traslado a la casa de su padre. “Creo que esta parte de la autobiografía ayuda a entender al personaje en toda su trayectoria profesional y artística. La recreación urbana que hace de esa Inglaterra de finales del XIX y principios del xx es muy interesante y su obra cinematográfica está reflejada en ella hasta Luces de bohemia”, señala. Los detalles que ofrece Charles Chaplin de esa época demuestran una memoria exquisita. “Creo que hasta cuando rueda Candilejas en 1952 está presente ese universo infantil trágico”, explica uno de los responsables de la traducción.
Chaplin se atrevió a ridiculizar a uno de los hombres más importante y más peligrosos de siglo XX, Adolf Hitler. “La cara era extremadamente cómica, una mala imitación mía, con su bigote absurdo, su mechón espeso y rebelde y so boca repugnante, pequeña de labios delgados. No pude tomar en serio a Hitler”, escribe el autor de El gran dictador. “Demostró que era capaz de criticar a uno de los más poderosos demostrando el absoluto desprecio que sentía hacia él”. Que un actor decidiese en el 38 a una figura como él demuestra el valor de este hombre. Es una sátira brutal algo muy asombroso, la rueda entre el 38 y 39 y se estrena en el 40. Se vio obligado a acudir a la Casa Blanca y reunirse con el presidente Roosevelt quien después de visionar la película dijo: ‘Su película no está dando muchos quebraderos de cabeza en Argentina’.
Como director, padeció las críticas de algunos sectores del mundo cinematográfico, algo que le traía sin cuidado. “Mi técnica es el frutado de haber pensado por mí mismo, de mi propia lógica y de mi propia perspectiva; no está influida por lo que hacen los demás. Si en arte uno debe ir con su época, entonces Rembrandt sería un cero a la izquierda comparado con Van Gogh”, escribe Chaplin al respecto. “Creo que es un personaje que lleva hasta las últimas consecuencias su visión de lo que es el arte cinematográfico, concibe el cine como un lenguaje autónomo de la literatura y el teatro. Su perfeccionismo es tal que es capaz de tardar tres años en rodar el momento del encuentro de la ciega y el vagabundo en Luces de bohemia. Existe un documental sobre el rodaje que es fantástico”, indica Andreu Jaume.
De la lectura de la autobiografía se desprende que Charles Chaplin era un hombre lleno de contradicciones, muy solitario. Había conocido la pobreza y se deslumbró por el dinero. Le encantaba codearse con la alta sociedad y con personajes públicos. Aunque estaba orgulloso de haber sido pobre y no haber renegado de ella.
AURORA INTXAUSTI Madrid
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