jueves, 16 de octubre de 2014

Es un mito que los indígenas somos un obstáculo al desarrollo'

  • Ruth Buendía, líder de la comunidad Asháninka, recibe el Premio Bartolomé de las Casas

  • La dirigente trabaja por el acceso de su pueblo a buenos servicios de sanidad y educación



Si no me educo, no voy a poder sacar adelante a mi pueblo".Ruth Buendía se muestra tan segura de sí misma que bien podría ir enfundada en un traje negro y subida en altos tacones, como sería propio de una ejecutiva. Sin embargo, esta 'lideresa' -así se refieren a ella quienes se guían por sus ideales sociopolíticos- usa un ropaje tradicional de la tribu peruana Asháninka para abanderar la causa que le trae hasta España: el desarrollo humano sostenible.
Indígena proveniente de la comunidad nativa Cutivireni, en la cuenca peruana del río Ene (Satipo), esta mujer es, ante todo, madre y esposa, además de presidenta de la organización indígena CARE (Central Asháninka del Río Ene). Ruth Zenaida Buendía no ha cumplido aún los 40 años y, sin embargo, además de volcar todos sus esfuerzos en la ardua tarea de que su pueblo sea respetado, ya ha criado a cinco hijos, para los que su máximo deseo es que puedan recibir una buena educación.
"Cuando no has tenido acceso a la educación, no puedes tener nada", se lamenta. Así pasó cuando los colonos andinos bajaron hasta las tierras de los Asháninka "queriendo hacer un ensayo político del marximo-leninismo", sabiendo que se encontrarían con un pueblo analfabeto y desencadenando una etapa de violencia social.

Su padre, asesinado cuando era una niña

Al padre de Ruth lo mataron en medio del conflicto, cuando ella aún era una niña. "Es difícil expresar lo que siento hacia sus asesinos, pero no los odio; sólo quiero que su acción quede como historia, que no se vuelva a repetir en futuras generaciones", pide.
Aunque comparte apellido con el fundador del mágico Macondo, si Ruth Buendía escribiera un libro no incluiría en el título la palabrasoledad"Dice el mito que los asháninkas somos un obstáculo al desarrollo, pero la realidad es que no lo vemos como algo negativo, sino como una oportunidad, siempre y cuando se lleve a cabo de forma sostenible".
Este compromiso con su pueblo es la razón por la que le ha sido otorgado el Premio Bartolomé de las Casas, concedido por la Secretaría General de Cooperación Internacional para el Desarrollo española. Los motivos que subyacen son "su contribución al desarrollo humano sostenible, su carácter integrador que ha permitido un diálogo permanente, fluido y fructífero con las autoridades peruanas; su labor para conseguir el acceso a los servicios públicos de educación y sanidad para sus comunidades en las mismas condiciones que el resto del país y su impulso a numerosos proyectos que han redundado en el desarrollo económico sostenible de esa zona", según la declaración oficial.

Vivir bien en el territorio de siempre

El pueblo Asháninka no es muy distinto de cualquier 'tribu' occidental; lo que sí es muy distinto es su hábitat: la selva, "un territorio integral, donde se vive gracias a los recursos que en él se producen y se convive con todas las partes que lo conforman", según la descripción de la 'lideresa', no un sinónimo de peligrosidad. "Hace 30 años, en la época del terrorismo, daba miedo" -recuerda- "pero ahora ha vuelto a ser un lugar con preciosos bosques en el que se respira paz, relajo".
Los asháninkas "no reaccionan para defenderse si no se les provoca", así como los jaguares, que "no atacan si no son molestados". La diferencia es que en la ciudad "hay una luz roja que te avisa del peligro de cruzar la carretera y ser atropellado, pero en la selva ninguna luz roja te salvará de encontrarte con un jaguar".
Cuando Ruth conoció la organización que ahora preside, CARE, vio la oportunidad de contribuir a la lucha que su pueblo mantenía, pero desde la educación y el diálogo. Cambió la facilidad con que se desarrollaban las tareas de la vida diaria en Satipo, donde trabajaba para sacar adelante a su primer hija, para volver a su comunidad, en la que "las mujeres tienen que caminar una hora cargando bidones de 10 litros para traer agua". También dejó atrás la seguridad, regresando donde "en cualquier momento viene el policía, ya pueden ser las seis de la mañana, y te rebusca".
Esto sucede a causa de la invasión de su territorio por los colonos, que cultivan la hoja de la coca y atraen a los narcotraficantes. "Hay militares dentro de la reserva, y aún así siguen aterrizando los aviones ilegales. Ellos los ven, pero si les pides que intervengan te dicen que no pueden hacer nada, ya que de eso se tiene que ocupar la policía", cuenta Ruth.
El fraccionamiento de la 'familia', como ella llama a su comunidad, es uno de los impactos sociales que provoca la invasión. "No es que los asháninkas estemos en contra del desarrollo, de la inversión privada" -remarca la 'lideresa'- "pero tres años atrás murieron cinco niños por beber agua de los riachuelos". ¿Cómo es posible que se estén explotando los recursos de un territorio y este modelo de desarrollo no vaya acompañado de oportunidades para sus habitantes? Porque las industrias petroleras y de hidrocarburos que operan en la zona "lo han sacado todo, pero la población local no tiene nada", se lamenta.
Buena parte de la responsabilidad de esta situación recae en el Estado peruano, que "no nos da información sobre los impactos de la actividad industrial ni nos consulta sobre las concesiones", explica. Las oportunidades de desarrollo no llegan así al pueblo Asháninka, cuyos miembros "queremos ser ciudadanos de Perú en igualdad de condiciones que el resto".

El poder de la educación

La experiencia en su organización le ha demostrado la importancia de tener una buena formación académica. "Si yo no me hubiera educado, no podría haberles dado a los jóvenes asháninkas la oportunidad de que lo hagan ahora". Ésa es la razón por la que considera que en la comunidad "se debería dar mucha más importancia a la educación; tenemos que aprender de Occidente en el sentido de que necesitamos un empujón para progresar, para afrontar los cambios que acontezcan en nuestro bosque y conseguir un desarrollo sostenible que preserve los valores ambientales de la zona, pero que traiga los servicios necesarios para que aumente la calidad de la vida".
Los retos que ahora más preocupan a Ruth en su presidencia en CARE -que se extiende hasta 2016-, son conseguir buenas infraestructuras y servicios para su pueblo y dotarle de mayor competitividad. Pero insiste una y otra vez en que su mayor deseo es "seguir estudiando, aunque sea viejita".
BERTA HERRERO
http://www.elmundo.es/internacional/

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