El candidato a la presidencia Pablo Longueira, anuncia su retirada a causa de una depresión
La renuncia se produce cuando faltan cuatro meses para las elecciones
ROCÍO MONTES Santiago de Chile
Pablo Longueira. / FELIPE TRUEBA (EFE)
La decisión del candidato de la derecha Pablo Longueira de retirarse de la carrera presidencial, a causa de un cuadro clínico depresivo, ha provocado un terremoto político en Chile cuyo epicentro es el conglomerado oficialista: a cuatro meses de las elecciones del 17 de noviembre, el sector parece no reponerse del impacto por la enfermedad del exministro de Economía, y paralelamente ha debido emprender una lucha contra el tiempo para elegir a un representante que se mida ante la expresidenta socialista Michelle Bachelet, que concurre con una cómoda ventaja.
Longueira, de 54 años, casado y padre de siete hijos, es un histórico dirigente de la Unión Demócrata Independiente (UDI), el partido de la derecha conservadora chilena que se ha centrado en los sectores populares del país sudamericano. El 30 de junio pasado, en las primarias de la Alianza, logró imponerse con un 51,3% al candidato de Renovación Nacional (RN), Andrés Allamand. La campaña había sidocorta y agotadora: Longueira se había convertido en presidenciable solo dos meses antes, el 29 de abril, cuando su partido consiguió desactivar la postulación del exministro Laurence Golborne.
Las exigencias propias de la campaña no afectaron de inmediato a este ingeniero civil de 54 años. El exministro incluso se mostró con mayor vigor después del triunfo y se le vio con buen ánimo. Una semana después de los comicios, sin embargo, se manifestó la primera gran señal de esta enfermedad que ya lo había tenido de baja en 2003. El 9 de julio pasado ofreció una rueda de prensa, según informa el diario La Tercera, que fue su última actividad pública. Un día después tuvo que suspender un encuentro en un centro de estudios tras sentirse indispuesto.
Longueira se refugió en la finca de su familia, en soledad, y su cuadro se agravó. La semana pasada consultó a un médico de confianza que, según el mismo periódico, le diagnosticó un cuadro depresivo severo que requería un tratamiento inmediato. El domingo pasado sufrió una nueva crisis que alertó al Gobierno y a su entorno y, desde ese momento, se terminó de sellar la suerte del excandidato: debía alejarse de la vida pública por algunos meses y, en consecuencia, abandonar la carrera presidencial. Desde entonces y hasta el miércoles, cuando sus tres hijos mayores comunicaron la noticia, la decisión fue gestionada con cautela extrema.
La enfermedad ha conmovido a los principales dirigentes políticos chilenos de todas las tendencias. El presidente Sebastián Piñera pidió unidad en su sector y Bachelet señaló, visiblemente acongojada, que esperaba que Longueira y su familia superasen pronto este momento doloroso. El exjefe de campaña expresó nítidamente el sentimiento que inunda a la clase política chilena y en especial al oficialismo: “Para quienes hemos trabajado por Pablo, esto es especialmente triste”.
La actual campaña presidencial de la derecha ha sido definida por los analistas como la más accidentada y difícil de la Alianza desde el regreso de la democracia en 1990 y, 24 horas después de la dimisión de Longueira, no es clara la forma en que la derecha enfrentará a Bachelet en noviembre.
Una de las opciones que contempla la UDI es nominar a la actual ministra de Trabajo, Evelyn Matthei. La alternativa de encumbrar a una mujer hija de un general de la Fuerza Aérea —igual que en el caso de Bachelet— seduce a parte del partido. Mientras, RN baraja la salida de resucitar la candidatura de Allamand. El expostulante, sin embargo, después de su derrota el 30 de junio, tensó las relaciones en el oficialismo y hasta culpó directamente a La Moneda de su fracaso, lo que dificulta que llegue a ser un abanderado de consenso.
La realización de nuevas primarias es inviable, porque los aspirantes deben estar inscritos para el 19 de agosto. Pese a que se están haciendo esfuerzos por lograr un candidato de unidad —la única forma de tener alguna opción frente a Bachelet— no se descarta que RN y la UDI lleguen a las presidenciales con candidatos propios. Este escenario no haría más que alimentar el optimismo del centroizquierda, que, incluso antes de que se conociera la depresión de Longueira, era bastante sólido.
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