Francisco convoca en Roma para el 17 de marzo a representantes del Gobierno, los sindicatos y los empresarios
Que haya paz social. El papa Francisco pretende que en los próximos meses, época en que suele negociarse los convenios salariales en Argentina, reine el diálogo. Y con ese fin ha convocado en el Vaticano para el 17 de marzo a representantes del Gobierno, los sindicatos y los empresarios, según informaron el domingo los diarios La Nación y Perfil.
La tensión y la incertidumbre se incrementaron en el país después de que el Gobierno asumiera a fines de enero la devaluación del peso argentino en un 20% respecto al dólar. El Gobierno ha acusado a varios empresarios “inescrupulosos” de aprovechar la situación para encarecer sus productos de forma abusiva; el dirigente sindical Antonio Caló, afín al Gobierno, declaró que a la gente ya no le daba para comer; la presidenta lo contradijo en público y lo animó a vigilar los precios de los supermercados para que se cumplan los acuerdos pactados entre el Gobierno y las grandes cadenas. En ese contexto, el papa ha decidido presidir una mesa de diálogo en el Vaticano. Y aunque parezca insólito en el Vaticano, es muy probable que el 17 de marzo se mantenga un debate que gire en torno a la inflación.
El gran problema de Argentina no es el déficit energético (7.000 millones de dólares en el último año); ni que haya perdido en tres años el 47% de las reservas de divisas del Banco Central (pasó de 52.618 millones de dólares a los 27.800 de ahora); ni que le resulte muy complicado atraer inversores al yacimiento de Vaca Muerta mientras no compense a Repsol por la expropiación del 51% de sus acciones en YPF; ni que tenga vedado el acceso a los créditos internacionales mientras que no comience a pagar los 9.500 millones de dólares que debe a 16 de los 19 países integrantes del llamado Club de París. El gran problema detrás de todo eso es la inflación. La subida de los precios es lo que lleva a los sindicatos a pedir aumentos en sus salarios en torno al 30%. Hasta ahora, el Gobierno siempre cedió y los convenios se firmaban siempre con subidas superiores a la inflación real. Pero el problema es que el tiempo de las vacas gordas se ha terminado.
La presidenta de Argentina ha pedido a los dirigentes sindicales que arrimen el hombro ante la situación que se avecina. En el discurso que pronunció el pasado miércoles en la Casa Rosada, Cristina Fernández advirtió: “Bueno, entérense muchachos: en el mundo está complicado, viene complicado. Y viene complicado también para los países emergentes”.
El columnista de La Nación Joaquín Morales Solá citaba a un dirigente social con acceso a Francisco: “El papa está tratando de poner un pie en el medio antes de que choquen los trenes”. Entre los políticos que se han comprometido a asistir se encuentran el ministro de Trabajo, Carlos Tomada; el presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA), Héctor Méndez, su vicepresidente, Daniel Funes de Rioja, y el secretario general de la Uocra (sindicato de la construcción), Gerardo Martínez.
Lo curioso del llamamiento al diálogo del papa es que el Gobierno argentino, a pesar de las denuncias sobre “especuladores” y “empresarios inescrupulosos”, en realidad está fomentando acuerdos mediante el diálogo. Es así como consiguió pactar el miércoles un aumento en el precio de los combustibles de sólo el 6%, a pesar de que la multinacional Shell ya había subido sus precios en un 12%. Y es así como dos días después, el Gobierno logró que los empresarios cerealeros se comprometan a vender este mes en el exterior parte de sus productos por un valor de 2.000 millones de dólares, lo que le dará un balón de oxígeno a las menguantes reservas del Banco Central. Una vez encauzada la situación, el gran reto del Gobierno es lograr acuerdos salariales con los sindicatos. Ahí es donde Francisco pretende echar una mano.
La Casa Rosada ha evitado pronunciarse sobre la convocatoria, aunque es muy probable que la reunión en el Vaticano se haya gestado con el conocimiento y consentimiento de Cristina Fernández. La relación de la presidenta con el cardenal Bergoglio era áspera y distante. Sin embargo, desde que fue elegido papa, Fernández relegó a un segundo plano las viejas querellas y promovió el acercamiento. El papa, a través de llamadas informales a diversos dirigentes políticos no deja de repetir la misma palabra: diálogo.
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