sábado, 15 de febrero de 2014

La edad de la ignorancia

Publicado originalmente como “The Age of Ignorance” en el blog del The New York Review of Books y traducido en esta ocasión por Manuel Iris, este texto de Charles Simic habla sobre la ignorancia de los estudiantes jóvenes y el futuro de una nación que produce en masa meros autómatas. Una reflexión pertinente en cualquier contexto.



La expansión de una ignorancia que raya en la estupidez es nuestra nueva meta nacional. Es inútil pretender lo contrario y decir, como dijo Thomas Friedman en el Times hace unos días, que las personas instruidas son el recurso más importante de la nación.  Por supuesto: lo son, pero ¿los queremos con nosotros? No me parece que lo hagamos. El ciudadano ideal de un Estado corrupto, como el que ahora tenemos, es un ingenuo imbécil sin la capacidad de distinguir entre la verdad y la idiotez.
A una población educada y bien informada, del tipo que una democracia funcional requiere, sería muy difícil mentirle, y no podría ser dirigida por los varios intereses que van arruinando este país.  La mayor parte de nuestros políticos y de sus asesores y allegados se encontrarían sin trabajo, lo mismo que los tarados que se hacen llamar “creadores o líderes de opinión”.  Afortunadamente para ellos, nada tan catastrófico, incluso si es bien merecido y pudiera ser mayoritariamente bienvenido, tiene posibilidad de suceder remotamente pronto. Para empezar, se hace mucho más dinero de los ignorantes que de los ilustrados, y engañar a los estadounidenses es una de las pocas industrias en franco crecimiento que todavía tenemos en el país. Una población verdaderamente educada sería mala tanto para los políticos, como para los negocios.
Ha costado años de indiferencia y estupidez continuas llegar a hacernos tan ignorantes como somos ahora.  Cualquiera que haya dado clase en una universidad por 40 años o más, como yo lo he hecho, puede decir cuan menos saben cada año los estudiantes de nuevo ingreso. Al principio fue sorprendente, pero ya no es novedad para un profesor universitario que la buena y curiosa juventud inscrita en nuestros cursos no tenga la habilidad necesaria para comprender la mayor parte del material que se le está enseñando. Enseñar literatura norteamericana, como yo lo he hecho, se ha vuelto más y más difícil en años recientes, dado que los estudiantes leen poca literatura antes de la universidad y muchas veces carecen de la más básica información acerca del periodo histórico en que la novela o poema fue escrito, incluyendo qué ideas o asuntos importantes ocupaban a la gente pensante de ese momento.
Incluso la historia regional se ha desatendido. Estudiantes que vienen de los pueblos industriales de nueva Inglaterra no han, como he descubierto, aprendido acerca de las famosas huelgas de sus comunidades, durante las cuales los trabajadores fueron asesinados a sangre fría y los perpetradores escaparon impunemente. No me sorprendió que sus preparatorias fueran cautelosas a la hora de hablar de estos hechos, pero me dejó atónito el hecho de que sus padres, abuelos y cualquiera con quienes tuvieran contacto mientras crecían nunca mencionase estos ejemplos de terrible injusticia. O las familias nunca hablaron del pasado, o los niños no ponían atención cuando lo hicieron. De cualquier manera, uno se enfrenta con el problema de cómo remediar tan vasta ignorancia acerca de cosas con las que deberían estar familiarizados, como lo estuvieron las generaciones de estudiantes anteriores a ellos.
Si esta falta de conocimiento es el resultado de años de exagerada simplificación de los contenidos de preparatoria, y del hecho de que las familias no le hablen a sus hijos del pasado, entonces  hay otro pernicioso modo de ignorancia que ahora enfrentamos. Es el producto de años de polarización ideológica y política, y del deliberado esfuerzo por parte de los partidos más intolerantes y fanáticos por crear más ignorancia mintiendo acerca de muchos aspectos de nuestra historia y hasta de nuestro pasado reciente. Recuerdo mi asombro hace unos años cuando leí que la mayoría de los americanos dijeron a encuestadores que Saddam Hussein estaba detrás de los atentados terroristas del 11 de septiembre. Me pareció una hazaña de propaganda que superaba a las de los peores regímenes autoritarios del pasado, muchos de los cuales tuvieron que recurrir a campos de trabajo y pelotones de fusilamiento para obligar a su gente a creer alguna falsedad, sin éxito comparable al que veo ahora.
Sin duda, el internet y la televisión por cable han permitido a varios intereses políticos y corporativos extender la desinformación en una escala que antes no era posible, pero que esa desinformación sea creída requiere una población mal educada, desacostumbrada a verificar las cosas que le son dichas. ¿En qué otro lugar del mundo un presidente que rescató bancos con dinero de los contribuyentes, permitiendo que el resto de nosotros perdiéramos 12 trillones de dólares en inversiones, retiro y valores de vivienda, puede ser llamado “socialista”?
En el pasado, si alguien no sabía nada y hablaba sinsentido, nadie le prestaba atención. Eso ya no sucede. Ahora esa gente es procurada y halagada por políticos e ideólogos conservadores que los llaman “americanos verdaderos”, defendiendo su país del gran gobierno y las educadas élites liberales.  La prensa los entrevista y reporta sus opiniones seriamente sin señalar la imbecilidad de lo que creen. Estos mercaderes que los manipulan para el beneficio de los intereses financieros, saben que pueden hacer que cualquier cosa sea creída porque, para el ignorante y el tonto, las mentiras suenan siempre mejor que la verdad:
Los cristianos son perseguidos en este país.
El gobierno viene a quitarte tus armas.
Obama es musulmán.
El calentamiento global es un engaño.
El presidente está forzando homosexualidad abierta en el ejército.
Las escuelas apoyan una agenda de izquierda.
El seguro social es un derecho, no distinto a la asistencia social.
Obama odia a los blancos.
La vida en la tierra tiene 10,000 años de existencia, y el universo también.
La red de seguridad contribuye a la pobreza.
El gobierno esta tomando tu dinero y dándoselo a colegialas locas y sexuales para pagar por sus anticonceptivos.
Uno podría fácilmente enlistar muchas otras tonterías creídas por los americanos. Son mantenidas en circulación por cientos de medios religiosos y de derecha, cuya función es fabricar una realidad alternativa para sus televidentes y escuchas. “La estupidez es a veces la mayor de las fuerzas históricas” dijo Sidney Hook una vez. Sin duda. Lo que tenemos en este país es una rebelión de mentes chatas contra el intelecto. Por eso se ama a los políticos que arremeten contra maestros que adoctrinan niños contra los valores de sus padres y se siente resentimiento contra aquellos que muestran habilidad para pensar seria e independientemente. A pesar de su bravuconería, siempre podemos contar con que estos tontos voten en contra de sus propios intereses. Y eso, hasta donde me concierne, es el motivo por el cual millones de dólares son gastados en mantener en la ignorancia a mis conciudadanos.
Marzo 20, 2012, 10:55 a.m.

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