jueves, 27 de febrero de 2014

Los sótanos del pánico en la Guerra Fría


Durante la Guerra Fría, el miedo a sufrir ataques nucleares obsesionó a los gobiernos de muchos países del mundo y también terminó afectando a la población. Muchas familias creían más que probable que su país fuese atacado con bombas atómicas y necesitaban, para vivir con tranquilidad, saber que podrían encontrar un refugio en el que ponerse a salvo mientras hubiese niveles altos de radiactividad en el exterior. Surgió así el llamado fallout shelter, un lugar seguro y sólido, blindado con gruesos muros de hormigón, en el que se almacenaban agua, alimentos, muebles y todo tipo de enseres necesarios para mantener con vida a sus ocupantes como mínimo durante dos semanas.



Refugio de alrededor de 1957

El Presidente Kennedy desarrolló un programa para construir estas edificaciones destinadas, esencialmente, a proteger a los altos funcionarios del gobierno y a resguardar las instalaciones militares más importantes. Los edificios solían marcarse con un cartel amarillo y negro que los identificaba.


También en Suiza se edificó una extensa red de fallout shelter con el objetivo de proteger y alimentar a toda la población nacional durante largo tiempo, después de un ataque nuclear.

La antigua Unión Soviética y otros países del bloque del Este se preocuparon también de diseñar estos refugios y, frecuentemente, aprovecharon los túneles del metro para construirlos.



En 1962 se hizo muy popular un curioso Manual de fallout shelter, escrito por Chuck West. La portada muestra una imagen de la típica familia americana, blanca por cierto, viviendo "cómodamente" en un fallout shelter después de un ataque atómico: la madre, con vestido y delantal, prepara la cena, mientras que el padre se relaja fumando una pipa y leyendo una revista.



El libro incluye numerosas fotografías en las que se intentaba convencer al lector de la solidez y las comodidades que él y su familia encontrarían en estos refugios, mientras esperaban el momento propicio para salir de nuevo al exterior.

Pero, a pesar de la confianza que inspiraban estos lugares, lo cierto es que la explosión nuclear podría haberlos enterrado bajo toneladas de escombros, de manera que las personas que se hubiesen protegido en ellos no habrían podido después salir al exterior. También podían verse dañados o destruidos como consecuencia de la bomba. Y es que estos refugios eran capaces de resistir la lluvia nuclear pero no estaba tan claro que no se viesen afectados por los efectos de la explosión.


http://www.ovejaselectricas.es/

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

32 AÑOS SIN AKIRA KUROSAWA

                                      Fotografía fuente Revista Yume: https://revistayume.com/ “Puede que sólo puedas escribir una página po...