miércoles, 19 de febrero de 2014

La OEA, incapaz de mostrar una postura unánime sobre Venezuela

La violencia en el país muestra la fractura en el seno de la organización
Manifestantes a favor y en contra de Maduro se concentran frente a su sede en Washington



Mientras frente a la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) en Washington la centena de manifestantes, partidarios y detractores del Gobierno que preside Nicolás Maduro, mostraban el cisma social que se vive en Venezuela, dentro del edificio, sus Estados miembros evidenciaban la fractura existente en el seno del organismo regional, incapaz de encontrar una respuesta unánime a la violencia que se vive en el país sudamericano, desatada con la manifestación estudiantil del pasado 12 de febrero. El debate, estéril en cuanto a efectos prácticos porque no se votó resolución ninguna al no estar incluido el conflicto venezolano en el orden del día, dejó constancia de la división que el chavismo suscita en el continente.
Fue Estados Unidos quien sacó a colación la situación de violencia en Venezuela, en un movimiento muy poco habitual por parte de su delegación, poco dada a promover propuestas en la OEA y, mucho menos, relacionadas con los países del ALBA para evitar dar pábulo a sus acusaciones de imperialismo. En los últimos años, EE UU no ha acudido a la OEA para ventilar sus inquietudes hemisféricas pero, en esta ocasión, parece que Washington ha decidido optar por esta vía para abordar la crisis venezolana en un intento de recuperar su voz en América Latina -ahogada tras la última cumbre de la CELAC en La Habana-, y por contentar a la bancada republicana, ávida de que EE UU ofrezca una respuesta contundente al chavismo y que cuestiona la eficacia de la OEA.
La embajadora estadounidense ante el organismo, Carmen Lomellin, solicitó a ambas partes a “trabajar para restaurar la calma” y pidió al Gobierno venezolano que “respetara la libertad de expresión y el derecho de reunión pacífica y la seguridad de todos los ciudadanos”. A diferencia del secretario de Estado, John Kerry, Lomellin no responsabilizó expresamente al Ejecutivo de Maduro de las agresiones, una cautela premeditada para tratar de amainar la réplica de su homólogo venezolano. Tampoco citó la Carta Democrática Interamericana, que es la que permitiría activar medidas en el país venezolano y por lo que abogaban los manifestantes antichavistas que se congregaban a las puertas de la sede y que han remitido sendas cartas al secretario general de la organismo, José Miguel Insulza, y a los embajadores al respecto.
El embajador de Venezuela ante la OEA, Roy Chaderton, sin embargo, respondió con la retórica ágil y ácida que le caracteriza. En un discurso plagado de referencias históricas a la intromisión “del imperio” –nunca aludió específicamente a EE UU- en asuntos de América Latina y del resto del mundo, Chaderton se refirió a las protestas de los últimos días como “un golpe de Estado callejero y mediático que ha generado el aquelarre más tenebroso por parte de la comunidad internacional”.
A la petición de diálogo de EE UU, Chaderton respondió asegurando que el “Gobierno chavista permanece abierto a hablar con el sector democrático de la oposición, entre la legitimidad y la legalidad y la disidencia responsable”, en un claro guiño al ala opositora que representa el excandidato presidencial, Henrique Capriles, cuyo liderazgo ha sido eclipsado estos últimos días por la emergencia de Leopoldo López yMaría Corina Machado, los dirigentes opositores que abogan por las protestas en la calle como estrategia para derrocar a Maduro.
Las intervenciones de los embajadores que se sucedieron tras el discurso de Chaderton fueron un espejo de los comunicados que, en los últimos días, han emitido los distintos líderes de América Latina y organismos regionales, como Mercosur y la CELAC, y que ha llamado la atención sobre la división de opiniones que la situación en Venezuela genera en la región, una discordia que hace años que ha echado raíces en la OEA y que demuestra que, pese a que muchos la consideren superflua o ineficaz, es el único organismo que, al aglutinar a todos los países del hemisferio, permite tomar el pulso geopolítico y estratégico del continente.
Todos los países llamaron al diálogo entre las partes, pero la extensión y el ámbito del mismo variaron. Canadá y Panamá se alinearon con EE UU; Ecuador, Bolivia y Nicaragua insistieron en calificar las protestas de los últimos días de “intento de golpe de Estado”; Chile y México ofrecieron una reacción tibia, como la manifestada por sus respectivos Gobiernos en las últimas horas; el embajador de Colombia, Andrés González, reiteró las declaraciones de su presidente, Juan Manuel Santos, pero fue muy tajante con la denuncia del trato dispensado a los colombianos, señalando que, en 2013, Venezuela había deportado a 2.500 compatriotas; Argentina fue el portavoz de Mercosur y defendió por igual el respeto a la libertad de expresión y a la soberanía popular, puesta en jaque, de acuerdo con su embajadora, Nilda Garré, por las protestas. Tanto Argentina como Costa Rica pidieron una investigación de las muertes en Venezuela.


 Washington
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