Era el folclorista más importante de Venezuela y el principal impulsor de la recuperación música popular llanera
Mientras dos maneras de entender a Venezuela protagonizan una batalla campal en las calles de todo el país, Simón Díaz, a los 85 años, dijo basta, y se desaferró ayer de ese pedazo de terruño tricolor al que logró unir durante décadas con un inagotable cancionero inspirado en las fábulas del campo adentro. Aunque su descubrimiento al mundo se produjo tardíamente, luego de que su himno Caballo viejo,incluido en el homónimo álbum de 1980, fuera versionado por Celia Cruz, Julio Iglesias, Joan Manuel Serrat, Ry Cooder o Plácido Domingo, su legado tiene la misma proyección, magnitud y brillo que el de iconos universales como Atahualpa Yupanqui y Violeta Parra. Y es que el folclorista aragüeño no sólo se dedicó a la preservación del joropo (el ritmo nacional venezolano), de la copla y del pasaje, sino al rescate de la tonada, género cuya expresiva inmensidad llanera deslumbró de la misma forma a Caetano Veloso y a Devendra Banahrt, quienes la revisitaron en sus respectivos repertorios.
A pesar de que hizo su carrera en Caracas, metrópolis caribeña a la que se mudó en 1949, Díaz, aparte de su cuatro, el instrumento que lo acompañó siempre en la intimidad de la creación, trajo consigo una maleta llena de ropa y de historias sobre la vida ganadera de Barbacoas, su pueblo natal, que comenzó a universalizar primero en la radio, con la que se introdujo en el mundo artístico. A la que luego le siguieron el cine (su última incursión en la Gran Pantalla, tras su debut en 1963 en la cinta Cuentos para mayores, sucedió en 1978 en La empresa perdona un momento de locura), y la televisión, en la que mostró también su veta humorística junto a uno de sus ocho hermanos, el comediante Joselo Díaz, quien falleció el año pasado. No obstante, el tándem hizo reír a varias generaciones de venezolanos, entre la década de los setenta y los ochenta, con sus discos navideños Las Gaitas de Simón Díaz y Jodelo, proyecto que el folclorista inició en 1968 con el productor Hugo Blanco (autor de la memorable canción Moliendo café).
Pero Díaz, quien comenzó en la música en 1948, iniciado por su padre, que falleció cuando él tenía 12 años, por lo que tuvo que trabajar también como cabestrero, repartidor de periódicos y vendedor de empanadas para mantener a su familia, logró, en una época en la que el folclore era sinónimo de anacronismo y campesinos, inculcar la tradición en los niños mientras condujo el programa televisivo Contesta por Tío Simón. Por lo que a lo largo de los setenta y del ochenta, el espacio, transmitido por la señal estatal Venezolana de Televisión, a partir de las 5:30 de la tarde, le permitió ganarse al autor de clásicos del temperamento de El becerrito, Luna de Margarita y Sabana (partícipes de un repertorio conformado por más de 200 canciones) el apodo de "Tío Simón". Desde entonces, era imposible no pensar en uno de los alumnos más celebres del maestro Vicente Emilio Sojo sin su traje de liquiliqui beige y sombrero de llanero, no sólo su uniforme, sino su identikit.
Dos años antes de que el Mal del Alzheimer lo alejara de los escenarios, Simón Díaz, que siempre apeló por la humildad, en 2006 actuó por primera vez en el Carnegie Hall de Nueva York, lo que desprendió la euforia y el asombro sobre un artista al que el reconocimiento mundial le llegó tras 60 años de carrera. Lo que fue confirmado por el Grammy Latino que recibió en 2008 por su trayectoria artística. Sin embargo, si en algo fue consecuente el legendario folclorista, que 2005 lanzó su último álbum de estudio, Mis canciones (el primero apareció en 1963), a lo largo de su vida musical, además de afirmar que "su querencia es el monte", fue intentar que los jóvenes continuaran su legado. Lo que consiguió ver en vida, incluso a través del tributo que le rindió la escena de la música electrónica nacional, con el recopilatorio Simón Díaz Remixes (2005).
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