Frank Gardner
BBC
El simple hecho de plantear la pregunta disgustará a algunos.
Lejos de los puntos álgidos del conflicto, la vida de millones de egipcios continúa de forma normal. Y es que los problemas fundamentales de Egipto son más económicos que políticos.
Pero en una semana en la que el brazo político de los Hermanos Musulmanes pidió "un levantamiento del gran pueblo de Egipto en contra los que tratan de robar su revolución con tanques", cuando decenas de personas murieron en enfrentamientos entre el Ejército y los islamistas y cuando el gran jeque de al-Azhar advirtió la posibilidad de una guerra civil, la incómoda pregunta flota en el aire.
¿Enfrenta ahora Egipto el riesgo de una nueva "guerra santa" peleada por los islamistas en contra de las autoridades?
Minoría extremista
Hay muchas razones para ser optimistas sobre que la nación más poblada del mundo árabe debería ser capaz de evitar caer en una escalada de violencia fanática, de inspiración religiosa, luego del derrocamiento del presidente Mohamed Morsi la semana pasada.
Habiendo vivido allí dos veces, durante varios años, he experimentado de primera mano lo bondadosos, generosos y sobre todo tolerantes que pueden ser los egipcios.
Hay también extremistas pero son una minoría. Sus puntos de vista, sin importar lo ruidosos que parezcan, no representan al grueso de la población.
Egipto también ha sobrevivido a peores crisis: el asesinato de su presidente por una célula yihadista en 1981 y una insurgencia islamista en la que murieron más de 700 personas a finales de 1990, que culminó en la masacre de 58 turistas extranjeros en Luxor en 1997.
Sin embargo, dada la desafortunada confluencia de los acontecimientos y las tendencias que han surgido en Egipto esta semana, sería poco prudente ignorar las semillas de una potencial guerra santa que ahora se están sembrado.
Echemos un vistazo a los ingredientes:
"Martirio", consignas y retórica
"Vamos a llevar a cabo explosiones, vamos a tomar las armas y nada más que la muerte nos va a disuadir de restituir al presidente Morsi en el Palacio", señaló el periódico al-Hayat, citando las consignas de un hombre barbudo proclamadas en una manifestación a favor de los Hermanos Musulmanes.
Un pequeño número de jóvenes están empezando a verse entre la multitud portando las mantas blancas que simbolizan su disposición al "martirio", un espectáculo teatral de hasta qué punto algunos dicen estar dispuestos a llegar para reponer en el poder a un presidente islamista electo.
Desde la remoción de Morsi, algunos foros de internet se han llenado de llamadas airadas de venganza contra el ejército de Egipto, al que califican de "enemigo del Islam" y señalan a policías y soldados como blanco de ataque, al igual que sucedió en el sur de Egipto durante la insurgencia en la década de 1990.
Por ahora, estas declaraciones son en su mayoría retóricas y aspiracionales -a pesar de que las fuerzas de seguridad han sido atacadas a menudo en el Sinaí.
La amenaza a la región central de Egipto sólo se hace real cuando esta retórica inspira a la gente a traducirla en acciones violentas.
Armas al alcance
La seguridad en Egipto se ha deteriorado drásticamente desde el derrocamiento del mandatario de facto Hosni Mubarak en 2011, pero en comparación con Siria, Libia, Irak y Yemen aún hay relativamente pocas armas de fuego en manos privadas.
Sin embargo, la región central de Egipto se encuentra entre dos zonas repletas de armas ilegales: Libia y la península del Sinaí.
El derrocamiento del régimen del coronel Muamar Gaddafi en la vecina Libia abrió las puertas a sus arsenales, liberando un torrente de armas de fuego, muchas de las cuales han terminado en grupos yihadistas que operan a través del Sahara y en el este de Libia.
Un informe de Naciones Unidas publicado en abril concluyó que "las armas utilizadas durante la guerra civil de Libia contra Muamar Gaddafi están siendo canalizadas a un ritmo alarmante a otros países de la región".
Explicó que el armamento iba desde pequeñas armas hasta explosivos de alto poder, minas y sistemas de defensa aérea portátiles.
Según el reporte, este flujo de armas a Egipto era una amenaza para su seguridad interna, porque muchas estaban llegando a los insurgentes contrarios al gobierno en el Sinaí.
Enfrentamientos religiosos
Casi el 10% de la población de Egipto está formada por cristianos coptos.
En su mayoría viven en armonía en ese país de mayoría musulmana, pero algunos extremistas islamistas quieren verlos expulsados, tal y como ha sucedido con la población cristiana en Irak.
Se han registrado ataques aislados pero mortales a los cristianos y a sus iglesias en Egipto, y el año pasado –durante la presidencia de Morsi- muchos coptos egipcios dudaron del compromiso del gobierno para proteger a su comunidad.
Ahora que ha sido removido, hay una contra-suspicacia en algunos partidarios de la Hermandad Musulmana de que los cristianos de alguna manera tuvieron algo que ver en su salida.
Si Egipto llegase a ser presa de la violencia yihadista, entonces sus cristianos coptos serían un blanco fácil.
Frustración política
Hay una sensación casi unánime entre los analistas de Oriente Medio que, por incompetente que hubiera sido el mandato de Morsi, su expulsión después de sólo un año de gobierno envía un mensaje muy peligroso a los islamistas.
Se corre el riesgo de dejarlos con la conclusión de que el proceso democrático que ha promocionado Occidente durante tanto tiempo es una vía cerrada para ellos, lo que empujaría a algunos a recurrir a las balas en lugar de los votos.
El editor Abdel Bari Atwan escribió en diario al-Quds al-Arabi: "El golpe militar sin duda servirá a los grupos extremistas dentro de la corriente islámica -específicamente dentro de la Hermandad Musulmana- y confirmará el argumento de al-Qaeda y otros grupos, que rechazan la democracia y la consideran una invención occidental".
Problemas económicos
Por último, pero no menos importante, Egipto se enfrenta a una crisis económica en cámara lenta.
Desde la sublevación de 2011 en contra de Mubarak, los latentes problemas económicos y fiscales del país han entrado en una caída libre.
El turismo se ha desplomado, el desempleo y la delincuencia se han disparado, la confianza se ha evaporado y el gobierno se está quedando sin dinero.
La incapacidad de Morsi para solucionar estos problemas fue un factor importante para su impopularidad, pero esos problemas seguirán ahí para quien se convierta en su sucesor electo.
Una combinación de una economía en crisis, las nulas perspectivas de empleo y la profunda frustración política pueden conducir a una peligrosa sensación de desesperación. Un terreno fértil, pues, para aquellos que buscan reclutar con objetivos nefastos.
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