" Toda la familia está reunida fuera, comiendo frente a la puerta de la casa. Al otro lado hay un carro con los caballos enganchados. Tienen la cabeza hundida entre la hierba fresca, y se escucha un runrún, como si la estuvieran devorando. El olor a hierba fresca lo invade todo.
Anochece. Osman está donde los caballos. Está ahí plantado, desde que han regresado de los campos. Impaciente, con la mirada fija en los comensales. Pero los comensales no han reparado en él.
Osman está esperando. Al final, ya no puede más y tose. Osman no para ni un momento. Coge una rama del suelo y la rompe para hacer ruido. Los comensales ni se enteran. Luego con la rama partida comienza a trazar líneas y círculos en el suelo. Se pone a raspar el suelo con la rama con toda su fuerza. El ruido del fuerte roce del palo en la tierra... No consigue lo que se proponía. Los comensales están hablando y bromeando. Osman se impacienta. Sigue raspando el suelo con la rama. Borra las rayas con el pie. Con la punta de la rama en el suelo... Empieza a correr dando vueltas en torno al palo. Luego se olvida de los comensales y se abstrae en sus juegos. Dibuja, dibuja y luego lo borra.
De repente se oye un grito... Se le ha caído la rama que tenía en la mano. Se ha quedado de piedra.
Querría dejarlo todo y escaparse, pero no puede.
La mujer del agá Mustafá, sorprendida, exclama:
-¡Dios mío! ¡Osman! Pero si es Osman... ¡Ven, Osman!
Osman no se mueve del sitio.
-¡Ven Osman, hijo, siéntate a comer!
Osman permanece indiferente, sin responder.
-¿Te ha enviado tu madre?
Osman permanece con la cabeza gacha, mirando al suelo.
-Pero estás bobo o qué, ¿por qué no te has ido a tu casa al volver del campo? Ahora tu madre te estará buscando, estará inquieta.
Se inclinó hacia su marido y le dijo algo. Los comensales se rieron.
Osman en lo único que pensaba era en escaparse, lo pensaba pero era como si estuviera clavado en el suelo. "
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