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Cuando Marta Vieira da Silva (Brasil, 1986) decidió que quería ser futbolista, le tocó correr y no sólo detrás del balón.
La que es probablemente la mejor futbolista de la historia tenía que echar mano de su velocidad cuando era niña para huir de sus hermanos mayores que iban a buscarla para evitar que los vecinos la vieran practicando un deporte que en Dois Riachos, la pequeña ciudad del noreste de Brasil en la que creció, estaba reservado a los hombres.
"Cuando me veían jugando al fútbol con los niños, mis hermanos mayores venían, corrían detrás de mí para llevarme a casa y yo salía corriendo. La mayoría de veces no conseguían alcanzarme porque era más rápida", recuerda Marta entre risas en conversación con BBC Mundo, como parte de la temporada "100 Mujeres: la mitad del mundo habla".
Su familia creía que el fútbol no era para mujeres y se molestaban con los comentarios de los vecinos. "Querían que jugara a las muñecas o que hiciera algo para volver al mundo femenino".
"Era la única niña en medio de un montón de niños y no era siempre bien aceptada. Pero nunca desistí porque me di cuenta de que era una forma de progresar en la vida y ayudar a mi familia económicamente y de una cierta manera revertir ese papel de la mujer", apunta.
Por eso, lejos de alejarse de los campos de tierra en los que comenzó su carrera, las críticas le sirvieron para seguir luchando con más fuerza por cumplir el sueño de su vida: ganarse la vida como futbolista.
Pelé con falda
Y vaya si lo consiguió. A sus 27 años puede presumir de ser la única jugadora del mundo con cinco Balones de Oro –uno más que Leo Messi-, de haber jugado en dos de las mejores ligas de fútbol femenino del mundo –las de EE.UU. y Suecia-, de tener dos platas olímpicas con la selección brasileña y un sinfín de trofeos de máxima goleadora.
Además, la combinación de sus atributos físicos con una brillante técnica le han hecho ganarse el sobrenombre de "Pelé con falda", tal y como la bautizó el propio exjugador aunque, como suele bromear el astro brasileño, "ella tiene las piernas mucho más bonitas".
Una guerrera en el campo, de sonrisa y lágrima fácil fuera de él, la determinación para luchar por lo que quiere le viene dada a Marta desde su infancia cuando no sólo tuvo que enfrentarse a los prejuicios sino también a la falta de recursos.
"Mi infancia fue muy difícil", dice la delantera que actualmente defiende los colores del Tyreso sueco. Sus padres se separaron cuando ella tenía menos de un año y su madre tenía que trabajar todo el día para mantener a sus cuatro hijos.
Como no tenía dinero para la matrícula ni para libros, Marta no pudo ir a la escuela hasta los 9 años. Pero antes de eso intentó aprender a leer y escribir por su cuenta.
"Tomaba los periódicos, los libros y los comics de niños de la Pandilla de Monica -una historieta infantil muy popular en Brasil- e intentaba leer y escribir sola y cuando fui a la escuela estaba un poco adelantada: ya sabía escribir mi nombre, sabía leer mucho mejor...", apunta.
Tres días en bus hacia el primer contrato
Esos años pasaron entre las clases, los entrenamientos y los campeonatos en los que le dejaban jugar con los niños.
Hasta que cuando tenía 14 años, el director de uno de esos torneos se fijó en su talento y le propuso viajar a Río de Janeiro para hacer una prueba en un equipo de fútbol femenino profesional: el Vasco da Gama.
"Tuve que viajar tres días en autobús porque no teníamos dinero para comprar un billete de avión", explica.
La llegada a la capital carioca la recuerda como una mezcla del deslumbramiento por estar en la ciudad que tantas veces había visto en la televisión con las dificultades y la nostalgia de su tierra.
"Cuando llegué a Río noté la diferencia de la cultura, las personas y las chicas del equipo que estaban mucho más preparadas que yo, y trataba de quedarme el máximo tiempo posible en el campo para tratar de entenderlo todo", dice.
Pero, pese a los malos momentos, la idea de defender los colores de la selección brasileña nunca se iba de su mente.
La canarinha no tardó en llamar a su puerta y después de los primeros partidos internacionales, a los 18 años, le llegó la oportunidad de jugar en el extranjero, en el Umea sueco.
"Lo afronté como una oportunidad más en mi vida porque mis sueños estaban empezando a realizarse. Quería mejorar un poco más, salir de Brasil, que me vieran en el mundo entero, tener la oportunidad de crecer como deportista y como persona y ayudar a mi familia", explica.
La chica de Oro
Entonces la proyección internacional de Marta parecía no tener freno como se mostró después con las diferentes ofertas que recibió de clubes estadounidenses. En la liga femenina de ese país se vistió las camisetas de Los Angeles Sol, el F.C. Gold Pride y el Western de Nueva York, antes de regresar a Suecia donde juega desde junio de 2012
Han sido años plagados de títulos en sus equipos y con la selección nacional, con la que ha conseguido dos oros panamericanos y tres platas –dos olímpicas y una mundial-.
A eso hay que sumarle un lustro de monopolio como mejor futbolista femenina, entre 2006 y 2010, en el que ver subir al escenario de los premios organizados por la FIFA a una emocionada Marta se convirtió casi en un ritual.
"Todas las veces que tuve la oportunidad de recibir ese premio era prácticamente como una retrospectiva de mi vida, de todo lo que pasé para llegar allí. Era muy difícil no emocionarse y mis piernas temblaban como cada vez que tengo que hablar delante de un montón de gente", confiesa.
Y aunque asegura que los premios son el resultado del trabajo constante, dice que a veces todavía no se lo cree.
"El fútbol es todo en mi vida y yo he llegado a un extremo al que a muchos deportistas les gustaría llegar. ¿A cuánta gente no le gustaría ser la mejor del mundo? Y yo tuve la felicidad de conseguirlo cinco años seguidos (...) A veces no me lo creo. Hasta hoy me emociono al hablar de eso. Es muy grande, es muy grande", dice con la voz entrecortada.
Embajadora de la ONU
Pero cuando habla de sus logros, Marta destaca uno que no consiguió sobre el césped. Fue en 2010, cuando la ONU la nombró embajadora de Buena Voluntad, un cargo que sólo tienen otras ocho personas en el mundo. Y ella es la única con dos funciones: trabajar para disminuir la pobreza y por la autonomía femenina.
"Este premio fue uno de los más importantes de mi vida porque uso mi historia como ejemplo para ayudar a otras personas a pensar en un futuro mejor", afirma.
Y aunque la carrera profesional de Marta está plagada de éxitos, la futbolista todavía tiene una espina clavada: "Yo voy a soñar siempre con conquistar un Mundial con la selección brasileña o una medalla de oro. Estuvimos muy cerca de eso en las últimas competiciones y me gustaría mucho tener la oportunidad de cerrar mi carrera con un oro para Brasil".
A nivel personal, a Marta le gustaría tener hijos aunque reconoce que en el caso de una mujer futbolista es más complicado, por lo que es algo que no se lo plantea hasta que acabe su carrera.
"En mi caso, el fútbol es la única manera de mantenerme económicamente y hay muchas personas que dependen de Marta para sobrevivir. Pero mi sueño es tener hijos: tener una Martinha por ahí para dar continuidad a la saga en el fútbol".
A sus 27 años y si las lesiones la siguen respetando, todavía puede haber Marta para rato. Pero la futbolista ya se ha planteado dónde le gustaría asentarse: "Es muy complicado pero yo tengo el sueño de volver a Brasil, terminar mi carrera allí y seguir de una cierta forma en el deporte", explica la deportista que tampoco descarta quedarse en Suecia.
Por el momento, el trabajo continúa "hasta el día que sienta que el cuerpo funciona bien y da una respuesta en el campo".
¿Y sus hermanos, los que corrían detrás de ella para que no jugara al fútbol, qué dicen ahora?: "Todo cambió y todos sienten un orgullo enorme por todo lo que conseguí hasta ahora y por darse cuenta que fueron injustos conmigo (…) Hoy mis hermanos lloran cuando hablan de mi infancia y del pasado".
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